Tequisistlán.— Si no fuera por un par de niños y unas señoras que se surten en las únicas tiendas abiertas en este pueblo conocido como La llave del Istmo, las calles de lucirían fantasmales.

El miedo se respira desde la entrada de esta comunidad chontal, ubicada a orillas de la carretera federal, la única que conecta al Istmo de Tehuantepec con la ciudad de Oaxaca.

Este miedo no es injustificado. Hace más de 20 días, el Covid-19 entró en un taxi de la comunidad y rápidamente se esparció en los hogares; hasta ahora ha dejado 18 muertos y 161 enfermos confirmados por pruebas rápidas, aunque la autoridad municipal estima que son más de mil contagiados entre los 6 mil 500 habitantes.

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El tañer de las campanas por los muertos siembra más el miedo. Es costumbre que la iglesia de Santa María Magdalena, que data del siglo XIX, doble sus campanas tres veces por cada adulto que muere en la comunidad, así que desde que se desató el brote no paran de sonar hasta en cuatro ocasiones al día.

El edil excava tumbas

Para entrar a Magdalena Tequisistlán todos tienen que identificarse con los policías municipales, quienes reportan por radio las visitas o emergencias. Se instaló un filtro sanitario con dos enfermeras para tomar la temperatura y dar gel antibacterial.

El Covid llegó en un taxi a Tequisistlán y ha dejado al menos 18 decesos
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Según el presidente municipal Roel Filo Lozano, sólo del 8 al 29 de julio han muerto 18 personas; el 26 fue el día más letal, con cuatro decesos. Después de reportar la emergencia a los Servicios de Salud de Oaxaca (SSO) se aplicaron pruebas rápidas que arrojaron 161 personas positivas, lo que elevó la alerta y se estableció el toque de queda.

“Para nosotros es la primera ola y nos está dando con todo, porque nos agarró con una clínica sin medicina, con un hospital abandonado, sin vacunas a las personas de 30 años y con una sola dosis a los de 50 y 40.

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De todo el Cabildo, sólo el presidente municipal, el regidor de Ecología y la síndica están libres de Covid, el resto está contagiado, incluyendo a la mayoría de los policías. Así que los tres funcionarios se distribuyen el trabajo administrativo, de gestoría y hasta de excavación de las tumbas en el panteón.

“Sólo somos nosotros tres, nos partimos en mil pedazos. Estamos gestionando en la funeraria, llevamos los tanques de oxígeno a rellenarse a Salina Cruz. Nos ha tocado que en la madrugada nos hablan para ocupar una tumba; en una ocasión el edil tuvo que excavar porque no había nadie. Mis hijos ya me dijeron que lo deje, que me pongo en riesgo, pero tengo una obligación con el pueblo”, argumenta la síndica Helena Luna.

La solidaridad del pueblo

Cerca de la casa de la familia Morales Maldonado, Roberto Ordaz deja una bolsa con tres kilos de mojarras, frutas, verduras y medicina. No es su familiar, sólo un conocido.

“Es un pueblo chico y todos nos conocemos, por eso al enterarme de la situación de la familia decidí venir a dejarles algo de comer. Creo que es momento de que nos apoyemos”, cuenta.

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Robisel Morales Maldonado, su hermana, madre y cuñada pasan los días cuidando de su hermano de 27 años y su cuñado, quienes están tendidos en catres conectados a tanques de oxígeno. También cuidaban a su padre Julio, de 73 años, quien falleció esta semana. Agotados sus recursos, se vieron obligadas a pedir ayuda.

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Como ellos, los enfermos que no logran ingresar a hospitales de la región por falta de camas se atienden en sus casas; los que tienen mayor solvencia o familiares fuera de Tequisistlán se atienden en Salina Cruz, Tehuantepec, la capital y hasta Pochutla, en la Costa.

La autoridad municipal refiere que si los gobiernos estatales no hubieran dejado como “elefante blanco” el Hospital Materno Infantil, construido en el periodo de Ulises Ruiz e inaugurado por Gabino Cué, el espacio hoy sería la salvación de los habitantes.