San Cristóbal de las Casas.- A los pocos meses de que Donald Trump tomó posesión como presidente de Estados Unidos —el 20 de enero de 2017— los coyotes recorrían ciudades y aldeas de Guatemala, Honduras y El Salvador para decirles a las familias que “era el momento” de viajar a la frontera norte de México, porque la Patrulla Fronteriza “ejecutaba” el programa “atrapar y liberar” , que permitía ser liberado en un máximo de 48, para esperar en territorio estadounidense una audiencia de asilo en la Corte de ese país.
Así, en los primeros meses del 2017, los coyotes —esas personas que cobran miles de dólares con la promesa de llevar a los migrantes al sueño americano — abrieron una nueva ruta desde Carmen Xhan, una comunidad guatemalteca colindante con el parque nacional Lagos de Montebello, en el municipio de La Trinitaria, Chiapas, que les permitía enlazarse en pocos minutos con Comitán de Domínguez y en una hora y media con San Cristóbal y en tres más, ya estaban en tránsito por autopistas de Veracruz, rumbo a Tamaulipas o Nuevo León.
Esta ruta es la menos conocida, ya que tradicionalmente los centroamericanos corrieron por la costa, Tapachula-Arriaga-Oaxaca, pero a partir de 1995, tras el paso del huracán Stan, se modificaron las rutas.
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En la investigación “Trazando rutas de la migración de tránsito irregular o no documentada por México”, de Graciela Martínez, Salvador David Cobo y Juan Carlos Narváez, identificaron la apertura de dos nuevas rutas, la que va de “Chancalá-Palenque, en Chiapas, sitio donde convergen las vías de comunicación iniciadas en la frontera Tabasco-Guatemala”, es decir la que viene de Tenosique.
Otra con dos ramales sería la que parte de La Mesilla, Guatemala, que conecta con Ciudad Cuauhtémoc y de ahí toma hacia la cabecera municipal de Frontera Comalapa, para caminar por la Sierra, hacia Villaflores o caminar por la Panamericana, hacia Comitán, San Cristóbal-Tuxtla.
El paso de Gracias a Dios
Un año antes de que se registrara el movimiento de las caravanas del migrante , que iniciaron en octubre del 2018, a la aldea guatemalteca de Carmen Xhan, llegaban en un solo día, hasta mil personas desde todos los departamentos (estados) de Guatemala, así como de El Salvador y Honduras, que eran movilizadas a través de una red de conductores de camiones de redilas, camionetas tipo panel y suburban hacia la otra frontera.
Todo el día había movimiento de autobuses y microbues que llegaban a la terminal de transporte de la localidad de Gracias a Dios, en Chiapas, a un costado del templo católico, hasta con un centenar de pasajeros. Los vehículos arriban desde Nentón, Camojá o Huehuetenango, ésta la cabecera departamental. Una nube de cambistas se acercaba a los migrantes para ofrecerles pesos mexicanos, por los quetzales, lempiras o dólares que llevaban y algunos centroamericanos compraban chips con números de México de la empresa Telcel.
El guía esperaba unos minutos y luego les pedía que lo siguieran hacia una galera, que se ubica frente al campo de fútbol, a un costado del templo asamblea de los Testigos de Jehová, donde los migrantes deberían esperar unas horas, para luego abordar los vehículos en los que traspasarían la frontera México-Guatemala, sin que ninguna autoridad migratoria les pidiera papeles.
Algunos de los migrantes compraban agua, galletas o alguna medicina en los negocios del pueblo y otros comían en el restaurante Azteca, propiedad del alcalde del Pueblo, Marvín Hernández, colindante con la terminal de autobuses, por unos 60 o 70 pesos mexicanos.
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El flujo masivo de centroamericanos que llegaron a través de las caravanas, dinamizó la economía de Gracias a Dios, porque los restaurantes, hoteles y comercios vieron crecer sus ganancias con el dinero que dejaban las familias que iban en busca de trabajo y reencontrarse con sus familiares en los Estados Unidos.
Hernández que trabajó durante cinco años en Carolina del Sur y Virginia como ayudante de cocina y que en el 2011 regresó a Gracias a Dios con 60 mil dólares, levantó su casa donde funciona el restaurante Azteca, justifica la migración, porque dice que en Guatemala no hay empleo, mientras que el campo solo da para la sobrevivencia.
Para llegar hasta Gracias a Dios cada uno de los migrantes deberían contar con entre cinco y siete mil dólares, dinero que sus familiares mandaban desde los Estados Unidos o pedían un préstamo con agiotistas, con intereses del 10 al 15 por ciento.
El pago, cuentan algunos migrantes, les permitía hacer el recorrido de 2 mil 900 kilómetros hasta la frontera con los Estados Unidos, pero en caso de ser detenidos por las autoridades mexicanas, tenían derecho a otra oportunidad.
