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.- Rachas de un extraño viento frío en vísperas de primavera, derribaron las ofrendas florales colocadas frente al mural donde destacan los rostros de Jorge Mercado Alonso y Javier Arredondo Verdugo , estudiantes de excelencia del Tec de Monterrey, asesinados por militares a escasos metros de distancia de ese sitio, hace precisamente doce años y aún sin recibir sentencia.
Rosa Elvia Mercado Alonso, madre de Jorge Antonio, toma del suelo, bajo el puente elevado de Garza Sada y Luis Elizondo, piedras azules empolvadas, a fin de usarlas como protección y soporte para que el fuerte viento no derribe ni se lleve las flores; mientras paradójicamente, denuncia, otras piedras de diversos tamaños, han obstruido su largo y complicado camino a la justicia.
Sin embargo, no piensa desistir en su lucha, aunque en este doce aniversario del doble crimen , sólo es acompañada por su esposo, Joel Medina Zalazar y cuatro jóvenes (tres mujeres y un hombre) del colectivo “Todos somos Jorge y Javier” y Amnistía Internacional, únicos asistentes a un sencillo acto de protesta, homenaje y memoria a fin de exigir justicia para los estudiantes y sus familias.
En febrero de 2020, murió la madre de Javier, Haydé Verdugo, mientras su padre, hoy está delicado de salud, pero los acompaña con su corazón y pensamiento desde Todos Santos, Baja California Sur, comenta doña Rosa Elvia.
“Estamos aquí exigiendo la justicia, pidiendo a las autoridades despierten, ya son doce años pidiendo justicia, doce años de lucha y sufrimiento; todos los días pedimos justicia, y rogamos a Dios que obre en las autoridades para que toque sus corazones y puedan ponerse en nuestro lugar, que si fuera uno de sus hijos, qué harían, por eso nos movemos”, agregó la señora Mercado Alonso.
Junto a la entrada del Campus ITESM Monterrey ubicada en Garza Sada y Luis Elizondo, señala, nos reunimos aquí, “porque, tristemente en este lugar fue donde cayeron los muchachos, los cayeron, y cada vez que pasamos por aquí nos trae tristes recuerdos”.
Las autoridades del Tec, afirma, “siempre nos hacen entrar por otro lado, pero pasamos por aquí y es inevitable ver este puente, Jorge y Javier vivían a media cuadra de aquí; por esta calle, Luis Elizondo, pasaron miles de veces y tristemente la última vez que pasaron fue donde los asesinaron a sangre fría, por eso exigimos justicia”.
Lamentó que en los dos últimos años, han pasado muchas situaciones que nos ponen a pensar que las autoridades a lo mejor piensan que con una disculpa pública, ofrecida hace dos años por el gobierno federal, “nosotros nos íbamos a quedar muy contentos, sí le damos gracias a Dios por esa disculpa pública, era lo que exigíamos también al inicio de no saber la verdad, que se limpiaran los nombres de Jorge y de Javier”.
Pero cuando supimos lo que realmente habían hecho con los muchachos, de que no se conformaron con asesinarlos, sino que los arrastraron, los robaron, bueno… Les dije una vez a las autoridades, yo creo que ustedes están apostando a que se olvide el caso, pero nosotros en lo particular no podemos olvidarlo.
“Hemos pasado por un camino muy difícil, son doce años en donde nos hemos tropezado con muchísimas piedras y de distintos tamaños, pero tenemos un Dios muy grande que nos hace pasar cada obstáculo, yo no le pido que me quite los obstáculos, yo le pido que me ayude a pasar esos obstáculos y lo está haciendo.
Mencionó que aún hay dos militares prófugos, de los seis señalados por el asesinato de Jorge y Javier, “aún no se ha hecho nada sobre esos, y pues los que están encerrados, parece ser que ellos tienen más derechos que nosotros, todo lo que solicitan se hace, y lo que nosotros solicitamos le piensan mucho”.
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El sencillo acto de protesta fue un “picnic” para convivir, a la sombra de un encino ya seco, sembrado a unos cuatro metros de la puerta donde terminaron ya sin vida los cuerpos de Jorge y Javier, a quienes los militares les colocaron armas, para hacerlos pasar por sicarios.
Ana Cecilia Cedillo, quien particiṕó en la protesta y fue testigo de los hechos del 19 de marzo de 2010, pues se hallaba en un establecimiento comercial a pocos metros, dice que fue un hecho muy traumático que marcó un antes y un después en Monterrey. “Todos deberíamos estar aquí, pero no tenemos memoria en general como sociedad”.
También lamenta que sigan los militares en las calles, cuando “no tienen preparación para labores de seguridad”, y reprocha que el Tec de Monterrey, en un principio aceptó la versión de las autoridades de que los muchachos eran “sicarios armados hasta los dientes”, siendo que sus guardias de seguridad, sabían que eran estudiantes, porque ellos los oyeron y está grabado en sus mismas cámaras. Los mataron los militares dentro del Campus, yo vi cuando se estaban metiendo”.
Por eso, dice, faltó mucho apoyo, “hoy deberían estar aquí con su poder de convocatoria”, y habiendo estudiado la maestría en esa institución, recuerda, “nunca se me va a olvidar que al día siguiente, reanudaron las clases como si nada y que los guardias estaban aquí lavando la sangre de los muchachos”, en la banqueta frente a la entrada, donde quedaron los cuerpos de Jorge y Javier.
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