San Cristóbal de las Casas.— Luis Us Chávez tenía 16 años, había trabajado la mitad de su vida en el campo de Guatemala, en la siembra de maíz y cardamomo.
En noviembre de 2021 decidió, por tercera vez, intentar llegar a Estados Unidos. Sus padres se habían endeudado ya en dos ocasiones para que su hijo lograra cruzar, pero en ambos casos fue detenido y deportado. La tercera vez le costó la vida, el adolescente viajaba en el tráiler que el 9 de diciembre de 2021 se accidentó en la carretera entre Chiapa de Corzo y Tuxtla Gutiérrez; fue una de las 56 víctimas mortales.
Una historia de pobreza
Al terminar la primaria, Luis se fue a trabajar al campo, al lado de su padre. Sabía de muchos adolescentes que migraban a Estados Unidos y mandaban dinero a sus familiares.
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“Mamá, debemos dinero, mejor me voy a ir”, le dijo a doña Juana, su madre, quien habló con su esposo para expresarle la inquietud del patojo, como se conoce a los jóvenes en Guatemala.
A los 16 años, sabía limpiar los cafetos y cuidar el cardamomo, esa exquisita semilla que Guatemala exporta a Medio Oriente, Asia, Canadá, Estados Unidos y Sudamérica. Lo que ganaba junto con su familia no les alcanzaba porque debían pagar los intereses de las deudas y la tierra no les daba para tanto.
Eran 12 los hijos de doña Juana y don Luis. El mayor, de 37 años, y Luis, el más pequeño.
A finales de noviembre de 2021, don Luis y doña Juana pidieron un nuevo préstamo por 2 mil quetzales (unos 6 mil pesos) para que el adolescente se fuera a Estados Unidos con un coyote conocido de la región.
En agosto de 2021, Luis había intentado cruzar, pero fue detenido en México y deportado. Esa vez sus padres gastaron 3 mil quetzales (9 mil pesos).
Meses antes habían pedido otro préstamo por 2 mil 500 quetzales (7 mil 500 pesos). Los intereses de 5% tenían agobiados a don Luis y doña Juana.
La crisis del cardamomo
A finales de agosto de 2021, los indígenas q’eqchi’, productores de cardamomo de la aldea Zona Reina, en el departamento de El Quiche, que colinda con la Selva Lacandona chiapaneca, veían la baja en los precios.
Dos años antes, en 2019, habían tenido una buena temporada porque hubo escasez del producto en India y creció la demanda en Medio Oriente, lo que permitió buenos ingresos a las 350 mil familias productoras, entre ellas la del joven Luis.
La caída en el precio del cardamomo fue lo que hizo que don Luis pidiera un nuevo préstamo de 2 mil quetzales como adelanto para el viaje de Luis a Estados Unidos. Tenían familiares en Florida y Ohio, quienes se habían comprometido a apoyar al joven para pagar la deuda en el momento que cruzara la frontera.
Los lugareños que no consiguen reunir el dinero para pagar a los coyotes viajan hacia la costa de Chiapas para trabajar en las fincas bananeras, en el corte de papaya o café, donde ganan unos 150 pesos al día, con el derecho a una ración de comida.
Quedarse en Zona Reina implica buscar trabajo en las fincas cafetaleras y de cardamomo de la región, donde se pueden percibir entre 75 a 80 quetzales (150 a 160 pesos) de las 07:00 a las 16:00 horas, sin derecho a desayuno ni almuerzo. El principal problema es que no hay trabajo.
Por eso se endeudan con prestamistas locales y emprenden el viaje a la Unión Americana.
Los coyotes cobran un total de 130 mil quetzales (326 mil pesos) por pesona y ofrecen planes de financiamiento: un primer pago de 10 mil quetzales y el resto, cuando el migrante se encuentre en Estados Unidos.
El viaje
El martes 7 de diciembre de 2021, Luis se despidió de sus padres y hermanos, les dijo que no se preocuparan por él, porque estaba “en buenas manos”. Tomó su mochila, donde guardó su ropa, una chumpa (chamarra) contra el frío y, acompañado del coyote, viajó hacia la aldea de Gracias a Dios, en el departamento de Huehuetenango, donde las organizaciones que se dedican al tráfico de personas concentran a hombres, mujeres y niños de Centroamérica, Sudamérica, el Caribe y otras regiones del mundo que buscan llegar a Estados Unidos.
Al día siguiente, el 8 de diciembre, Luis mandó un mensaje de WhastApp a su familia para decirle que todo iba bien: “Mamá, aquí estamos descansado”. Les contó que se había hecho amigo de una joven de Chacalté, Chajul, departamento de El Quiché.
El jueves 9, en la madrugada, les avisó que ese día dejarían San Cristóbal de las Casas. “Al rato les llamo para ver qué pasa”. Ese fue su último mensaje.
Fue hasta el 13 de diciembre que su familia supo que el joven había muerto en el tráiler accidentado en Tuxtla Gutiérrez.
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