Hondzonot— Son mujeres humildes, dedicadas a su hogar, pero las tardes y los domingos buscan un rato de esparcimiento y de tiempo para sí mismas jugando en el único campo llanero de esta comisaría de 400 habitantes.
Son aficionadas al sóftbol y para practicarlo usan su tradicional huipil, sin zapatos, lo cual no les impide ni les quita el gusto de batear y correr para meter carrera y ganar, comentan algunas.
Las Diablitas de Hondzonot es el equipo creado hace dos años y el cual surgió a sugerencia del área deportiva del ayuntamiento de Tulum, Quintana Roo.
El equipo está integrado por 18 mujeres, 11 solteras y siete casadas con hijos. Practican los lunes, miércoles y viernes y los domingos juegan en el campo.
“Al principio no sabíamos qué era el sóftbol, únicamente vacilábamos con las pelotas de tenis que nos regalaron unos gringos [estadounidenses] que pasaron por la comunidad y unos palos, y con eso nos divertíamos”, relata Fabiola May Chulim, de 29 años, y capitana del equipo.
Cuando pidieron apoyo al área deportiva del municipio de Tulum, les sugirieron aprender a jugar el deporte que, les dijeron, “está más hecho para las mujeres”. Les obsequió unos guantes, bates y pelotas y con ello practicaron por meses.
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Las Diablitas de Hondzonot han logrado prestigio en Quintana Roo y otras partes, pues han recibido ofrecimientos para patrocinarlas con uniformes y material deportivo, pero rechazaron el ofrecimiento porque, aseguran, prefieren seguir usando su huipil y correr sin zapatos.
“El huipil es nuestro uniforme; es parte de nosotras, de nuestro origen, no tenemos por qué dejarlo, y sin zapatos jugamos mejor”, coinciden.
El huipil que usan es bordado por ellas. Tienen uno para el uso diario, el que sirve para sus labores cotidianas, y el que usan para sus salidas de esa comisaría.
Ahora, jugar es parte de sus vidas, su placer, su gusto y vivir lo que es triunfar.
Juana María, una de las bateadoras del equipo, dijo que ese placer que surge en ella al momento de hacer contacto el bate con la enorme bola de sóftbol y aventarla lo más lejos posible para ganar la primera, segunda, tercera y hasta la última base, es una motivación que antes no sentía.
“Lo disfruto; me gusta jugar y ganar, en el campo somos nosotras y tenemos la posibilidad de sentir que somos triunfadoras”, afirma.
El año pasado, durante ocho meses, las mujeres no salieron de sus casas de paja y láminas, mucho menos de la comunidad y tal vez por eso, a un año de la pandemia, en Hondzonot no hay ningún caso de coronavirus.
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Apenas están reanudando sus actividades y la semana pasada jugaron en Tulum en un campo deportivo a puerta cerrada; ni sus familiares pudieron acudir. “Fue una petición del ayuntamiento de Tulum”, explican.
Una de las jugadoras, Juana María Ay Ay, de 36 años, quien está casada y tiene un niño de 10 años, comenta que jugar es algo que transformó su vida, porque ahí no hay supermercado, ni iglesia, ni cine, ni molino, sólo son los 400 habitantes que ahí viven desde hace décadas.
Asimismo, las mujeres de Hondzonot no dependen tanto de la modernidad. Usan su celular solamente por las tardes o noches para comunicarse con WhatsApp a través de un servicio de antena que les ofrece una pequeña tienda del lugar.
Alejadas de las comodidades propias del desarrollo, los pobladores de esta comisaría se enfocan en la naturaleza.