Con 17 años y originaria de , Leslie del Ángel es trabajadora del hogar en Nuevo León, estado al que migró sola en 2020 a fin de ganar dinero para los gastos médicos de su madre. Su experiencia ha sido dura, pues la mayoría de las personas que la han contratado lo han hecho con bajos salarios y maltratos, diciéndole que “debe aguantarse” porque, por su edad, “en ningún lado la van a contratar”.

La primera vez que Leslie laboró como trabajadora del hogar, cuenta que sus empleadores ejercieron violencia en su contra; le prohibían ir al médico si se enfermaba y le racionaban la única comida diaria que le ofrecían, a pesar de ser trabajadora de planta. Constantemente la privaron de sus derechos : era una menor de edad trabajando más de ocho horas diarias, al cuidado de una familia con dos menores de edad, sin seguro médico ni un salario justo.

“Les decía que me dejaran ir al médico, pero ellos me respondían que si salía de la casa no regresara porque ya no habría trabajo, que si me sentía tan mal acabara de limpiar y entonces podía acostarme”, relata.

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Leslie cuenta que conoce otras jóvenes que, por su edad, sólo han podido conseguir trabajo haciendo labores del hogar, pero con maltratos constantes. Por eso, asegura, apenas sea mayor de edad, buscará emplearse en una fábrica, donde tendrá seguro y un mejor salario, que le permitirán convertirse en enfermera y terminar de construirse una casa en su tierra natal.

Leslie no es la única adolescente que ha tenido que aplazar sus sueños por obtener ingresos cuidando de los demás y, con ello, descuidándose ella. Históricamente, niñas y adolescentes se han empleado en trabajos de cuidado remunerados. Según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación ( Conapred ), una encuesta de 2015 reveló que en México un tercio de las mujeres trabajadoras del hogar comenzaron a laborar siendo menores de edad.

Debido a la pandemia, algunas organizaciones, como Oxfam International, han alertado por el aumento de niñas que han desertado de sus escuelas para dedicarse a cuidar, remunerada y no remuneradamente.

En este sentido, la activista Ana Karen de Jesús Flores , abogada y miembro del colectivo Desde Mujeres, señala que lo anterior tiene que ver con factores de desigualdad. “Hablando de niñas y adolescentes, muchas tuvieron que dejar la escuela porque no pudieron seguir con el esquema de educación en línea. Con la pérdida de los ingresos en las familias, se vieron obligadas a trabajar y así se vulneraron sus derechos a la educación y salud, porque estaban expuestas a los contagios de Covid mientras trabajaban”, dice.

Bajos sueldos y pocos “muchachos”

En grupos de Facebook como Busco muchacha Nuevo León o Busco Sra. o muchacha para limpiar casa, Leslie ha encontrado dos de sus últimos trabajos. Aunque dice que en el lugar donde labora actualmente la paga que recibe, de mil 900 pesos por seis días de trabajo a la semana, es mejor que en antiguos empleos; considera que el mínimo por limpiar una casa grande, preparar tres comidas al día, cuidar de niños y pasear a las mascotas debería ser de 2 mil pesos semanales.

En estos grupos de redes sociales hay varias constantes: quienes son buscadas para los trabajos de cuidado son siempre mujeres, pueden ser jóvenes o adultas, pero pocas veces hombres. Además, los salarios que ofrecen son muy bajos, de mil 200 a mil 400 pesos a la semana por un trabajo de planta. Incluso hay quien ofrece 130 pesos diarios.

En este sentido, el Sindicato Nacional de Trabajadores y Trabajadoras del Hogar ( Sinactraho ) señala en su tabulador que el pago justo para una persona que realiza trabajos de cuidado debe ir de entre 300 y 600 pesos por una jornada de ocho horas, misma que debe estar amparada por un contrato de trabajo, en el que se debe cumplir también la obligatoriedad por Ley del Seguro Social y prestaciones .

Por otro lado, en lo relativo a por qué los trabajos de cuidado recaen sobre las mujeres, la activista Ana Karen de Jesús explica que es necesario analizarlo desde una perspectiva de género, pues “estas actividades aún se consideran como un deber de las mujeres y niñas, a quienes se les asigna una carga de trabajo basada en un rol de género y estereotipos, cuando todos en algún momento vamos a cuidar y ser cuidados”.

Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo ( ENOE ), para el cuarto trimestre de 2020 había en México 2.2 millones de personas dedicadas al trabajo del hogar remunerado; 90% eran mujeres.

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Defensa y el camino que falta

En la Ciudad de México, Naty Estrada es también trabajadora del hogar; tiene 19 años y es originaria de Santa María Chilchotla, Oaxaca. Desde los 14 años se ha dedicado a cuidar de los demás: adultos mayores, niños, personas enfermas.

Al contar su historia, Naty explica que en Oaxaca, durante su infancia, cuidó por primera vez a una persona enferma y recibió un salario por ello, aunque era bajo y fue víctima de algunos malos tratos. Al migrar a la Ciudad de México, tuvo otros empleos como mesera o vendedora, pero luego comenzó a laborar como trabajadora del hogar.

“Al principio, la persona que me contrató se burlaba de mí y me trataba mal. A mí me dolían las humillaciones, pero las aguantaba, hasta que puse un alto. Soy una persona que está trabajando y recibiendo un sueldo, pero no porque me estén pagando me van a maltratar”, dice.

Según explica, las personas que la contrataron, posteriormente se disculparon y le pidieron que volviera. Ella aceptó. Los tratos mejoraron, pero actualmente no tiene seguro y si se enferma o se siente mal, ya que tiene un problema de presión, nadie la cuida. Su sueldo quincenal es de 2 mil 400 pesos.

“Nadie te pregunta cómo te sientes, si ya comiste o qué piensas (...) Creo que a veces así es esto; nos toca estar solas, pero hay que defendernos. Me gusta mi trabajo, pero quisiera que me pagaran y me trataran mejor”.

En este sentido, María de la Luz Padua, Norma Palacios y María Isidra Llanos, de la secretaría general del Sinactraho, señalan en entrevista que es necesario que se garanticen condiciones laborales y legales dignas para las personas trabajadoras del hogar y sobre todo, que ellas sepan que cuentan con espacios seguros y de defensa.

“Las leyes han avanzado, pero en lo real, sabemos que no es así y faltan luchas para que estos derechos sean reales y plenos”, dice al respecto Norma Palacios.

A la par, destacan la importancia de reconocer que todo el trabajo que realizan menores de edad es un delito.

“En general, para las trabajadoras del hogar no existe un real acceso a la justicia (...) Estamos hablando también de que la contratación de las menores viene muchas veces ligada a casos posteriores de acoso, violencia sexual laboral y explotación. Además, niñas cuidando niños no es lo justo”, dice al respecto María Isidra Llanos.