Reynosa.— Aarón García Flores recuerda como si fuese ayer el sonido ensordecedor del gas escapando. Gritó a sus compañeros que corrieran, saltó una pequeña barda, y de pronto, una explosión lo lanzó más de 20 metros mientras sentía el fuego abrazando su espalda y rostro.
Este 18 de septiembre de 2022, a 10 años de la explosión en la Central de Medición de Petróleos Mexicanos, situada en el kilómetro 19 de la carretera Reynosa-Monterrey, que cobró la vida de 31 trabajadores, cinco de Pemex y 26 de compañías externas, y que dejó 43 personas lesionadas, Aarón no deja de pensar en sus amigos que murieron.
Cuenta que alcanzó a cubrirse el rostro con las manos; sin embargo, el fuego lo abrazaba despiadadamente. “Sentía el ardor, me estaba quemando, gritaba, me corrió la vida en un momento y pensaba en mis hijos solamente, veía una luz blanca y sentía que me iba a morir, pensar en mis hijos me dio fuerza y mi Dios que no me abandonó”, cuenta.
Entre lágrimas, Aarón afirma que después pudo levantarse y que observó cómo algunos de sus compañeros salían de entre los matorrales, por lo que les pidió que lo ayudaran.
“Salimos por entre el monte, gritábamos, pero no llegaba nadie. Veíamos a los helicópteros en el cielo, hacíamos señas, pero no nos veían, fuimos saliendo y llegamos a una brecha donde me encontré a un compañero, Arsenio, estaba tirado, lo levanté como pude, me decía que lo dejara, pero no lo hice”.
Fue entonces cuando escucharon que un vehículo se acercaba, era una camioneta con trabajadores de la compañía Tetra, quienes los rescataron para llevarlos al Hospital Materno Infantil de Reynosa, donde permaneció internado nueve días, antes de ser trasladado a otro hospital en Monterrey.
Nada volvió a ser igual
Aarón no pudo regresar a trabajar como encargado de pintura de los tanques de almacenamiento, lo que generó problemas económicos para su familia, sin contar los daños emocionales que la explosión le dejó.
“Quedamos vivos, pero muertos en vida”, asegura el joven. Afirma que tras el incidente se les otorgó una pensión con la cual, desafortunadamente, no podía mantener a su familia, por lo que decidió marcharse a Estados Unidos, donde actualmente trabaja como carpintero, construyendo casas.
Dice que tanto las compañías externas, como Petróleos Mexicanos dejaron de ayudarlos, pese a que les dijeron que los indemnizarían y que tendrían empleo si quedaban bien.
“Yo toqué muchas puertas y nunca me abrieron. Fui a Pemex, a muchas compañías y nada. Recuerdo a mis compañeros con gran orgullo y sentimiento. Las autoridades no cumplieron en su momento, y después de 10 años ya cambiaron todas las autoridades. Esperemos que algún día se nos dé la oportunidad de trabajar en México para seguir sacando adelante a nuestras familias”, comenta García Flores.
Aarón aún tiene las marcas del fuego en manos, brazos y espalda, no pierde el optimismo ya que, asegura, sus hijos requieren de su esfuerzo para salir adelante. “Con la pensión que nos dieron no salimos adelante, actualmente mi familia está bien, mis hijos, mi esposa y mi mamá. Se me cerraron las puertas en México, pero Dios permitió que llegara a Estados Unidos”.
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