Ciudad Juárez.— En Chihuahua la violencia es un problema latente que las autoridades no han sabido solucionar de raíz, señalan expertos.
Mientras los gobiernos destacan una ligera disminución en el número de homicidios dolosos, hechos violentos —como el ocurrido el pasado 1 de enero dentro del Centro de Readaptación Social (Cereso) No. 3 de Ciudad Juárez, en el que fueron asesinadas 15 personas y huyeron 30 reos—, muestran el poder que mantienen grupos delictivos.
Expertos consideran que la seguridad en el estado no se ha logrado controlar de una manera sustancial, no sólo en los últimos años, sino desde la década de los 90, cuando Chihuahua, y en particular Ciudad Juárez, atrajeron la atención del país y el mundo con feminicidios en serie y la narcoviolencia.
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Un mal que no es nuevo
El profesor del Departamento de Estudios Sociales del Colegio de la Frontera, Óscar Misael Hernández, señala que la violencia en esta entidad no es nueva, pero se ha hecho más visible.
“Esto no debe sorprendernos, porque si algo caracteriza a las ciudades fronterizas en México, en especial las del norte del país, es que la violencia criminal se hace más visible por una razón central, que son espacios de disputa por diferentes grupos delictivos e, incluso, de poder político. Son clave para diferentes cosas, no sólo para el tráfico de armas, de drogas, sino también para el tráfico de otras mercancías, e incluso, de personas”, explica.
El académico expone que el historial de violencia en esta frontera inicia con los feminicidios en la década de los 90, que fueron conocidos en México y el mundo como las “Muertas de Juárez”. Hacia el año 2000, los homicidios se centraron en hechos vinculados a la narcoviolencia, y ahora las muertes violentas tienen que ver con procesos “juvenicidas”, es decir, se está matando a jóvenes, o jóvenes matando a otros.
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Señala que hechos recientes, como el motín y fuga del Cereso No. 3 han puesto el ojo nacional en Juárez, “donde la violencia parecía que estaba minimizándose, pero estaba latente”.
“El primer asunto es que a las autoridades competentes en estos asuntos de seguridad carcelaria, y pública en general, no les ha caído el veinte de que hay que centrar la mirada en las dinámicas carcelarias que existen en México, en particular en los centros de readaptación social, donde se mezclan a figuras con un alto perfil criminal con otros de bajo perfil, o donde hay figuras adversarias entre sí, porque eso va a generar conatos de violencia”, refiere.
Cifras de muerte
De acuerdo con cifras de la Fiscalía General del Estado (FGE), de 2010 a 2022 en la entidad se registraron 31 mil 631 homicidios dolosos, de los cuales 15 mil 223 (48%) tuvieron lugar en Ciudad Juárez.
Los años más violentos han sido 2010, con 5 mil 391 asesinatos, y 2011, con 4 mil 31. De 2013 a 2016 bajaron; 2015 tuvo la menor cifra, con mil 151 homicidios a nivel estatal, pero a partir de 2017 hay un repunte de la violencia y se cuentan más de 2 mil casos por año.
Sin estrategia contra el crimen
Óscar Maynez, criminólogo y experto en temas de seguridad en la frontera, señala que es difícil que los homicidios y violencia disminuyan de manera sustancial porque las estrategias de seguridad de las autoridades no son rival para los cárteles.
“Cuando bajan las estadísticas, inmediatamente las autoridades echan las campanas al vuelo, diciendo que su estrategia funciona, pero el que baje un porcentaje en un mes en realidad no te dice nada. Para que existan cambios reales debe haber un cambio estructural a largo plazo y una estrategia, pero eso no ha pasado (…) En realidad no ha habido un control porque ni el Estado ni los municipios tienen la capacidad para confrontar al crimen organizado”, dice.
“¿Qué ha pasado en los últimos tres años en seguridad? Pues nada, el crimen organizado sigue en control. Los gobiernos vienen y van y tienen que negociar con quienes controlan el crimen, porque no existe una estrategia real que lo confronte”, asegura.
Señala que “el Estado tiene ciertas limitaciones para combatirlo, y el crimen organizado te mata y se acabó el problema. Además de que son ejércitos de gente sanguinaria, hay una facilidad para reclutar jóvenes y pagarles.
“El crimen organizado es de las pocas estructuras donde se recompensa el valor e inteligencia, por eso hay tanta motivación para ser tan sanguinarios y eficientes dentro del crimen”, dice.
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