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Lerdo.— En comunidades rurales de Lerdo, como Ciudad Juárez o Monterreycillo, los campesinos se aferran a la siembra de flores tradicionales para el Día de Muertos, no porque represente un gran negocio, sino simplemente por tradición.
No son muchas. Apenas este año sembraron 25 hectáreas, un grano en el universo de más de 2 mil 500 hectáreas que se cultivaron en el país tan sólo de cempasúchil.
“Son puros pedacitos leves, lo hacen más por tradición que por negocio”, cuenta Sergio Buendía Martínez, de 57 años, y uno de los productores de Monterreycillo.
Y efectivamente, por las tierras de la comunidad se ven pequeños pedazos tapizados de amarillo, morado o blanco, las flores de cempasúchil, la mano de ojo o la margarita. Sembradíos embonados a sus casas.
Sergio y su hermana María Estela, de 61 años, sembraron dos hectáreas, una de cempasúchil y otra de mano de león. Esta mañana ellos y un grupo de jornaleros cortan las flores porque una camioneta de Monterrey les compró toda la cosecha. A 15 pesos el ramo.
Además de cempasúchil y mano de león, siembran hortalizas, lechuga, repollo, cebollita, cilantro.
Sergio asegura, que aunque le pierda seguirá sembrando las flores. Su hermana María Estela comenta que él tiene la costumbre de decir: “Aunque no gane, [espero] sacar la inversión”, pero desgraciadamente muchas veces pierde.
—¿Y por qué seguir?
—No nos queda de otra, somos del campo, de eso vivimos y armados que somos los rancheros.
Lo mismo piensa su hermano. La siembra de la flor es más por tradición que por negocio, y el campo es lo más olvidado, pero igual dice que no tiene otra opción ni otras chivas que cuidar.
Mantener la tradición
María Estela camina en la pisca de la flor, dirige a los chavalos y chavalas que cortan y amarran. Tiene 20 años dedicándose al campo, y para ella sembrar las flores representa mucho sacrificio el que se hace para mantener viva la tradición de llevárselas a los fieles difuntos.
Entre las flores, María Estela enlista todo lo que representa cultivar: desde meter tractor, rastrear, bordear, pagar a los plantadores, fertilizar, fumigar, mano de obra. “Meses y meses con este trabajo”, asegura. La margarita se siembra desde febrero, por ejemplo. La flor de cempoal se lleva tres meses.
Para Sergio Buendía, la tradición de llevar flores a los cementerios se ha ido perdiendo poco a poco. “Hay muchas tumbas olvidadas, muchos ya no les llevan, sepa Dios por qué”, asegura. Él le lleva a su padre cuatro veces al año: el Día de Muertos, el día que murió, el día de su santo y el Día del Padre.
Por eso, asegura que le seguirá en la tradición hasta cuando se pueda, y si sus hijos no quieren seguirle, pues que no le sigan. “Los muchachos ya piensan diferente”, subraya.