Reynosa.— A diario, Kellyn Argueta tenía que repetirse: “No hables, no digas nada”, pero sabía que quedarse callada representaba la muerte de y niñas que no dejaban de llorar porque pedían comida y agua.

Esta joven guatemalteca y su hermana salieron de su país en octubre de 2023 y en caravana junto a otros migrantes, y lograron llegar a Ciudad Juárez, Chihuahua, en noviembre.

Apenas llegaron y las 12 personas que quedaban en el grupo, entre ellas cuatro , fueron abordados por hombres que les prometieron alojamiento y, aunque algunos se negaban, fueron obligados a subirse a una camioneta.

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“Cuando eres niña sólo sigues las órdenes, pero creces y te preguntas por qué tenemos que callarnos, por qué mi mamá aguantaba los golpes, los insultos, era parte de su vida, pero luego entiendes que no es parte de tu vida y tienes que hacer algo para cambiar”, relata.

Kellyn asegura que al salir de Guatemala su intención era llegar a cualquier frontera de Tamaulipas, pues habían escuchado que los trámites para solicitar asilo en Estados Unidos eran más sencillos en Matamoros, Nuevo Laredo o Reynosa.

“No tuvimos opción, los hombres decían que era mejor ir a Juárez, estábamos solas. De los 35, nos fuimos 12, los demás se quedaron en México, tuvimos que seguirlos, pero al llegar a la central camionera, cuatro hombres llegaron a platicar con nosotros. Nos dijeron que ellos tenían casas para rentar, que era muy barato, que nos podíamos quedar”, relata.

La guatemalteca recuerda que los sujetos los obligaron a subir en una camioneta hasta llegar a una casa donde se encontraban alrededor de 200 migrantes más.

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“Eso era como un gallinero, todos amontonados en un cuarto, no había ventanas y hacía un calor horrible. Nos dijeron que les diéramos el número de un familiar que tuviera dinero, porque les iban a pedir rescate, nos habían secuestrado. Ellos pidieron a mi familia 40 mil pesos; yo sabía que no los tenían porque apenas juntamos los dos mil dólares para salir y ese dinero nos lo quitaron con nuestras bolsas, ropa y pertenencias”, narra.

La joven asegura que lo más doloroso era soportar los golpes que los secuestradores propinaban a mujeres y niños, quienes clamaban por comida y agua.

“Los niños lloraban siempre y las mamás no podían hacerlos callar. Los hombres se molestaban mucho, los golpeaban, pero es que nos daban de comer a las 11 de la noche. Sólo una vez comíamos, era sopa o frijoles; no había más. Eran muchos golpes para esos niños, por eso un día tuve que decirles que ya no los golpearan, que les dieran agua al menos”, narra. Su petición fue rechazada tras recibir una cachetada y, lejos de acobardarse, le dio valor para enfrentarse y pedir que al menos a los niños les trajeran tres comidas para que dejaran de llorar.

“Yo no tenía mucho que perder porque sabía que tarde o temprano nos iban a matar, en serio pensaba eso, así que no tuve más que enfrentarlos. El hombre que me pegó se me vino encima para golpearme más, pero otro de ellos lo detuvo, yo no sé si era el jefe o simplemente tuvo piedad de nosotros, pero pidió que consiguiera leche y pan para los niños, que permitieran que las madres los llevaran al baño, porque era el único lugar que tenía una ventana pequeña por donde entraba el aire”, detalla.

Kellyn cuenta que todos los días debía alzar la voz para que esos niños pudieran ser alimentados. Algunas veces era golpeada y otras los recompensaban con pañales y fruta.

“Los migrantes entraban y salían, cuando se pagaba el rescate, se los llevaban. Siempre vimos que entraban y les decían, ¡hey!, ya te vas; y los formaban en fila para salir; era la única vez que podíamos ver la luz del sol entrar a la casa. Nosotras estuvimos dos semanas hasta que un día entraron y nos dijeron: ‘Las hermanas, párense porque ya se van’”.

Ese día, asegura Kellyn, volvieron a nacer, las subieron en una camioneta y las dejaron en una calle del centro de la ciudad.

Kellyn destaca que, a lo largo de estos meses, desde que salió de Guatemala, aprendió que una mujer puede marcar la diferencia en la vida de otras personas, aunque el miedo paralice y a pesar de poner en riesgo su propia integridad.

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