Felipe Carrillo Puerto.- “La esencia del pueblo maya puede morir” con el Tren Maya, sentencia Ángel Sulub, habitante de Felipe Carrillo Puerto, por donde pasa el Tramo 6 del megaproyecto del presidente Andrés Manuel López Obrador.
Descendiente de uno de los mayas que participó en la Guerra de Castas, en el siglo XIX, el joven acusa que el impacto social de la obra en su municipio enclavado entre Tulum y Bacalar, Quintana Roo, se siente y es catalogado por una parte de la comunidad como un nuevo “genocidio” contra el pueblo maya.
“Esos impactos que no se ven en el momento, son los que más preocupan en cuestiones de la identidad (…) es la muerte del ser interior, porque si se acaban las ritualidades, no es que físicamente mueran los mayas, pero sí pude morir la esencia del pueblo maya”, advierte.
Preocupado por el futuro de su cultura, Sulub es uno de los mayas que levantaron la voz contra los trabajos en el tramo 6, que conectará a Tulum y Chetumal, que modificaron la vida en Carrillo Puerto, con la fragmentación de caminos rurales, amenaza a las lagunas y la transformación de paisajes, vulnerando sus creencias y ritos ancestrales, ligados a la veneración a la selva.
Con 88 comunidades y 4 centros ceremoniales, los mayas del municipio gobernado por Morena mantienen conceptos y formas de vida comunitaria profundamente vinculados con la naturaleza que hoy ven lastimada por el Tren Maya, que para ellos no es maya, y que es parte de una cosmovisión que se resiste a sucumbir al ideal de desarrollo que surge en los centros urbanos, individualizados y “enfermos del alma”.
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Ángel Sulub, uno de los fundadores del Centro Comunitario “U Kúuchil K Ch’i’ibalo’on”, sostiene que el desarrollo del “mal llamado Tren Maya”, promocionado por la administración obradorista como una fuente de empleo, bienestar, reordenamiento territorial y desarrollo, provoca impactos sociales silenciosos, poco explorados, apenas analizados y escasamente difundidos.
Esa afectación tiene que ver, a un nivel más profundo, con la alteración de su sistema de creencias, el despojo “legal” del territorio, los impactos a la salud e incluso, la estocada a la espiritualidad de la comunidad.
Sulub, habla también de la “sustitución de la identidad” de los pueblos originarios, ligada a la comercialización del Tren y advierte sobre la modificación o desaparición de peregrinaciones en sitios por donde corre el trazo del Tramo 6.
Por ejemplo, menciona la fiesta tradicional en honor a San Juan de Dios, que inicia a principios de mayo y que tiene su clímax en el pueblo de Kopchén, a donde llegan los representantes de las 13 comunidades mayas de Uh May, X-Hazil Sur, San Andrés, Nohcah, Kopchén, Chancah, Mistequilla, Chan Santa Cruz, Yoactun, Laguna K’ana, Santa María Poniente, Naranjal y Petcacab.
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“La peregrinación de Kopchén, es una peregrinación por la Vara de San Juan, en junio, que inicia en mayo. Debe iniciar creo que el 9 o el 10 de mayo. Sale de su pueblo, la peregrinación de los abuelos caminando y recorre por más de un mes muchas comunidades, hasta regresar a su pueblo el 24 de junio, que es Kopchén y hacer la fiesta del pueblo.
“Esa peregrinación pasa dónde está el trazo del Tren, por X-Hazil, por el camino antiguo, llega a Umay y ahí está el trazo. ¿Qué va a pasar? ¿Les van a poner un puentecito o van a cambiar su ruta tradicional de peregrinación? ¿Va a desaparecer esa peregrinación?”, cuestiona.
Sulub cree que quizá este año sea la última vez que la peregrinación atraviese por su ruta original porque después ya no podrán utilizar el camino antiguo por las obras del Tren Maya. “O sea, dividieron al pueblo; ese es un cambio brutal en tu forma de vida. Es un despojo tan grande de la espiritualidad y de lo sagrado de un pueblo”, alerta.
Cada 3 de mayo, los pueblos mayan veneran y adoran la Cruz Parlante, que según la creencia durante la Guerra de Castas, en el Siglo XIX, se le apareció a los mayas y los impulsó a luchar para vencer al enemigo explotador.
La herida en la selva maya
En la obscuridad de la noche, detrás de una fina cortina de árboles a lo largo de la carretera federal 307, a la altura de Felipe Carrillo Puerto, maquinaria pesada se afana, bajo presión y sin freno, en extender la herida provocada a la selva existente de Tulum hasta Chetumal, como parte de las obras del Tramo 6 del Tren Maya, denominado por el “Tren Militar” por integrantes de comunidades indígenas y colectivos socioambientales.
La longitud del tramo, que va a un costado de la carretera federal 307 hacia Chetumal, abarca 255.50 kilómetros, lo cual incluye una gaza de conexión con el Tramo 7, en Bacalar.
En la penumbra, apenas se alcanza a distinguir uno de los cuerpos de agua que han sido parcialmente rellenados dentro del trazo, a un lado de la carretera federal 307, en donde la luz de las luciérnagas languidece frente a los faros de la maquinaria, de acuerdo con un recorrido realizado por EL UNIVERSAL.
