Saltillo.— La distancia entre Monclova y Piedras Negras, frontera con Eagle Pass, Texas, es de 235 kilómetros. Esa es la última caminata que cientos de migrantes deben emprender para divisar el llamado sueño americano del otro lado del río Bravo.

Desde hace semanas, por la carretera coahuilense que llega hasta Estados Unidos se miran migrantes caminando y pidiendo un aventón, debido a que las autoridades estatales y federales impiden a la mayoría viajar en autobús.

“Nos bajaron en Monclova”, cuenta Eduardo Mendoza, migrante venezolano de 26 años, quien camina con su esposa María Angelis y también carga a su perro Niño a la espalda.

“El pavimento está muy caliente, no quiero que se queme las patas”, comenta.

Tiene razón, los 40 grados que azotan la carretera provoca una sensación en los pies como si los estuvieran guisando. Eduardo, María Angelis y Niño llevan cinco días caminando desde Monclova. Durmieron en un refugio, luego en otro y posteriormente en la calle.

Los cinco días de caminata con este clima son agotadores. La gente se detiene y les entrega agua. Muy pocos se atreven a llevarlos porque, afirma Eduardo, temen que los acusen de transporte de migrantes.

Después de cinco días, los separan 50 kilómetros de caminata. Andan cerca del municipio de Allende. Salieron de Venezuela el 2 de junio y lo único que quieren son oportunidades de trabajo porque en su país el hambre es dura. “Queremos llegar, hermano. No pedimos ayuda, pedimos trabajo”, explica Eduardo.

“Huyo por amenazas”

Hasta Piedras Negras, la última estación antes de intentar cruzar a Estados Unidos o entregarse a las autoridades migratorias para solicitar algún tipo de asilo, llegó Karen Girón, madre soltera de Giancarlos y María José, de cinco y siete años, respectivamente.

Karen y sus hijos ya buscaron cruzar. El domingo pasado, junto a un amigo, caminó e intentó llegar a Uvalde, Texas.

La Patrulla Fronteriza la capturó y la regresó al puente internacional. Volvió a Piedras Negras. “Me dijeron que no había deportaciones a Honduras por la presidenta que tenemos”, cuenta la hondureña de 31 años.

Karen llegó hace dos semanas a Piedras Negras. Viajó a Acuña, donde, asegura, intentaron secuestrarla. “Busco protección para mis hijos, quiero un asilo humanitario. Me vine huyendo por amenazas”, relata.

Karen piensa en volver a cruzar. Dice que insistirá en ingresar a EU por el desierto.

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