Juchitán.— Antonia y Elsa son vecinas de la Octava Sección de Juchitán. Sus casas las separan apenas 300 metros de distancia, y además de tener en común que ambas son del mismo barrio, también perdieron sus viviendas el 7 de septiembre de 2017, por el sismo de magnitud 8.2 que sacudió a esta ciudad del Istmo.
Después de cinco años, no han logrado reconstruir su patrimonio por falta de dinero.
Antonia Ruiz Martínez reconstruyó la mitad de su casa con 120 mil pesos provenientes del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), tres meses después del sismo. Sin la ayuda técnica de un arquitecto, el dinero del gobierno únicamente le alcanzó para levantar las paredes. De su bolsillo salió la reconstrucción del techo, el piso, el repellado, las puertas y ventanas.
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Logró dejar en obra negra su vivienda en dos meses y así es como ha permanecido en los últimos cinco años; lo que recibe de pensión tras el fallecimiento de su esposo, cuenta, apenas le alcanza para sobrevivir, pero no para terminar la obra.
La falta de dinero la llevó a prescindir de un arquitecto o ingeniero, así que dejó la construcción completamente en manos de un grupo de albañiles de la población de Santa María Xadani, quienes prometieron edificar una vivienda básica en dos meses y cumplieron.
“No me alcanzó el dinero que me dio el gobierno, tuve que meter lo que tenía ahorrado, hice lo que pude y no terminé. No tuve dinero para contratar un arquitecto, si lo hiciera menos me hubiera alcanzado, así que los albañiles hicieron todo. Es una casa que me protege”, comenta sentada en su sala.
Trabajos a medias
Elsa Orozco Orozco tardó tres años para conseguir que el gobierno federal, a través de la Comisión Nacional de la Vivienda (Conavi), la considerara damnificada y le otorgara 215 mil pesos. Con ese apoyo y su dinero levantó su casa en 80%, bajo la asesoría de un arquitecto.
“El gobierno me envió un arquitecto que me trajo unos planos de la casa para que los albañiles siguieran; mi yerno estuvo al tanto de que los albañiles respetaran las especificaciones, al final sí hicieron una casa muy reforzada y resistente en su base, pero porque los obligamos a seguir los planos. La falta de dinero nos obligó a parar”.
La vivienda no tiene ni dos años y comienzan a humedecerse las paredes y el techo con las lluvias; no obstante, Elsa no tiene recursos extras para frenar el problema, así que no le queda más remedio que dejarlo en manos de “la providencia”.
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Con poco dinero
Para el arquitecto Moisés Cruz Jerónimo Ruiz la falta de un reglamento de construcción municipal y de dinero llevó a los damnificados a reconstruir sus casas sin una guía técnica especializada, sólo confiando en la experiencia de los albañiles.
Algunos afectados se decantaron por los modelos prototipo de viviendas impuestas por empresas que no tomaron en cuenta el entorno, el clima y los materiales de construcción.
“Hay un antes y un después del terremoto en Juchitán en materia de vivienda. La imagen urbana eran casas grandes, de adobe, referentes que estaban ligadas a personajes y espacios; esas casas viven en el recuerdo. Ahora encontramos viviendas que llegan a ser inhabitables”, explica el arquitecto.
Recalca que en Juchitán no hay normativas o reglamentos de construcción tras el terremoto actualizados, aunque en Oaxaca existe un reglamento de construcción que data de 1998.
Eso, considera el arquitecto, llevó a muchos damnificados a construir libremente sus espacios, reproduciendo vicios en la estructuración.
Aunque también hubo algunas empresas o estudios de arquitectura que se encargaron de los edificios públicos que sí llegaron a utilizar el Reglamento de Construcción para el Distrito Federal, que se creó después del sismo de 1985.
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