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Ciudad Juárez.— Con trágicas historias de vida marcadas por la violencia y la inseguridad que se vive en algunos estados del país, llegan a esta frontera cada vez más connacionales que buscan recibir asilo político en Estados Unidos.

A pesar del ataque del 3 de agosto en El Paso, Texas —en el que 22 personas fueron asesinadas y que fue dirigido contra la población hispana—, mexicanos radicados en estados como Michoacán, Zacatecas y Guerrero buscan refugio en el país vecino para huir del entorno violento de sus ciudades.

Anteriormente, en esta frontera era baja la presencia de mexicanos que se anotaban en la lista para la solicitud de asilo a Estados Unidos, pero en el último mes han aumentado las peticiones, y más en la última semana, aseguró el titular del Consejo Estatal de Población (Coespo), Enrique Valenzuela.

Refirió que tan sólo en cinco días —del 7 al 12 de agosto— arribaron a esta frontera 114 connacionales para registrarse en la lista de más de 18 mil personas que esperan ser llamados por las autoridades migratorias para analizar su petición.

Vivir con miedo. Entre los asistentes está una mujer michoacana con una familia fracturada: su esposo fue asesinado hace tres años, por lo que, acompañada de sus tres hijos, llegó a Ciudad Juárez con la esperanza de conseguir una mejor calidad de vida en Estados Unidos, porque en su tierra natal, dijo, “ya no se puede vivir”.

Desde Aquila, Michoacán, Rosalba se trasladó a Ciudad Juárez, donde relata que perdió todo el apoyo que tenía hace tres años, cuando su esposo fue víctima de la violencia que se vive en aquella entidad.

Rosalba invirtió sus últimos ahorros para viajar a esta frontera con sus hijos de 22, 15 y 12 años, con el propósito de obtener asilo político y llegar a Washington, donde los espera un familiar cercano.

“Mataron a mi esposo y no sabía qué hacer. Pensé que mis hijos estaban a salvo, pero las cosas cada vez están peor: se roban a las niñas y niños; hay historias muy feas de las niñas del pueblo”, comenta Rosalba visiblemente afectada.

Describe que las situaciones de riesgo en Aquila van en aumento, ya que las mujeres del municipio están en constante riesgo de ser vendidas o violadas.

“A las niñas las violan o se las llevan y después no sabemos nada de ellas. Nadie nos cuida”, afirmó.

Sentada en un parque de Juárez, donde espera saber a dónde ir, la mujer desconoce la ubicación de albergues para migrantes.

Sobre el tiroteo ocurrido en Texas, ella asevera que no siente miedo, pues su objetivo es llegar a Estados Unidos para ofrecerle una vida mejor a sus hijos.

Omar, el mayor de sus hijos, ha sido el principal apoyo para Rosalba durante el trayecto. Con sus 22 años, él entiende que debe cuidar de sus hermanos y de su madre, y espera que el racismo no sea un problema para reiniciar su vida.

“Hay más gente buena que mala. Estuvo muy feo lo que pasó, pero pienso que la mayoría de la gente que vive allá no es mala”, confía Omar, quien considera que en su tierra los riesgos son demasiados.

“Allá ya no es posible vivir”, interrumpe Rosalba. Dice que los últimos tres años han sido una pesadilla porque después del asesinato de su esposo no se sentía tranquila ni al dejar a sus hijos en la escuela; pese a todo, cree que en EU estarán mejor.

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