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La ruta del Tren Maya tiene un eco que repite las mismas preguntas. ¿Dónde irán exactamente los rieles? ¿Y las estaciones del megaproyecto que la administración de AMLO quiere legar a México? El peso de la infraestructura, ¿cómo afectará los suelos cavernosos de Quintana Roo? ¿Y tiene otra vía más que amenace la fauna y flora de la selva de Campeche? ¿Cuántos pasajeros y toneladas de carga lo harían sustentable?
A lo largo de los casi 500 kilómetros que separan Tulum en Quintana Roo de Escárcega en Campeche, la mitad de los mil donde no hay vías construidas, una veintena de pobladores, ejidatarios, indígenas, políticos y activistas consideran que, con los datos disponibles, no hay suficiente para decidir si el Tren Maya debe o no construirse.
Rogelio Jiménez Pons, director general del Fondo Nacional de Fomento al Turismo y encargado del megaproyecto, reconoció que esa información aún no existe. En una conferencia de prensa en Tulum explicó que el trazado no es definitivo, que faltan los estudios de mecánica de suelo, los de ingeniería básica, los de rentabilidad económica... Todos esos informes, dijo, estarán disponibles en enero de 2020.
La consulta convocada para el domingo 15 de diciembre en municipios de Chiapas, Campeche, Tabasco, Yucatán y Quintana Roo se hará tras 15 asambleas informativas. Diversas organizaciones indígenas y ecologistas consideran que no cumplen con los protocolos y se quejan de la falta de estudios previos y análisis de impacto y beneficio en materia ambiental y social.
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Esta compleja obra vive en un contexto que las grandes apuestas ferroviarias —Tren México a Querétaro, Transpeninsular por Yucatán y Quintana Roo y México a Toluca— parecen malditas. Sólo el último se está realizando entre sobrecostos y corrupción.
Quintana Roo
En Tulum, municipio costero de 30 mil habitantes que recibe más de un millón de turistas al año, se pueden ver algunas calles anegadas. Por ellas, estadounidenses y europeos evitan los grandes charcos camino a los bares, que tienen ambiente hasta en martes. La estación del tren está planeada en el norte, en terrenos que no son ejidales.
Víctor Mas, alcalde desde hace un año y comisario ejidal de Jacinto Pat, se declara a favor del Tren Maya, pero admite que faltan datos técnicos. “Hasta donde sé, hay tres empresas trabajando en el municipio, estudiando la parte técnica, la parte de mecánica de suelos y la parte ambiental, pero no tendremos información concreta hasta dentro de unos meses”, comenta.
Si Acevedo observa con preocupación el tema ambiental, David Ortiz, presidente de la Asociación de Hoteles de Tulum, analiza el económico. “Como transporte turístico, no creo que el Tren Maya nos ayude aquí a captar más turismo. Habría que ver si es lo que necesitamos para hacer que vayan a otros puntos”, reflexiona, “necesitamos ver cómo funcionan las finanzas para hacer que sea viable económicamente”.
El Tren Maya debería, de acuerdo con los tres entrevistados, ayudar a solventar los problemas que el acelerado crecimiento de Tulum ha creado en el municipio, como el drenaje, el tratamiento de residuos y de suministro de agua, antes de traer más visitantes.
“Bienvenido el Tren Maya, pero necesitamos que el gobierno federal nos ayude a que el crecimiento no nos rebase y no tener problemas más graves”, resume el presidente municipal Mas.
Marcelo Jiménez Santos, promotor cultural y caricaturista político, explica el concepto de sándwich turístico que vive su municipio. En el norte, Tulum; en el sur, Bacalar.
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“Son dos ciudades con un desarrollo turístico masivo y, si el Tren Maya viene con esa idea, será un tentáculo neoliberal depredador de la lengua y cultura maya”, reflexiona, “aquí han venido en tres ocasiones a exponer de qué se trata el proyecto, pero no tengo los elementos profundos, siempre son explicaciones muy ejecutivas, muy superficiales”. Aunque alaba que se haga una consulta con las comunidades, cree que hubiera hecho falta más información y tiempo para explicarlo mejor.
Este pueblo de 25 mil habitantes tiene un carácter claramente semirrural, de casas bajas, y donde en Tulum se ven cientos de turistas y visitantes caucásicos, aquí hay pocos hoteles y se oye hablar maya entre los locales.
En la diminuta iglesia sincrética del Santuario de la Cruz Parlante, con sus tres cruces azules, el rezador Umbencio Cen Uh se define “como pobre” y dice que no tiene información suficiente para saber si el Tren Maya está bien o está mal, aunque está preocupado por “si van a venir más gentes a matar, más maleantes”.
