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Viudas de mineros en Pasta de Conchos mantienen la esperanza

A 18 años de la tragedia en la mina Pasta de Conchos, sigue la lucha incansable de las esposas por encontrar paz

Las viudas piden certeza para que continúen los trabajos de rescate de los restos de 63 mineros que nunca fueron sacados del fondo de la mina. Foto: Francisco Rodríguez / EL UNIVERSAL
19/02/2024 |02:31
Francisco Rodríguez
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San Juan de Sabinas.— Las viudas de Pasta de Conchos viven entre la esperanza y la realidad. A 18 años de la tragedia que enlutó a 65 familias, las viudas piden certeza para que continúen los trabajos de rescate de los restos de 63 mineros que nunca fueron sacados del fondo de la tierra.

El presidente Andrés Manuel López Obrador les prometió la última vez que visitó la zona el 19 de enero, que el rescate continúa, que no pierdan la fe y que confíen, pero las viudas, acostumbradas a promesas al aire, se dividen entre la esperanza y la realidad.

“Fe siempre hemos tenido”, dice María del Refugio Preciado, viuda del minero Juan Manuel Rosales Hernández, con quien en 2006, el año de la tragedia, cumpliría 25 años de casados. “Yo sí confío”, asevera Elizabeth Castillo, viuda de Gil Rico Montelongo.

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Claudia Escobar Pacheco, viuda de Raúl Villasana Cantú, tiene esperanza y ve trabajando bien a la nueva empresa contratista que lleva las labores, pero en el fondo sabe que falta mucho trabajo y tiempo para llegar a los restos.

“Sí estamos como de que no se va a hacer, es difícil hasta donde tienen que llegar”, comenta en un aniversario más este 19 de febrero.

Y después la golpea ese halo de realidad: “Si no se hace en este sexenio, tiene el siguiente que tomar el problema, pero sabemos que igual y pueden decir que no. Es lo que decimos, cómo nos vamos a quedar nosotros”, pregunta Claudia.

Elvira Martínez, integrante de la organización Familia Pasta de Conchos, y viuda de Vladimir Muñoz, asegura que técnicamente será imposible que los trabajos terminen en lo que queda del sexenio, y aunque le dio paz el compromiso que hizo el Presidente en enero pasado de dejar por escrito algún decreto que obligue a su sucesor o sucesora a continuar con los trabajos y destinar el recurso, sabe que cualquier cosa puede pasar.

De acuerdo con información de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) entregada a una solicitud de información, al 25 de enero el avance de los trabajos era de 46%.

Para la señora Martínez será importante que al finalizar el sexenio al menos se llegue al momento en que se pueda emprender una búsqueda en el fondo de la mina. Que se logre la conexión al área siniestrada y estar en posibilidades de entrar y ver qué hay.

“No nos han planteado el programa de actividades donde se contemplan tiempos. Lo que nosotros sí vemos, a lo mejor no recuperar, pero sí una búsqueda”, comenta.

Otro año de espera

Cuando a las viudas se les pregunta por un aniversario más de la tragedia, invariablemente hablan de paciencia, de espera, de tristeza al recordar y ver que se cumple un año más sin tener los restos de sus carboneros.

“Ya quisiera que esto se terminara. Te sientes triste e impotente que no avanza, que se para mucho tiempo”, platica Claudia Escobar. Para la viuda, cada aniversario es remover la tristeza de que pasa otro año en las mismas condiciones.

María del Refugio Olivares vuelve a recordar la espina que tiene encajada, la misma que dice le remueve el recuerdo y el dolor. Sobre todo, cuando ve a sus cuatro hijos.

“Llega otro año y decimos ‘otro año’”, sostiene. Es volver a recordar las palabras de despedida cuando su marido se fue a trabajar a la mina, una despedida que ahora relata como si se hubiera tratado del destino.

“Son 18 años y seguimos igual”, menciona Elvira Martínez, quien se describe como una persona poco paciente, pero que ha aprendido a aguantar estoica por resultados, por buenas noticias y por justicia. “Sé que va a ser difícil obtener justicia porque nunca la ha habido”, refiere.

Elizabeth Castillo ha aprendido a vivir estos 18 años con la ausencia del padre de sus hijos. “Es un hueco que queda ahí”, describe.

Ella confía en el rescate porque lo que más quiere es llenar esa ausencia con los restos de su esposo colocados en un lugar digno, darle cristiana sepultura para que ella y sus hijos lo visiten, le lleven un ramo de rosas y llorarle.

“No es lo mismo llevarle un ramo a un altar donde entró, pero no salió. No es lo mismo”, recalca.

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