Mexicali.— Adriana busca a su hijo y, desde su desaparición en 2019, no había tenido noticias. Ni un rastro. Aun cuando no ha dejado de buscarlo, ya había aprendido a vivir con su ausencia y la necesidad permanente de extrañarlo en cada respiro, pero hace una semana la angustia y, al mismo tiempo, la posibilidad de encontrarlo revivió con un video difundido en redes en el que un sujeto, bajo tortura, revela dónde lo enterró.

En el video se ve a un hombre. Una mancha de sangre seca se asoma en su mejilla, intenta hablar, pero las palabras se le pierden entre jadeos y dolor. Su futuro ejecutor lo interroga y él confiesa que, junto a otros, asesinó y enterró a dos jóvenes mexicalenses, José Luis y Adrián Misael, este último el hijo de Adriana.

Esta confesión, grabada en un video de 46 segundos y difundida en internet, obligó a la fiscalía a reactivar la búsqueda.

“Para mí fue como el primer día en que supe de su desaparición”, recuerda Adriana.

Cuenta que el jueves 2 de junio miraba videos en Instagram en su celular y entre los miles de clips halló uno sobre un hombre torturado que confesaba, no sólo su delito de homicidio, sino el lugar donde había enterrado a sus víctimas, una de ellas su hijo.

“A la autoridad ya se le había olvidado… yo me levanté y me planté en la noche en ese rancho que mencionan”.

Se trata de la Hacienda Carey, una casona enclavada sobre un camino de terracería en la calle Felipa Viuda de Arellano, al noroeste de Mexicali, un sitio en el que alguno que otro vecino asoma la cara entre las ventanas, pero pocas veces el silencio es interrumpido; entre la tierra seca y rota, un par de perros lánguidos se aferran a las sombras que escasean en el área. De los torturados, asesinados y desaparecidos nadie sabe nada.

Desde el 2 de junio Adriana se plantó al frente de la casa para ir a buscar a su hijo. A la misma angustia se unió Cony, la madre de José Luis, el otro joven desaparecido. Ambas entienden la desesperación de perder y buscar a un hijo, y no han dejado de ir un solo día; incluso, han dormido en el lugar.

La desaparición

La historia oficial, la que la Fiscalía General del Estado (FGE) documenta en su carpeta de investigación, es que el 19 de agosto de 2019 Adrián Misael salió con un amigo de la escuela al bar El Relajo. Allí se reunió con otros jóvenes, entre ellos José Luis. De ahí, según información obtenida mediante GPS, se trasladaron a la Hacienda Carey, donde se perdió el rastro de los dos jóvenes.

Ese mismo año, días después de que ambas madres reportaran la desaparición de sus hijos, la FGE realizó un cateo en el inmueble; hallaron sangre, armas y otros artículos que eran indicio de que el lugar era una casa de seguridad, utilizada para cometer delitos. Se dijo que no hubo pistas de los jóvenes.

Los casos de desaparecidos han alcanzado niveles históricos en México con más de 100 mil víctimas. De ese número, 12 mil son de Baja California. Las desapariciones son reportadas desde 2006 hasta la fecha.

Ni Cony ni Adriana han estado solas en esta nueva búsqueda. Con ellas llegaron otras madres integrantes del Colectivo Madres Unidas y Fuertes, algunas con más de 15 años de buscar a sus familiares. No sólo comparten palas o varillas para excavar, también historias de desaparición. Irma Leyva, una de las fundadoras, sabe buscar muy bien.

Ni los más de 10 años de esfuerzos por encontrar a su hijo ni sus 80 años ni una embolia le han impedido pasar más de 12 horas afuera de la Hacienda Carey para arropar —junto al resto de las madres— a Cony y Adriana. Y si es necesario, dice, regresará todas las veces porque sabe muy bien lo que es extrañar a un hijo todos los días de una vida.

“¿De qué me sirve estar en un sillón allá, aplastada y sin hacer nada? Para mí es así, yo en la raya me quedo”, asevera.

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