En Bacalar, sede de la siguiente parada del Tren Maya, el comisario ejidal Luis Chimal Balam está cansado del proyecto, de Fonatur y de las negociaciones sobre las hectáreas que tendría que aportar su ejido.
“En asamblea ejidal autorizamos que usaran seis hectáreas para la estación, pero cuando les mostramos el terreno nos pidieron mil hectáreas más al contorno, para un centro de población y la zona hotelera”, recuerda, “yo les propuse que si querían mil hectáreas nos dieran cambio de uso de suelo de otras 2 mil para hacer nuestro desarrollo, porque el esquema de FIBRA no nos interesa”. Asegura que la última vez que habló de las hectáreas con los encargados del tren fue en septiembre.
“Nosotros nos hemos reunido con otros ejidos que tienen conflictos con las administraciones, y si no solucionan sus problemas tampoco quieren entrarle”, comenta.
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Hay un aspecto en el que coinciden todos los entrevistados, desde los políticos hasta los ejidatarios: el esquema FIBRA, un fideicomiso que cotizará en la bolsa de valores y en el que las comunidades pondrían las tierras y los inversores el dinero, que es la apuesta de Fonatur para lograr los terrenos necesarios, no convence. Jiménez Pons, director del proyecto, ha dicho que si no se logra convencer a los ejidatarios de integrarse en FIBRA, se optará por modificar planes de vía y de estación. En toda la península de Yucatán el Tren Maya atravesará 55 ejidos.
El pasado agosto, Chetumal, la capital del estado, se añadió como estación del Tren Maya con un ramal desde Bacalar. En el Congreso local, la diputada Ana Pamplona, del Partido del Trabajo, explica que, pese a haberse reunido con varias instituciones, “hasta ahora no se ha definido exactamente dónde van a estar las vías ni las estaciones”.
Campeche
La ruta del Tren Maya entra desde Bacalar y atraviesa la selvática área sur de Campeche hasta la ciudad de Escárcega, donde se encuentra una antigua estación ferroviaria y conectará con las vías ya construidas. En este tramo de 264 kilómetros y llamado Selva 2 estaba planeada una estación dentro de la Reserva de la Biosfera Calakmul, en el camino a su enorme zona arqueológica, pero se tuvo la negativa por razones económicas de los ejidatarios de Nuevo Conhuas a permitir el paso del tren como única estación a la de Xpujil.
La carretera, la gran vía de comunicación de la zona, divide la selva a la mitad. Alberto González es experto en ecología vial, un campo relativamente nuevo que estudia los efectos de infraestructuras de comunicación en ecosistemas. “Tienes pérdida de hábitat y cuando talas y pones los rieles fragmentas la selva y creas efectos de borde”, explica, “se eleva la temperatura, se reseca la zona, entra más luz, y para los animales más pequeños es un muro que ya no pueden atravesar”.
Los más grandes, como los jaguares, sí pueden cruzar las vías, pero está el riesgo de que mueran atropellados. El proyecto del Tren Maya contempla la creación de pasos de fauna —estructuras que permiten a los animales cruzar las barreras levantadas por los humanos— y alarmas electrónicas en las vías para ahuyentar a los animales. “La verdad”, dice González, “no está claro si los animales los usan o no. No hay estudios concluyentes”.
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En el palacio municipal de Xpujil, Luis Felipe Mora Hernández, alcalde de Calakmul, cuenta que una de sus preocupaciones es el paso del Tren Maya por esta reserva. “Tenemos una gran incertidumbre, no hay certezas. Se rumora que van a pasar las vías por donde van los postes de alta tensión. Eso es a escasos kilómetros de la zona núcleo y no es que queramos obstaculizar, pero sabemos el daño que puede causar”.
Sebastián López Vázquez, ejidatario chol y director de Pueblos Indígenas de Calakmul, comenta que, en el último año la gente de las 84 comunidades de la zona no sabía del proyecto. “No les han dado información en todo el año, y es que la necesitamos primero para saber los beneficios y lo malo”.
El alcalde Mora dice que a la asamblea informativa acudieron autoridades indígenas de toda el área. “En la consulta del 15 no vamos a decidir si el tren va o no va, sólo decir si queremos participar, eso dijeron en la asamblea”, finaliza, “cuando les hacíamos una pregunta medioambiental o si tenían los permisos, nos respondían que aún están construyendo el proyecto”.