Oaxaca.— La tarde del 17 de mayo, José Luis Marín, un hondureño de 46 años, intentó montar La Bestia en el municipio de Chahuites. No lo logró.

Al trepar en el tren el hombre resbaló, cayó sobre las vías y perdió ambos pies desde los tobillos. La Bestia no se detuvo, por el contrario, pitó y aumentó su velocidad rumbo a Ciudad Ixtepec. Como pudo, José Luis se arrastró y pidió ayuda para no desangrarse. Todo quedó registrado en video.

Hasta ayer, el centroamericano seguía internado en el hospital de San Pedro Tapanatepec, de segundo nivel, en espera de que las autoridades hospitalarias de Juchitán, Salina Cruz o Tehuantepec, donde hay servicios especializados de traumatología, acepten brindarle atención adecuada.

No es un caso aislado. La mayoría de los hospitales que pertenecen a los Servicios de Salud en Oaxaca (SSO) no quieren recibir a los centroamericanos. Sus autoridades dicen que no hay especialistas o que están saturados y los dejan en condiciones de vulnerabilidad, acusa una fuente del Grupo Beta del Instituto Nacional de Migración (INM), que en los últimos meses ha atendido a víctimas de La Bestia de deshidratación y golpes de calor.

Tomás Chiñas, director del hospital donde se atiende a José Luis, lamenta que el hondureño no haya sido recibido en el hospital de Juchitán, donde le dijeron que no había camas, y tampoco en el de especialidades del puerto de Salina Cruz, donde le informaron que el quirófano estaba en reparación tras el terremoto del 7 de septiembre de 2017.

El hospital de Tapanatepec, a donde fue trasladado el migrante, tampoco tiene las condiciones para atenderlo debido a que el quirófano está en reparación desde hace dos años.

Más víctimas. De acuerdo con el Grupo Beta, a partir de abril, cuando los migrantes empezaron a volver a subirse al lomo de La Bestia, se le ha brindado apoyo a centroamericanos víctimas de mutilaciones, a un electrocutado y a mujeres con complicaciones del embarazo.

El 24 de abril, los agentes de migración recibieron el reporte de la muerte de José Elías Villalta, un salvadoreño de 25 años, oriundo del Departamento de La Unión, quien se infartó al bajar del tren en Ciudad Ixtepec. Hasta ahora, nadie ha reclamado el cuerpo.

Ese mismo día, Marco Antonio Hernández Orellana, de Honduras, cayó del vehículo. Se electrocutó tras ser alcanzado por un cable de alta tensión. El migrante permaneció en el hospital de Tehuantepec y ahora espera en el albergue su rehabilitación, pero ninguna institución se responsabiliza de él.

Unos días antes, el 30 de marzo, en el patio de maniobras de La Bestia, en Ixtepec, el hondureño Olman Javier Álvarez, de 36 años, cayó entre las piedras. La Bestia le dio un mordisco en el talón derecho. Desde entonces está en el hospital civil de Tehuantepec. Necesita atención especializada, pero al igual que en los otros casos, en ningún hospital de la entidad lo quieren recibir, pese a que su vida corre peligro por la infección, explicaron autoridades migratorias.

De acuerdo con el sacerdote Alejandro Solalinde, fundador del albergue Hermanos en el Camino, los migrantes que huyen de la pobreza y la violencia viven una doble tragedia frente a la ausencia de atención en hospitales públicos.

Pidió al gobierno mexicano que no deje en vulnerabilidad a los migrantes que sufren accidentes al caer de La Bestia, puesto que recordó que las mutilaciones y caídas están a la orden día. Lo exhortó a que no los abandone y exigió que los servicios de salud estén mejor equipados.

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