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La forma en la que detienen a los migrantes en Palenque da la impresión de ser al azar. Al menos en el retén de Nutuntun, ubicado a 160 kilómetros de la frontera con Guatemala. Los agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) paran sólo algunos automóviles. Los elegidos son en su mayoría combis de pasaje local. Abren las puertas corredizas y observan; a algunos les piden papeles y a otros no.
Uno de los agentes, quien pide no revelar su nombre, asegura que por la hora buscan a “algún despistado” y aclara que “ya no se dice agarrar, sino rescatar”. La mayoría de los migrantes, dice, esperan a que se meta el sol y el calor disminuya para caminar. Son las tres de la tarde.
De enero a abril de este año, la Unidad Política Migratoria (UPM) había reportado tan sólo la presentación de 40 extranjeros ante autoridades respectivas, una cifra que distaba en gran medida del promedio de 555 migrantes al mes que había registrado en 2017 y 2018.
Los datos no coincidían con los mil 820 contabilizados por la oficina de Atención a Migrantes y Refugiados de autoridades municipales de enero a mayo del presente año.
Sin embargo, en mayo de 2019 la cifra de la UPM se disparó a 3 mil 577 detenciones en Palenque. En ese dato no aclaran las fechas o las razones del drástico incremento. En junio, según declaraciones de la oficina de prensa del INM a EL UNIVERSAL, había un promedio de 40 detenciones al día en esa ciudad, aunque esta cifra no está asentada en las estadísticas de la UPM.
El flujo de extranjeros y quienes están en contacto directo con ellos, indican que la migración no ha parado ni con ese despliegue. En el retén de Nutuntun, a unos pasos de donde los turistas se bañan en el río Chacamax, también hay miembros de la Policía Federal que llegan en patrullas.
Sin embargo, a los agentes del INM no los releva nadie hasta dentro de 24 horas. En medio del calor y la humedad de la selva, explican que al inicio de la administración hubo un recorte de personal en la estación migratoria de Palenque que incrementó el trabajo.
Migración nocturna
Algunos transportistas de la zona aclaran a las personas antes de abordar que ya no suben a migrantes. Sin embargo, a 7.5 kilómetros de ese retén, en la Casa del Caminante Jtatic Samuel Ruiz García, una hondureña de 29 años cuenta que ella y un grupo de mujeres fueron transportadas la noche anterior en una de esas camionetas, sólo que era de madrugada y fueron asaltadas a punta de pistola. Les quitaron 3 mil pesos.
La Casa del Caminante tiene capacidad para 80 personas, pero hay días en los que llegan hasta 300 migrantes, según la administradora, sor María Tello Claro. Adentro abundan historias que señalan que el traslado de grupos es de noche y que algunas autoridades siguen cobrando cuotas.
El fundador de este albergue, el cura Alberto Rafael Gómez Sánchez, le envió una carta alertando de esto a Andrés Manuel López Obrador.
“Yo puedo decir que el flujo de migrantes no ha disminuido, ha crecido. Le mandamos una carta al señor Presidente, porque tengo una relación hasta personal por tener aquí su casa, estamos preocupados por la delincuencia que se asocia a las autoridades migratorias, de diferentes corporaciones policiacas que extorsionan o roban a los migrantes, que se deshagan esas corretizas. Nos preocupan los derechos humanos al utilizar a la Guardia Nacional”, explica.
La Casa del Caminante existe desde hace cinco años y se ubica en la colonia Pakal-Na, a la que los migrantes llegan porque ahí están las vías del tren que va rumbo a Coatzacoalcos, Veracruz. En los últimos años se ha formado ahí una comunidad de centroamericanos.
Alrededor del ferrocarril hay fondas caseras que brindan comida hondureña, tiendas de zapatos y ropa, y abarrotes que ofrecen acceso a internet.
Además, los extranjeros saben del acuerdo que hay entre el INM y el albergue de no detener a nadie en el perímetro que rodea la casa.
El pacto, sin embargo, se rompe en el parque de la colonia. Durante un día común en este lugar, la gente viene aquí a jugar cartas, platicar, observar a los niños mientras se divierten y a comerse una baleada, un platillo hondureño.
Así transcurría la mañana del 26 de junio hasta que un camión de soldados irrumpió. Varios migrantes tomaron sus mochilas y corrieron rumbo al perímetro de seguridad o a los cuartos que rentan ahí mismo por mil pesos al mes. Los militares, sin embargo, fueron regañados por un comandante porque habían olvidado en el cuartel el brazalete que los identifica como miembros de la Guardia Nacional. Era su debut y el plan no salió a la perfección, tuvieron que ir por él y volver en media hora.
Los migrantes, mientras tanto, preguntaban si la Guardia Nacional podía detenerlos o cuáles eran sus funciones, también querían saber si sus integrantes iban armados, pero alguien les respondió que no, que sólo llevaban toletes.
“Hay gente mala que arriba [en el camino] los agarra, les roba niños. Como Guardia Nacional nuestra función es en apoyo a Migración y nunca nos vamos a brincar ese eslabón. Lo que sí vamos a poder hacer como Guardia Nacional es poner a disposición, detener en flagrancia, pero ellos [los migrantes] no están cometiendo ningún delito, están entrando a México y no los podemos detener o agarrar, que diga, rescatar, lo que hacemos es rescatar”, aclara el coronel Mercado, a cargo del operativo en Pakal-Na.
La vida en una estación migratoria
Diez minutos para bañarse en una regadera junto a otras 20 mujeres. Falta de agua para hervir mamilas. Infecciones vaginales continuas por dormir en colchonetas con demasiado uso. Son los recuerdos de los 17 días que Marina, una hondureña, pasó “rescatada” en la estación migratoria de Palenque.
Durante ese tiempo tuvo un poco de dinero para encargar bolsas de pañales y toallas sanitarias durante el “día de compras”. Ella soñaba con adquirir coca-colas frías y jugos, pero dice que se lo tenían prohibido.
El estrés y la falta de una alimentación correcta hizo que la mujer tuviera dificultades para amamantar.
“Yo lloraba a cada rato, lloré como unas 10 veces, creo. Ni me quiero acordar, es horrible, cuando quieres ensuciar el baño te dicen que sólo cuando viene el agua, imagínese… en los días de una”, expresa.
El INM aseguró a este diario que “derivado de los cambios en los flujos migratorios el número de extranjeros presentados en la estación migratoria se ha incrementado, por lo que su personal se esfuerza para atender a la población alojada”.
Pasados los 30 minutos, cuando la Guardia Nacional volvió ya con el brazalete puesto a Pakal-Na, acompañada del INM y la PF, comenzaron a solicitar documentos a algunas personas, pero no detuvieron a ninguna y en menos de una hora cada elemento ya estaba de regreso en sus vehículos.