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Hasta esta frontera llegaron guatemaltecos de Petén, que se opusieron viajar por la ruta que corre de Tenosique-Villahermosa-Veracruz-Tamaulipas, por “la peligrosidad” que representa, ya que “los coyotes nos quieren subir al tren”, dijo una migrante entrevistada en Nentón, sede de la cabecera municipal a la que pertenecen varias aldeas, entre estas Gracias a Dios.
Por Gracias a Dios pasó el niño Felipe Gómez Alonzo, de 10 años de edad, acompañado de su padre Agustín Gómez Pérez, que falleció bajo custodia de la Border Patrol, el 24 de diciembre del 2018, en Nuevo México y que para el viaje pidió un préstamo de 56 mil quetzales; también los tres guatemaltecos que murieron en una emboscada en el ingenio Pujiltic, en el municipio de Venustiano Carranza, Chiapas, el 3 de marzo del 2019, y el grupo de migrantes que se accidentó el 7 de marzo del mismo año en la vía Soyaló-Chicoasén, donde fallecieron 25 personas y 29 resultaron heridas.
Desde la casa de seguridad de Gracias a Dios, los polleros movían durante el día a los centroamericanos hacia casas de seguridad en las cercanías del ejido Cárdenas, municipio de La Trinitaria, donde tenían que esperar que cayera la noche para abordar los camiones de redilas, camionetas tipo suburban y urvan hacia Comitán y de ahí hacia Teopisca y San Cristóbal, sin ser detenidos por ninguna autoridad migratoria o policiaca.
Los vehículos evitaban entrar al Centro de Atención Integral al Tránsito Fronterizo (CAITF) en La Trinitaria, al tomar el carril en sentido contrario, ante la mirada de vigilantes privados, soldados y elementos del Instituto Nacional de Migración (INM).
En la garita migratoria de Chacaljocom, en Comitán, la caravana pasaba sin ningún problema, porque a las 19:00 horas se cerraba, pero cuando se topaban con algún agente, los choferes amenazaban a los oficiales al simular la figura de una pistola con la mano, cuenta un elemento que pidió no ser identificado.
Solo el Ejército realizaba algunas detenciones durante el día, como la que ocurrió el 23 de enero del 2019, cuando una camioneta que transportaba unos 12 salvadoreños y guatemaltecos volcó por la persecución en el tramo Carmen Xhan-Cárdenas, comunidades del municipio de La Trinitaria.
La acumulación de migrantes que se congregaba en Gracias a Dios, obligó a los coyotes a desafiar a las autoridades durante el día, pero para hacerlo corrían el riesgo de ser detenidos.
El 7 de mayo de 2019 un grupo de traficantes que movía más de cien personas intentó pasar por una carretera de terracería, pero fue detenido en la comunidad Bolantón, del municipio de Comitán, donde a cambio de pagar una multa, se les permitió continuar con su trayecto.
El Libramiento Norte de Comitán era un camino que durante el día y noche registraba un constante flujo de camiones y camionetas con migrantes rumbo a San Cristóbal.
La amenaza de Trump
El 30 de mayo del 2019, el presidente de Estados Unidos, Donal Trump, en un intento por detener el flujo de migrantes que cruzaban la frontera con México para entregarse a la Patrulla Fronteriza, amenazó a México con imponer aranceles. Reveló que, un mes antes, la Patrulla Fronteriza había detenido a 53 mil familias de centroamericanos.
Mientras el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, negociaba en Washington para evitar la imposición de aranceles, en los polleros continuaban con la movilización de centroamericanos desde Gracias a Dios hacia la frontera norte.
Quince días después el gobierno mexicano desplegaba miles de soldados con un brazalete en el brazo con el logotipo de la Guardia Nacional, que se apostaron en la carretera Gracias a Dios-Cárdenas y en varios puntos de la carretera Panamericana, por donde pasaban los camiones cargados con migrantes, y tomaron el control de la garita de Chacaljocom, que comenzó a operar 24 horas al día.
Esos días los polleros hablaron con los últimos grupos de personas que aguardaban en casas de seguridad de Comitán, Teopisca, San Cristóbal de las Casas y Tuxtla, para decirles que tenían que regresar a sus comunidades de Guatemala, El Salvador y Honduras, “ya que no había condiciones para seguir” y que probablemente para diciembre del 2019 se reanudaría el movimiento.
Los centroamericanos que ya llevaban varios cientos de kilómetros en territorio mexicano, tuvieron que retornar a Gracias a Dios y de ahí viajar a Nentón o Huehuetenango, para tratar de regresar a su lugar de origen.
“Los coyotes nos dijeron que aguantáramos unos meses, pero por el dinero que dimos teníamos derecho a otro viaje a los Estados Unidos”, dijo una joven mujer originaria de Petén, Guatemala entrevistada en Nentón a finales de junio del 2019. Después llegó la pandemia por el Covid-19 y todo se complicó.
Así, miles de migrantes consiguieron llegar a los Estados Unidos. En su recorrido de 2 mil 900 kilómetros por territorio nacional ninguna autoridad mexicana los vio, únicamente el presidente Donald Trump.
om/acmr