Apatzingán, Michoacán.- Hace poco más de un año resurgió una nueva orquesta de niños, adolescentes y jóvenes de Apatzingán y sus alrededores, con la finalidad de fomentar la cultura y la paz en esa zona de la Tierra Caliente michoacana y, como señalan, “que suenen los instrumentos y no las balas”.
Se trata de la “Orquesta y Coro Juventud de Tierra Caliente”, compuesta por 80 integrantes, que tiene su antecedente directo en la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de Apatzingán, creada en noviembre de 2014, como parte del programa “Cultura en Armonía”, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta).
Ambos grupos han sido dirigidos por Emilio Medina González, quien considera que en esa región del estado hay demasiado talento en niños y jóvenes, pero que desafortunadamente estuvo escondido debajo de las balas.
La orquesta y coro sobreviven de puros donativos y aportaciones de los padres de familia, pero el objetivo es que los menores se desarrollen en un ambiente sano y desterrar la cultura criminal y de violencia.
Tampoco cuentan con una sede propia para ensayar e impartir clases. Sin embargo, hubo quien les facilitó un espacio provisional, pues Ildegardo Hernández Maldonado, director del turno vespertino de la escuela primaria Emiliano Zapata, de Apatzingán, les presta para sus prácticas.
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La batuta
Profesores y alumnos están bajo la batuta del maestro Emilio Medina González, director y fundador de la Orquesta y Coro, Juventud de Tierra Caliente, quien en su momento también encabezó en 2014 y hasta hace dos años la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de Apatzingán.
En aquel entonces, ese proyecto nació como un apoyo para la sociedad de Apatzingán ante una situación incontrolable de violencia. Sin embargo, los cambios en directivos de Conaculta y la decisión de padres de familia, llevaron a Medina González a crear una nueva orquesta y coro, pero ahora no gubernamental.
Para el director es una nueva aventura el poder trabajar de manera independiente con estos niños y jóvenes apoyados totalmente por la sociedad civil y explica que, tanto la primera orquesta como esta, fueron llamadas “por la paz”, debido al impulso para fomentar la cultura, ante la violencia que azota al país, pues el principal objetivo era “que sonaran más fuerte las voces e instrumentos musicales de los menores, que el estruendo de las balas en las calles”.
“El hecho del arte, por sí solo, de que los niños tengan esta oportunidad de desarrollarse y conformar su esencia sonora, los hace muy importantes. Empiezas a escucharte tú con tu instrumento, a escuchar a los demás y empiezan a conformar una sociedad sonora, que es la base para que se sientan cómodos”, explica.
Destaca que la capacidad en los niños, adolescentes y jóvenes de esa región, demuestra que el talento no es endémico sólo de las grandes ciudades.
“De alguna u otra forma, los programas han venido a beneficiar y lo importante es que aún sin las balas, volteen a ver estos proyectos; porque gracias a Dios tenemos un tiempo bueno aquí en Apatzingán, pero sí hace falta que aun cuando no haya esos ecos violentos, se voltee a ver a la cultura en general”, considera el director.
Emilio Medina se siente contento porque dentro del programa de la orquesta y el coro infantil, formaron talleres con los padres de familia y alumnos de arpa grande, los cuales fueron de música de la región de Apatzingán “y con la capacidad de los muchachos se logró proyectar un grupo que ahorita está de gira por Europa”.
El director detalla que el grupo recorrerá por mes y medio, diferentes países de la región de Los Balcanes, entre ellos, Francia, Serbia, Rumanía, Georgia, Macedonia, Turquía y Bulgaria.
Recuerda que para poder crear esa orquesta y coro, fue necesario crear una Asociación Civil y buscar el respaldo de la ciudadanía.
“Un apoyo muy importante fue el que nos brindó la Orquesta Sinfónica Infantil Netzahualcóyotl del Estado de México, que nos permitió una alianza. Nosotros necesitábamos para movernos y comenzar a tocar algunos instrumentos y que en la asociación con ellos, nos fue posible obtenerlos”, refiere.
En la escuela primaria Emiliano Zapata, de Apatzingán, el director del turno vespertino Ildegardo Hernández Maldonado le ofreció a la Orquesta y Coro Juventud de Tierra Caliente un lugar para ensayar e impartir clases.
“Se me hacía un proyecto muy grande y yo me siento muy agradecido de que hubieran elegido mi escuela. Nosotros tenemos mucha participación con ellos (orquesta)”.
Don Ildegardo platica que su plan de estudios como docentes les marca una materia que es Educación Artística, por lo que buscó un acercamiento verdadero y objetivo de tener una orquesta.
“(Agradezco) que le hayan hecho la invitación a los niños de la escuela y tener elementos para llevar una educación más integral, con actividades artísticas y culturales”, agrega.
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La ayuda
Viviana Isais Salua Tafolla, presidenta de la Asociación Civil que conformaron los padres de familia de los niños de la orquesta y coro, cuenta, que la inquietud surge de la necesidad de los padres de familia de que se continúe el proyecto de la música en esa zona, tan golpeada por violencia, bloqueos y asesinatos.
“Queremos mostrar esta parte buena: la cultura, y que no se pierda esta parte en los jóvenes y en los niños y mostrar la cara buena de lo que es Apatzingán”, enfatiza.
Salua Tafolla explica que la necesidad de conformar una Asociación Civil fue porque los recursos no eran los suficientes para mantener la orquesta, el coro y demás actividades culturales.
