Empleados de funerarias de Saltillo platicaron las vicisitudes que pasan en su profesión, pues afirman que han sido testigos de fenómenos inexplicables, hasta cuestiones curiosas propias de su oficio.

En la sala principal de Protecto Deco , un enorme Cristo de madera está pegado en el techo de la sala principal del inmueble y, dicen, cada vez que rechina saben que pronto les llegará trabajo.

“Porque se oye fuerte como si se extendiera la madera” aseguran los empleados. De acuerdo con su versión cuando se llega a escuchar enseguida suena el timbre del teléfono o al poco rato entran personas a pedir un servicio.

Narran que han batallado para meter a ataúdes especiales cadáveres de personas obesas que pesaban más de 200 y hasta 230 kilos. Un cajón normal mide 2.10 metros de largo por 80 centímetros de ancho, pero hay cadáveres de personas obesas que pesaban más de 200 kilos.

“A mi me han tocado como tres, se necesitaron féretros especiales del doble, de 1.60 metros de ancho en lugar de 80 y para el que pesaba como 230 kilos se requirieron una docena de hombres para cargarlo, subirlo a la carroza y bajarlo a la gaveta en el panteón”, platica Javier, de 44 años de edad, quien es responsable de turno.

“Yo voy por los cuerpos a clínicas, hospitales, a las casas o al SEMEFO (Servicio Médico Forense) y los traigo para acá, le ayudo al embalsamador a meterlos al cajón y a veces tengo pesadillas, sueño que me persiguen los muertos y me despierto asustado”, platica Javier a EL UNIVERSAL.

EL DE LA SANTA MUERTE

Uno de los casos más extraños, narra Javier, fue el cuerpo de un hombre que tenía en un tatuaje muy grande a la Santa Muerte que le abarcaba toda la espalda y lo acostaron en “La Plancha” (para embalsamar).

Resulta que cuando lo levantaron y lo metieron al cajón la silueta de la Santa Muerte se quedó dibujada y además dejó un olor muy fuerte impregnado en el laboratorio.

“Olía muy raro le echaron agua con jabón en el piso, cloro y hasta ácido muriático, pero por más que limpiaron seguía apestando, pasados como 15 días fue que desapareció el mal olor”, agrega.

“AHORCADOS LLORAN”

Otro, agregó, es el de un muchacho que se ahorcó, tendría unos 25 años de edad. El embalsamador preparó el cadáver como es costumbre, utilizó un aparato para extraer los líquidos, gases y sólidos (heces fecales) y le inyectó unos químicos para secar el cuerpo.

“Todo lo hizo como siempre a fin de que aguantara 72 horas y no se fuera a descomponer, lo metimos a la caja e instalamos el servicio, cuando unos familiares vinieron a decirnos que le salían lágrimas de sus ojos.

El embalsamador les contestó: “Eso es algo que no debería ocurrir, no tengo ninguna explicación ni lógica ni científica, ya me han tocado varios casos de suicidas que lloran después de muertos y se ven tristes, en su cara lo reflejan”.

Hay muertos que se ven contentos, denotan emociones y sentimientos en su rostro, a otros se les ve serenos, como que están en paz, tranquilos, mientras que en padres, hermanos y otros parientes hay cargos de conciencia y arrepentimiento cuando llega la defunción, comentó.

EL QUE NO SE QUERÍA IR

“Una vez llevé un servicio a la Iglesia de la Sagrada Familia, la que está por los panteones y, saliendo de misa, metí el ataúd a la carroza, la que trae unos rodillos y el pedestal, pero la caja se regresó tres veces.

“Hasta que lo puchamos y le metí el seguro. Es que no se quería ir, a lo mejor tenía asuntos pendientes que resolver”, comenta.

afcl

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