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Metlatónoc.—El pueblo Itia Tanu (Metlatónoc) festejó el Viko Ndii (Fiesta de los Muertos), celebración ancestral en la que el pueblo ñuu savi recibe a sus fieles difuntos que los visitan desde el inframundo.
El coronavirus redujo la concentración de familias na savi para celebrar el Viko. Pese a la pandemia, la fiesta espiritual más importante para las familias indígenas no se detuvo, poco cambió, sólo el temor de quienes vieron en el Covid-19 una amenaza para ya no estar en este mundo.
En este municipio sólo se han registrado ocho casos de Covid-19 en siete meses de la pandemia. El pueblo indígena, apartado de las grandes ciudades y donde las familias viven de sus cosechas, se ha podido blindar del virus.
A pesar de las recomendaciones del gobierno del estado y municipal, la mayordomía y feligreses optaron por llevar a cabo la fiesta tradicional religiosa y ancestral, iniciando desde el 24 de octubre, cuando todo el pueblo recibe a los fieles difuntos en la cruz del oriente con un rosario.
En cada casa las familias ponen la ofrenda, la cual colocan en un arco, con amarres de flores de cempasúchil que significan el inicio y el fin de la vida y la puerta por donde los muertos cruzarán hacia el mundo terrenal.
En el pueblo de la lluvia (na savi), las familias tratan de conservar sus ofrendas antiguas, utilizando flores amarillas que nacen en el campo, y preparando comidas antiguas que los primeros nativos de los pueblos comían.
El día 31, las familias acuden al panteón para comenzar a limpiar las tumbas y colocar los arcos con flores; cada hijo, pariente o amigo pone un arco de flores en las tumbas. De extremo a extremo la casa de los muertos comienza a lucir un color naranja.
Al siguiente día despiden a los niños y reciben a los adultos, la gente dice que este día siempre llueve por algunos minutos y son las lágrimas de los niños que lloran por su partida del mundo terrenal.
Las familias ofrecen de comer en sus altares y a sus parientes que de las comunidades llegan a Itia Tanu para recibir a sus difuntos, y los mayordomos ofrecen un castillo de lumbre.
Como todo comienzo tiene un final, así como la vida misma, las familias concluyen el rito ancestral en procesión desde el panteón hacia la cruz, donde ofrecen otro rezo, queman velas y despiden a sus fieles difuntos con la promesa de recibirlos con mayores atenciones el próximo año. Se les recuerda, se les llora.