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Emiliano Zapata.— Los pescadores de las comunidades de El Pochote y San Román, en este municipio, están atravesando su peor crisis de los últimos 13 años debido a que el río Usumacinta se desbordó, las ocho lagunas donde trabajan subieron de nivel y ha sido más complicado encontrar tilapias, mojarras y robalos.
En esta zona de Tabasco, el cielo permanece grisáceo la mayor parte del tiempo.
Durante el día y la noche caen tormentas que pueden durar sólo unos minutos o incluso horas, pero cada gota representa la probabilidad de que el Usumacinta se siga extendiendo.
El Pochote y San Román son lugares tradicionalmente pesqueros. Afuera de cada casa se observa un bote, redes y las herramientas que los habitantes utilizan para hacer su trabajo. En un día común, los pobladores pueden recolectar hasta 100 kilos de pescado; sin embargo, ahora, en medio de las inundaciones, son contados los peces que muerden el anzuelo.
Los damnificados relatan que desde 2007, cuando también se registraron inundaciones en esta entidad federativa, no habían atravesado una situación similar y lanzaron un llamado a las autoridades para que los ayuden a salir adelante. Calculan que las ocho lagunas donde trabajan han incrementado entre 15 y 30 metros su altura, lo cual ha ahuyentado a los peces.
“Ya tiene casi el mes que empezó a subir bastante [el Usumacinta], todo se lo llevó el río, entró el agua hasta adentro, lo poco que tenemos se mojó y tenemos pocas cosas (...) Aquí a la pesca sí le afectó bastante porque nosotros pescamos cuando el río está bajo en las lagunas (...) ahorita no podemos”, dice Lázaro Esquivel, habitante de El Pochote.
Él, como otros damnificados, comparte que hasta ahora los tres niveles de gobierno sólo les han entregado una despensa con arroz, frijol, azúcar y otros alimentos, y la han tenido que racionar para que dure la mayor cantidad de días posibles.
Pablo Jiménez y María del Rosario Mendoza son parte de otra familia dedicada a la pesca y que ha quedado damnificada. Los pocos peces que capturan los tratan de vender en una carretera de San Román para alimentar a sus hijos.
“No hay casi pesca. Como el agua está desparramada por todos lados es difícil. Cuando nos va bien conseguimos 10 ensartas —cada una de tres o cuatro mojarras— y ahora son tres o cuatro ensartas”, señala María.
El Usumacinta no sólo ha paralizado el empleo de los pescadores, sino que también logró ingresar a algunas casas. Las familias perdieron muebles, electrodomésticos y ropa.
Para evitar que el río ingresara a los hogares, el gobierno municipal regaló costales de arena a los pobladores de El Pochote y San Román, pero la barda que crearon con esos bultos fue insuficiente para el agua.
Aunque las inundaciones en Emiliano Zapata ya tienen un mes y medio, sus pobladores temen que las lluvias continúen y que el Usumacinta siga subiendo de nivel. Si eso ocurre, las zonas periféricas del municipio, donde hay un mayor rezago, serán las más dañadas.