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Pachuca.— Flores, veladoras y un grito de Justicia para Mariana se escuchó en Tlahuelilpan. El día había sido largo; la noche parecía aún más. Pasaron 45 días para que Mariana volviera con su familia, para que descansara en paz en el cementerio.
Su sonrisa, cabello rizado y la foto de su graduación aparecían una y otra vez en redes sociales. Cientos... miles de personas compartieron la ficha de desaparecida, el grito ¡#NosFaltaMariana!
La mañana del domingo 2 de agosto, la joven pidió permiso para ir a desayunar con una amiga y salió de su casa; sin embargo, nunca regresó.
El tiempo pasó y llegó la desesperación; luego, la búsqueda. Cámaras de seguridad de un negocio mostraban que la joven estuvo por última vez en las calles 5 de mayo y avenida Vicente Guerrero, con su blusa rosa, sudadera gris, pantalón negro y tenis amarillos. Fue la última imagen que hubo de ella.
A partir de ahí, no sólo la vida de Mariana se desmoronó, sino la de toda su familia. Vinieron los gritos de desesperación en privado, mientras que, en la calle, marchas inundaron la zona sur de Hidalgo. La exigencia de justicia se escuchó en municipios como Tlahuelilpan, Tula, Atitalaquia, Atotonilco, Mixquiahuala y Tlaxcoapan, donde mujeres salieron a dar voz a las desaparecidas.
El 10 de agosto, las alertas se encendieron. La familia de Mariana fue informada de que un cuerpo de mujer había sido localizado en un paraje del municipio de Chilcuautla: la ropa coincidía, pero por el estado de los restos era imposible reconocerla.
Entonces, los familiares rechazaron que fuera ella, pero aceptaron realizarse una prueba de ADN. En la espera, la madre de la joven y sus amigos pedían que se siguiera compartiendo la ficha.
“Te seguiré esperando, mi niña... Te amo mucho”, se leía en las redes sociales de su madre. El lunes pasado, la esperanza se acabó: los resultados de las pruebas de ADN mostraron que el cuerpo en el paraje era de Mariana.
Entonces, la conmoción llegó al pueblo de Tlahuelilpan, conocido a nivel internacional por la tragedia a causa del robo de combustible. Nuevamente, la gente salió a las calles.
El reloj ejidal que se encuentra en el centro de la comunidad fue testigo del dolor de sus pobladores. La noche cayó y, con ella, comenzaron a arribar los vecinos, algunos con velas y otros con flores. “No lo puedo creer”, murmullaban los asistentes, y sus palabras se mezclaban con la letra de la canción Sin Miedo: “A cada minuto de cada semana, nos roban amigas, nos matan hermanas”.
El llanto brotó de los ojos de los asistentes, mientras que en el reloj las veladoras formaron un corazón con una M al centro.
Hoy Mariana ya no está, pero hay una promesa entre sus seres queridos y amigos: justicia.