Guadalajara.— En San Gabriel nadie recuerda algo como lo que ocurrió el domingo: que el río Salsipuedes —o Agua Fría, como le dicen algunos—, se llenara de lodo y troncos, que el agua negra se desbordara, ocupara las calles y se metiera en las casas y comercios, y que todo eso sucediera sin que en el pueblo cayera una sola gota de lluvia.
La corriente arrastró a tres personas, dos mujeres y un hombre, quienes murieron; otras cinco fueron reportadas como desaparecidas, pero ayer las autoridades localizaron a tres y continúan la búsqueda de otras dos.
San Gabriel es el pueblo donde nació Juan Rulfo y la gente en este municipio del sur de Jalisco culpa de lo que pasó a quienes han talado el bosque clandestinamente para dar paso a las aguacateras.
El gobernador del estado, Enrique Alfaro, está parcialmente de acuerdo con esa versión, dice que “la tala clandestina empezó hace años en esta zona, pero que se han reforzado los operativos para tratar de frenarla”.
Después de hacer un sobrevuelo por la región, el mandatario aseguró que los incendios que afectaron recientemente también contribuyeron al desastre.
La hipótesis sobre lo que ocurrió sigue siendo la misma: una fuerte tormenta cayó en Apango —un pueblo más arriba en la montaña— y la tierra quemada y deforestada se reblandeció con el agua y formó el alud que tomó por sorpresa a los pobladores de la cabecera municipal.
Promesas de ayuda. La gente limpia con palas, cubetas y escobas sus casas, mientras personal del ayuntamiento, soldados con el emblema del Plan DN-III en el brazo e integrantes de varias corporaciones del estado intentan desazolvar lo más pronto posible el cauce del río que corre a través del pueblo para evitar una nueva inundación, ante el riesgo de otra lluvia copiosa aguas arriba.
El presidente municipal, Bonifacio Villalvazo Larios, ha recorrido la zona acompañando al gobernador, al secretario de gobierno o al delegado para los programas sociales del gobierno de México; de todos recibió grandes ofertas de apoyo.
La administración de Jalisco se ha comprometido a invertir 120 millones de pesos para reparar la infraestructura hidráulica del pueblo, hacer gaviones aguas arriba del río y reparar al menos cuatro puentes dañados.
La Secretaría General de gobierno realiza un censo de afectados —preliminarmente se habla de mil casas dañadas y 3 mil damnificados— para reponer el menaje de sus casas. El delegado del gobierno federal, Carlos Lomelí, asegura que se liberarán recursos suficientes del Fondo Nacional de Desastres Naturales (Fonden) para la reconstrucción.
Las clases están suspendidas y el ayuntamiento ha dispuesto siete albergues para que ahí pernocten quienes no podrán volver pronto a sus hogares, pero la mayoría prefiere buscar lugar con algún pariente o amigo que viva en las partes más altas del pueblo, adonde no llegó la inundación.
Desde Guadalajara se han enviado camiones con víveres, colchonetas, catres y cobijas para los afectados, y el DIF Jalisco abrió un centro de acopio en la capital del estado para recibir donaciones de agua y alimentos.
Por lo pronto, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) ha logrado restablecer el suministro de energía en el pueblo y la gente intenta recuperarse de una situación que nunca imaginó, pero que ahora saben que podría repetirse, porque aquí la tierra ya no es la misma.