Para el desarrollo de las obras, cuyo costo estimado por el Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur), alcanza los 70 mil 173 millones 701 mil 206 pesos, se rellenan cuerpos de agua superficiales, dentro o flanqueando la ruta ferroviaria.
En otro punto, en una desviación de esa misma carretera, hacia Laguna Ocom, la luz del sol delata el relleno de una aguada, en una zona inundable sobre la que se abrió una brecha que sigue la trayectoria del trazo. El cuerpo de agua –explican habitantes de Felipe Carrillo Puerto– está interconectado con ese sistema lagunar.
En esta región, al igual que en el Tramo 5, las obras fragmentan la naturaleza, con alto riesgo de interrumpir las corrientes de agua que bajan desde Campeche y abastecen a localidades quintanarroenses, pero a diferencia de esa ruta, en el Tramo 6, además del impacto ambiental, se destruyen la identidad y las tradiciones de comunidades indígenas y se socava su derecho a preservar sus modos de vida y creencias.
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Ahí, la gente sostiene que, al morir, “las abuelas y los abuelos”, se vuelven el alma de los árboles; los mismos que caen vencidos por las máquinas y se apilan a los costados del trazo.
Ángel Sulub, añade que otro de los impactos del proyecto del Tren Maya en Felipe Carrillo Puerto es el aumento en la interacción con “personas ajenas” a las comunidades, que llegaron a trabajar en las obras, demandando servicios como vivienda, salud y esparcimiento. Además, la inseguridad y la delincuencia se incrementaron, desde los robos menores, hasta el narcomenudeo y la desaparición de personas.
En la plaza principal del municipio, Sulub menciona también la fuerte división que vive la población indígena, enfrentada desde que el desarrollo del megaproyecto fue una realidad.
En el recorrido hecho por EL UNIVERSAL se pudo observar que de día o de noche, las máquinas han desnudado la tierra de vegetación para nivelar el camino, acabando con los árboles dentro del trazo y fragmentado un rico ecosistema interconectado que es hogar del jaguar y otra diversidad de especies, como el mono araña, el mono aullador , el puma , el ocelote o el venado cola blanca.
Bajo condición de anonimato, un joven de 26 años nacido en Chiapas, que se contrató como “responsable del rescate y reubicación de la fauna” hace seis semanas, admite que su labor consiste en ir observando si aparecen “culebras o serpientes” o “lagartijas” durante el avance de las obras, para tomarlos y dejarlos “en otra selva”.
Por ese trabajo, de las 8 a las 18 horas, siete días a la semana, recibe un promedio de 12 mil pesos al mes, sin prestación alguna, según el contrato de tres meses que –dijo– firmó con la Sedena.
Después de reiterar que tienen prohibido hablar con la prensa y dar informes, admite que trabajar para un proyecto de esta envergadura no significa nada para el y cuestionado sobre si se subirá al tren cuando entre en operación, responde: “me da igual”.
El Aeropuerto Internacional de Tulum y la UNESCO
El tren, en el Tramo 6, va ligado a la construcción del Aeropuerto Internacional de Tulum y de una Base Militar, en mil 521 hectáreas de terrenos selváticos propiedad de ejidatarios de Felipe Carrillo Puerto, a 10 kilómetros del límite norte con la Reserva de la Biósfera de Sian Ka’an (RBSK), Área Natural Protegida (ANP) compartida con Tulum.
En la zona de Muyil, en donde se presume que será la entrada al Aeropuerto, proliferan letreros para la compra-venta de terrenos, a fin de aprovechar el “desarrollo” urbano, inmobiliario y turístico que traerá consigo el megaproyecto.
Las obras y operación de la terminal aérea han sido vistas como una amenaza por organizaciones ambientales de la región, como el Grupo Ecologista del Mayab (GEMA) y Amigos de Sian Ka’an (ASK), debido a que forzarán el proceso de expansión urbana en las cercanías, afectando la integridad ecológica y paisajística de la Reserva, con la contaminación orgánica del agua y su posible proceso de eutroficación (estancamiento)
A finales del 2022, ASK recopiló más de un centenar de firmas respaldando el contenido de una carta que envió al inicio del 2023, al Comité del Patrimonio de la Humanidad de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), confirmó a EL UNIVERSAL, el director ejecutivo de la organización, Gonzalo Merediz.
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La intención fue advertir de la “seria amenaza” que el proyecto aeroportuario representa para la Reserva de Sian Ka’an, declarada en 1987 como Sitio de Patrimonio Mundial por ese organismo multilateral, debido a sus “excepcionales valores naturales universales”.
Todavía no se tiene confirmación de recibido, ni una postura sobre el tema, comentó Merediz Alonso, pero la preocupación prosigue.
“El riesgo continúa. Básicamente es importante que lo que se está haciendo atienda claramente el impacto, no solo de la infraestructura en sí, sino de lo que va a detonar en la zona, como el crecimiento de la población o el que la entrada al Aeropuerto esté en Muyil, de acuerdo con la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA)”, expresó el también Maestro en Biología Ambiental por la Universidad de Nueva York.
Merediz consideró relevante comprender que la pérdida de cobertura forestal tiene un impacto mayor en las comunidades mayas, que mantienen un manejo comunal de la tierra.