Rebasar los 83 años para la exsoldado María es factor de discriminación. A ella, por la edad, le quitaron el trabajo de cerillita que durante los últimos 17 años desempeñó en una tienda de autoservicio: “Ya no me quieren por vieja”, dice.
En compañía de Lila, otra empacadora de 73 años, a la que le dio albergue en su domicilio, María dice que fue hija única, su madre murió y se quedó “sola en la vida”, pero en sus cinco sentidos y con fuerzas para seguir laborando: “Nada me duele”.
En su juventud vistió con orgullo un uniforme de la Secretaría de la Defensa Nacional ( Sedena ) por 18 años, alcanzó el grado de cabo y estaba por acceder a sargento cuando se vio forzada a dejar la institución para atender a su madre enferma.
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En una pequeña bolsa de mano, María Suárez Aguirre conserva fotos de su época en el Ejército , en donde se le comisionó la función de “escribiente” en las oficinas de la Ciudad de México: “Escribía a máquina los documentos que me ordenaban: memorándums, telegramas, lo que fuera. Entonces era joven, ahora, uno vieja, ya no es igual”, dice.
Foto: Cortesía
En la Sedena no la pensionaron porque tenía que hacer muchos trámites, que, admite, no realizó, “pues entonces pensaba que era fácil vivir”.
Mary, como la nombran en la tienda Soriana, nació el 19 de febrero de 1938 en Veracruz, y de ahí emigró a la capital del país con su familia por razones de trabajo, después la vida la llevó a Aguascalientes, en donde estableció su domicilio y por un “engaño” perdió su casa.
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En situaciones críticas, en 2004 con el apoyo del DIF se integró como empacadora en Soriana Universidad. En 2019, al cumplir 81 años, en la tienda le comunicaron que ya no la aceptarían por una orden del Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores ( Inapam ) de Aguascalientes de rechazar a las personas de 80 años en adelante por correr más riesgos por la edad, se les dijo.
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La intervención de una compañera que hizo saber a una jefa de Soriana que Mary “no tiene a nadie que vea por ella, que le permitiera seguir por humanidad o de lo contrario de dónde iba a comer”, le ayudó a continuar hasta marzo de 2020, cuando enviaron a los empacadores a sus casas por la pandemia, y volver a finales de mayo pasado, cuando tenía las dos vacunas contra el Covid-19.
Tres semanas después, de nuevo dejaron de recibir a los cerillos y cerillas por el retroceso del semáforo epidemiológico local de verde a amarillo, con el compromiso de la supervisora de Soriana de que las llamarían cuando volviera a verde. A Mary le dijeron que no la ocuparán por estar entre los mayores de 80.
“Ya estoy grande, ya no me quieren. Yo lo que necesito es trabajar, y si no a dónde voy. Tengo diabetes, sí es cierto, pero tengo mi medicamento, me lo tomo a diario. Aparte, como bien, de todo, bendito Dios, me siento bien, en lo que cabe; me cuido, trato de precisamente evitar enfermarme. Nada me duele; ¡si me doliera, te imaginas!”, menciona.
Afirma que sin dificultad puede ir y venir en los camiones del transporte público, de la casa de Lila a Soriana . “Pido que me ayuden a seguir adelante mientras tenga fuerzas, ya cuando no pueda, ni modo, qué se hace”, suplica.
La ex militar recuerda que los consumidores los recibieron muy bien cuando regresaron, después del confinamiento. “La gente nos dijo que qué bueno que regresamos”
Así como María, otros tres empacadores fueron despedidos por llegar a las ocho décadas; sus compañeros les dijeron adiós entre lágrimas y abrazos.
María vive en la colonia Soberana Convención con su amiga Lila, quien le ofreció asilo hace tres años al ver que no tenía un hogar. Por un tiempo rentó una casa en común con varios compañeros y después se fue a vivir a un hotel, pero las propinas no le alcanzaban para pagar hospedaje cada día.
Foto: Ana Romo
Con la pandemia las dos mujeres se quedaron sin dinero , eso llevó a Lila a vender ropa usada que le regalan en un tianguis que se instala una día a la semana cerca de su domicilio, junto con Mary, para cubrir gastos, aunque en ocasiones, comenta, no saca ni para pagar los nueve pesos de uso de piso.
“Nos ha afectado la situación económica, el encierro, el no tener para los servicios de la casa, la comida, nos ha afectado demasiado, el estrés de estar encerradas, y de no tener dinero”, agrega Lila.
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Lila dice tener la esperanza de que pronto le hablarán de Soriana, en donde ha pasado los últimos 13 años de su vida, sobre todo porque en semáforo amarillo admitieron a las personas empacadoras de Aurrera (pintores). “Sabemos que tenemos que cuidarlos, traemos cubrebocas, careta…y tenemos las dos vacunas”.
Cuando regresaron comenta que sintió alegría y un gran descanso, como si dejara de cargar un pesado costal de problemas; la preocupación volvió al enterarse por personal del supermercado que la titular del Inapam en Aguascalientes , Esther, quiere gente sólo de 60 a 65 años como empacadores.
Lila espera volver pronto a las cajas de la tienda para aligerar las presiones económicas, pues en los últimos 15 meses ha sido muy complicado pagar la mensualidad del Infonavit , la luz, agua, gas y la comida. Su esposo le aporta una cantidad mínima para los gastos. Ahora aunque sea frijoles no faltan para María, su marido y ella.
“Yo quisiera que no nos desocuparan, yo he oído, anda el rumor, que ya no nos van a ocupar como empacadores a los adultos, que puros niños; entonces, que tenemos más necesidad los adultos mayores y somos más responsables”, expresa.
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Dice que estar activos favorece a las personas adultas en el aspecto económico y emocional, porque contribuyen al gasto de sus hogares, tienen vida social, baja el estrés, se distraen, platican entre compañeros y hacen amistades.
El servicio que realizan, opina, a la tienda no le cuesta, “uno está a lo que gustan dar los clientes; algunos dan, otros no, y se compensa. “Estamos para servir”, coinciden las cerillitas.
Tienen la esperanza de que volverán a trabajar y a ver a sus colegas para convivir. “¡No nos desocupen, aunque estemos en semáforo amarillo!, ¡de todos modos nos tenemos que cuidar!, llevamos todas las protecciones, somos gente precavida”, insiste Lila.