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María Teresa Laris tiene 20 años viviendo en esta comunidad y asegura con convicción que las heladas de este año nunca las había sentido tanto. “Heladote”, dice
Esta mañana María, su hija y sus nietos que viven juntos amanecieron a cero grados. Son las 7:30 de la mañana y su casa desprende humo. Adentro hay un calentón rústico de leña que también sirve para mantener cálida la casa de techo de lámina.
El Salto es una comunidad forestal de unos 45 mil habitantes. La mayoría de la gente trabaja en aserraderos. Aquí, los enormes pinos y cedros, que custodian el pueblo, son talados para vender su madera en todo el país, pero también, para calentar a la gente en este punto en medio de la carretera entre Durango y Sinaloa.
Y pese a ser un pueblo rico en madera, la mujer lamenta no poder tenerla a un bajo costo. Un viaje, es decir, una camioneta cargada de leña, le cuesta entre 250 y 300 pesos. “En estos tiempos nos acabamos una camioneta en 15 días. El calentón está todo el día prendido”, platica.
—¿Cómo pasan las noches?
—Muy heladas las noches, tenemos que echar cobertores, cobijas, ahora no nos han entregado en ninguna parte.
“Está canijo el frío, ya tiene tres, cuatro días. Es helado aquí, pero uno tiene que seguir trabajando y está mejor que en otros ranchos. El viernes pasado estuvo heladote”, añade.
Asegura que a dos años de haberse mudado, ya se va a acostumbrando al pueblo. “A lo que uno no se acostumbra es al hambre de los niños, aquí hay frío pero como quiera hay trabajo”, platica.
En El Salto recientemente estuvieron a menos 5 grados, pero en otras zonas como Puentecillas, a unos 30 minutos, la neblina esconde los enormes centinelas verdes y el viento bufa. Por los caminos pedregosos pasan camiones que cargan enormes trozos de madera. Muchos de los leñadores se adentran durante cinco días en la Sierra para cortar los troncos que después carga el camión. El fin de semana regresan para estar con sus familias.