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Uruapan.— Las nueve víctimas del ataque a tiros registrado el lunes en un local de videojuegos fueron despedidas ayer en una misa de cuerpo presente y, después, sepultadas.
La ceremonia fúnebre religiosa se llevó a cabo en la Iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe. El lugar no fue resguardado por las corporaciones de seguridad, pero sí estuvo asediado por grupos de hombres armados que circulaban a bordo de diferentes vehículos.
Entre el llanto, el dolor y el repudio a las autoridades municipales, debido a la inseguridad que se vive en Uruapan, llegaron los féretros a la iglesia para la ceremonia católica.
Al son del mariachi, las víctimas fueron recordadas por sus familias y amigos en la calle Acapulco, del barrio La Magdalena, ubicado a unas cuadras de donde ocurrió la masacre.
La lluvia constante impidió que, al final de la ceremonia religiosa, las familias en duelo cerraran la circulación con los ataúdes para exhibir la inseguridad que se vive en este municipio. Los deudos también pretendían llevar los cuerpos ante la presidencia municipal, pero el clima se lo impidió.
Aun así, la procesión de carrozas fúnebres y vehículos con cientos de personas enlutadas fueron una muestra de que en Uruapan “no hay ley”, como algunos de los deudos señalaron mientras acompañaban a sus familiares asesinados.
Los cuerpos de los cuatro menores y de los cinco adultos fueron trasladados en caravana hacia los dos panteones municipales. A la distancia los cortejos eran observados por hombres armados, hecho que fue percibido por las familias, quienes no ocultaron su inquietud.
La vigilancia de los grupos armados continuó alrededor de los camposantos, mientras los dolientes enterraban a sus seres queridos.
La historia de Ángel
Entre las nueve personas sepultadas ayer estaba Ángel, un estudiante de segundo año de secundaria que jugaba en el local de maquinitas cuando recibió un disparo en la cabeza y otro en el cuello.
Miguel Ángel, trabajador de la construcción y padre del menor, contó que cuando llegó al local encontró a su hijo tirado, junto con las demás víctimas, una imagen que describió como “aterradora, feroz, inhumana y cruel”.
Angelito, afirma el padre, era un niño con muchas ilusiones, bromista, deportista y con el anhelo de llegar a ser un profesionista.
En sus ratos libres, al menor le gustaba jugar en el local de máquinas tragamonedas, que se convirtió en una escena del crimen.
También le encantaba jugar con su hermano, de ocho años, y salir a pasear a las albercas, donde se podía pasar horas. Era un niño lleno de vida, comenta su padre.
Miguel Ángel dice que no hay justificación para que gente inocente pague las consecuencias de lo que otras personas hagan, como ocurrió en esta ocasión.
“Si tenían problemas con alguien más e iban por otras personas, no debieron haber hecho esa masacre con los niños y jóvenes”, recriminó el padre de familia.
Como el resto de los deudos, don Miguel sólo pide que las autoridades detengan a los responsables del multihomicidio, para que no sea otro caso que quede en la impunidad.
La violencia no para
Minutos después del sepelio de las nueve personas, se registró un asesinato a tiros en la colonia Tierra y Libertad, de Uruapan, ciudad ubicada a 110 kilómetros de la capital michoacana.
Los primeros reportes indicaron que varios sujetos a bordo de una camioneta siguieron a la víctima desde una cuadra antes, hasta alcanzarla y fue baleada a pesar de que intentó escabullirse y refugiarse en su domicilio, localizado sobre la calle Privada de Casualina.
Con este hecho suman más de 40 asesinatos en Uruapan en lo que va del año, por lo que se ha convertido en el municipio más violento de Michoacán, seguido de Morelia.
Apenas el fin de semana pasado, en Zumpimito fueron hallados en el interior de una fosa clandestina los restos de 11 personas que fueron asesinadas a tiros.