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Huyó de San Salvador para salvarse de las pandillas. Llegó a Chiapas en 2016, tras 12 horas de viaje luego de que la amenazaron de muerte. Confiesa que empezó como todo mundo en aquel país que vive bajo las reglas de los Maras o Barrio 18, pagando piso para sobrevivir, luego, por ser transgénero, le pidieron hacer el cobro de las extorsiones: lo hizo.
Sin embargo, no fue suficiente, terminó por vender droga, aun así le pidieron más, también tenía que recibir pandilleros cuando les placía, los atendía y alimentaba. Servirlos no tuvo ningún efecto para salvarse, dice, al final uno de ellos llamó a su casa, donde sólo vivía con su mamá.
Esa misma noche tomó un cambio de ropa, dinero de una tienda de su familia en la que trabajaba, sin avisar se fue con el miedo de que en su trayecto una bala la alcanzara. Shantal es una de las centroamericanas que han dejado su país por la violencia entre pandillas, pero también porque ser transgénero es como una sentencia de muerte.
Llegó a México, donde pidió refugio; vivió en Tapachula, donde esperaba respuesta del gobierno mexicano para saber si le permitirían viajar porque su objetivo era llegar a Estados Unidos. Vivía con otras chicas transgénero en uno de los pocos espacios que una comunidad conservadora como la del sur de Chiapas les dejaría rentar; el centro se había convertido en el punto de reunión de varias.
Alquilaban cuartos de concreto, sin puerta, donde cabían una o dos personas, pero habitaban hasta seis o siete. Una vecindad del centro en Tapachula, hacinadas mientras esperaban recibir refugio o visa humanitaria de México para continuar su camino al norte, casi todas a Tijuana.
—De Shantal no sabemos nada. Creo que no recibió ningún documento, quién sabe si la deportaron, dice Francia, quien viajó en camión junto con su sobrina y su bebé, también llegaron con ella Walther y Estefany, de San Salvador.
De Tapachula recuerda que sólo hay dos maneras de sobrevivir: con ayuda de la familia o a través de la prostitución, pues ser migrante en esa ciudad y transgénero te sentencia a vivir en las sombras.
Narra que en grupo llegaron al refugio de "Las Mariposas", un albergue en Tijuana que también funciona como centro de rehabilitación para la comunidad diversa, pero que ante la necesidad abrió parte de su espacio para recibir a las transgéneros mexicanas y centroamericanas, que en los últimos tres años, consideran, han ido en aumento.
El representante legal del organismo, Jaime Marín, afirma que es difícil tener un conteo oficial porque en 2016 empezaron a llegar a los refugios, cuando antes lo hacían directamente con otras compañeras. En el caso del albergue, durante un año habrían dado alojamiento a tal vez unas 80 personas.
La llegada de mujeres y hombres transgénero no ha parado. Apenas la última semana de marzo pasado un grupo de unas 30 chicas, de El Salvador, Honduras y Guatemala llegó a Tijuana junto con una caravana de más de 300 migrantes, de los cuales más de 100 solicitaron refugio.
Sin embargo, una de las mujeres, Roxane, recién perdió la vida dentro de uno de los centros de detención del Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés), lo anterior provocó una protesta por parte de activistas de la comunidad LGTB en esta ciudad.