Cuernavaca.— Jacobo Rivera López, combatiente del en Tepoztlán, retrata el ambiente en medio del fuego y transmite su dolor por la quema de los bosques. “Son lenguas de fuego que se levantan a 10 y 15 metros de altura, de acuerdo a lo seco del bosque, hay sitios donde sube más por la abundante vegetación.

“Hemos sentido temor cuando estamos adentro porque no sabemos si vamos a salir bien o mal, pero tememos que combatir el incendio, y subimos al cerro por el cariño que le tenemos al campo, a la vegetación”, dice.

Los peligros que encierra el fuego en el monte sólo ellos lo saben y así quedó demostrado el martes por la tarde, casi al cierre de la jornada, cuando 28 de sus compañeros quedaron atrapados por el fuego, en la parte alta de Los Venados.

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“Nos informan que 28 brigadistas están en la zona alta de Los Venaditos, el fuego ya los encerró y piden ayuda aérea, mínimo se necesitan unas cinco descargas para evitar pérdidas humanas”, alertaron las brigadas de Tepoztlán. Por fortuna todos lograron bajar sanos.

El reporte oficial del miércoles por la noche dio cuenta de una devastación de 350 hectáreas el macizo montañoso.

De ese tamaño es el riesgo, dice Jacobo, y recuerda que otros seis de sus compañeros también quedaron atrapados por el fuego la tarde del lunes, por el poblado de San Juan Tlacotenco. Los brigadistas fueron salvados por los helicópteros que los vieron y lanzaron agua para evitar que las llamas entraran en contacto con los combatientes.

Encuentro con la muerte

Rivera López concede la entrevista a EL UNIVERSAL tras descender del cerro, donde hicieron brechas cortafuego con grupos de la Conafor y del poblado de San Juan Tlacotenco.

Relata que él también fue copado por el fuego en el cerro que se llama “El paso de naiden”.

“Duele lo que pasa con nuestros bosques, sus árboles, los encinos, ocotes, madroños y los pastizales. Amamos la vegetación, le tenemos mucho cariño”; Jacobo Rivera López, combatiente del incendio

“Sentí la muerte. Salió el fuego de una cañada y el viento sopló de ese lado y quedamos atrapados, fue cuestión de minutos, logramos meternos a una cañada y esperamos a que pasara el incendio”, cuenta.

En esos casos, dice, el fuego sólo pasa, nunca se queda, y todo lo que toca es muerte instantánea. Dice que al encuentro con el fuego, el cuerpo siente la adrenalina y el miedo, pero también les estimula a seguir en el combate porque “duele lo que pasa con nuestros bosques, sus árboles, los encinos, ocotes, madroños y los pastizales. Amamos la vegetación, le tenemos mucho cariño”, expresa.

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El acecho del fuego

Tepoztlán pasó en vela la noche del martes en medio de la zozobra y angustia ante el acercamiento del fuego a zonas habitadas, situadas a las faldas del cerro como Ocotitlán, Ameztitla, Achichipico y El Dado.

Las llamas alcanzaron el emblemático árbol amarillo, El Ámatem y de acuerdo con habitantes de la zona en riesgo, fue necesario desalojar a algunas familias en Ocotitlán.

A las 23:00 horas repicaron las campanas en el barrio La Santísima en alerta por el acercamiento de las lenguas de fuego, avivadas por los vientos que alcanzaron velocidades de hasta 35 kilómetros por hora, de acuerdo con el director de Emergencias y Contingencias Ambientales, de la Secretaría de Desarrollo Sustentable, Raymundo Rosales.

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Ayer por la mañana, la coordinadora nacional de Protección Civil, Laura Velázquez Alzúa, afirmó que no hay un plan de desalojo para los pobladores de Tepoztlán porque no existe ningún riesgo para la población.

Según las autoridades, el siniestro está controlado en 90% y liquidado a 60%.