Detalla que los profesores de música se trasladan desde Morelia, contra todo tipo de inclemencias, para regalarles su conocimiento. “Y digo regalarnos, porque en realidad lo que nosotros les damos de apoyo, no es lo que les deberíamos de pagar, por lo que ellos vienen y traen a estos chicos”.
Para que no haya impedimentos a las personas de escasos recursos, indica, el instrumento se les presta durante su aprendizaje a los alumnos.
La mujer asegura que no reciben un solo peso de alguna dependencia gubernamental, ya que todo se financia a través de donativos y las aportaciones de los padres de familia. “Los padres de familia aportamos de acuerdo a las posibilidades. No hemos querido establecer un costo o una cuota, porque queremos llegar a todo tipo de niños y jóvenes”.
Especifica que también se ayudan de los donativos más formales que hacen sus amigos y algunas empresas, aunque todavía son insuficientes. “No hemos querido mezclar esto políticamente. El proyecto es del pueblo; somos gente sin ningún interés ajeno, ni ningún lucro”.
En este sentido, Salua Tafolla aclara que las presentaciones de los jóvenes son completamente gratuitas, pero cuando se trata de un concierto fuera de Apatzingán, lo único que solicitan es que se les cubran los gastos de traslado y alimentación de los niños, jóvenes y profesores.
Tocan con el corazón
Mariana Flores Aguilar es originaria del municipio de Apatzingán; tiene apenas 12 años de edad y ya es parte fundamental de ese grupo de músicos. Ella toca el violín y desde hace cinco años estudia música, cuando se creó la primera orquesta por la paz.
“Me he sentido muy bien, ya que la música me relaja y al mismo tiempo me gusta, porque no me imaginaba tocar algún instrumento”, cuenta la adolescente.
Entrevistada en uno de los ensayos, Mariana recuerda que cuando se integró a la orquesta, se sintió satisfecha de haber encontrado su espacio en la música y recuerda que el primer instrumento que aprendió a tocar fue el chelo, pero con el paso del tiempo sintió más atracción por el violín, por la manera en la que suena.
Mariana asegura que le da tranquilidad desarrollarse profesionalmente en la música, en un espacio seguro y no en las calles donde está inundado de peligros. “Me siento como si estuviera tocando, no sólo para unos cuantos alumnos, sino con el corazón”.
Cerca de ahí está Alejandro Marconi Ruíz Vargas; tiene 13 años de edad y también es violinista. Asegura que el haberse encontrado con la música es una experiencia muy bonita y agradable.
“A mí me gusta integrarme porque me gusta colaborar en un proyecto en el que me siento bien, me siento a gusto y formo parte de algo muy bonito; muy sano”, explica.
Alejandro señala enfático que una de las piezas musicales que más le ha gustado tocar es la de Júpiter, del compositor británico, Gustav Holst, pero asegura que su mayor anhelo es, algún día, tocar El Capricho número 24, que escribió el compositor italiano Niccolò Paganini.
Las mamás
Una de las primeras en llegar al ensayo fue Marisa Salas González, mamá de una menor estudiante de música de la Orquesta y Coro Juventud de Tierra Caliente.
Relata que, como madre de familia, considera que es muy importante que los niños, adolescentes y jóvenes formen parte de esa institución “porque son niños que van a crecer en un ambiente diferente, donde van a desarrollarse culturalmente, se les van a inculcar valores, actitudes, aptitudes, que van a ser muy importantes en su formación como adultos”.
Marisa afirma que ese ambiente de cultura, contrasta con lo que se vive en las calles, donde hay violencia e inseguridad, pero lo importantes es que los jóvenes tengan la oportunidad para desarrollarse en la música, “porque en un contexto de violencia, los jóvenes ya ingresan a un ambiente diferente, donde van a tener otra visión, otros valores y a desarrollar de una manera positiva”, explica.
Marisa confiesa que las piezas musicales que más le emocionan de la orquesta son los sones de Apatzingán, que ya rebasaron fronteras. “El maestro Emilio es un gran director de orquesta y ha rescatado la música tradicional apatzinguense y la ha llevado a dar a conocer, inclusive a otras fronteras”.
Los maestros
Los familiares de los niños y jóvenes reconocen el empeño y la paciencia de todos los profesores de música, que hacen posible cada acorde aprendido por los alumnos.
Uno de esos docentes es Andrés Emanuel Aviña Orozco, quien da clases de flauta, clarinete, oboe y fagot, además de impartir otras materias musicales. Su responsabilidad es ayudar a los niños, adolescentes y jóvenes a aprender a tocar instrumentos musicales de viento-madera.
Para el profesor, el enseñar música a hombres y mujeres de esas edades, también debe ir de la mano de los valores humanos, entre ellos, el respeto por lo que se hace.
Andrés Emanuel se formó como maestro de música en una de las orquestas más lujosas del país, donde todo era diferente a lo que hoy vive. Relata que pasó de la vida citadina a dar clases en una región del estado y del país, hasta hace pocos años, con más carencias sociales y de mayor violencia de la entidad.
Andrés Emanuel recuerda que desde que estudiaba la licenciatura en música, tuvo la oportunidad de trabajar en un programa grande de orquestas a nivel nacional. “Enorme. Teníamos todo: buenos instrumentos, siempre una buena sede, conciertos a más no poder y una cantidad de alumnos grandísima”.
“Si algo admiro y lo primero que pensé cuando escuché a los jóvenes de aquí, fue ¡wow!, ¡qué talento!... tienen un talento increíble. Fue lo primero que me impresiono”, asegura.