A Nicandro por lo menos en dos ocasiones lo han bajado del taxi, su olor, le dijeron, invadió el espacio reducido y se clavó en la nariz de los ocupantes y del chofer. No era cualquier aroma, le reclamaron, era un perfume que les recordaba la muerte.
Nadie en ese auto estaba equivocado, este hombre de mirada dura y los años encima trabaja desde hace más de una década en un edificio al que cada mes llegan alrededor de 350 cadáveres. Es el Servicio Médico Forense (Semefo) de Tijuana , que tiene capacidad para 150 cuerpos.
Se trata, pues, de una ciudad fronteriza convertida hoy prácticamente en la capital del homicidio en México, con 2 mil 518 personas asesinadas en 2018 —según el informe de la Secretaría de Seguridad Pública del estado—, además de otros 154 que son parte de la estadística de homicidios culposos, y el resto, de quienes mueren porque sí.
Pero es justo el aumento de la violencia lo terminó por colapsar las oficinas de Semefo , un edificio de dos pisos, color crema, con carencia no solo de personas sino de casi todo. Sin herramientas suficientes de trabajo para su personal y sin equipo para mantener la dignidad de quien alguna vez tuvo vida: los cuerpos.
“Ahora si como dicen, uno carga con el muerto encima, bueno, por lo menos con el olor”, dijo Nicandro en medio de una sonrisa casi sacada a fuerzas, después de recordar cuando lo sacaron del taxi, “pero así es, si no hay ‘refri’, si hay tanto muerto, si no hay como tapar el problema, hasta la familia le dice a uno”.
La imagen del horror
En WhatsApp circula una imagen tomada desde un celular que evidencia la situación interna: es la fotografía de una pila de cadáveres panza arriba, las piernas enlazadas entre uno y otro, recostados sobre dos sábanas: una de tela blanca y otra roja. Desnudos, ensangrentados, torcidos… abandonados.
Con la imagen está el mensaje:
—¿Y eso?
—No es un campo de concentración de los nazis, es el actual Semefo Tijuana.
Nicandro (nombre ficticio para evitar represalias) dice no recordar la fecha de ese mensaje, pero asegura que no tiene más de dos meses, que es rea. Alguien más, otro empleado, advierte que tiene un poco más de tiempo, pero que sí fue el año pasado, que incluso las condiciones de la institución desde que empezó a resquebrajarse, aún son insostenibles.
“Eso ocurría por dos razones, porque el Ministerio Público tardaba en liberar los cuerpos… Semefo no tiene la capacidad de albergar tantos cuerpos ante la demanda de espacios. En ocasiones ha ocurrido algo en la actualidad —enero— pero sin llegar a ese punto”, lamenta
La necesidad ha obligado al Gobierno de Baja California a declararse incapaz de hacerse responsable por si solo de la situación, optó por llegar a un convenio con empresas particulares, como funerarias, para encargarse de recoger los cuerpos en las escenas de homicidio y entregarlos al servicio médico.
Aunque las responsabilidades de los trabajadores de esas compañías son unas, las necesidades son otras. “A veces los compañeros llegan y se tienen que meter para ayudarnos a cargar, nos prestan guantes porque ni eso tenemos y así, sin nada y hasta sin pago, trabajamos con lo que tenemos”, dice Nicandro.
El hombre de rostro enojado habla de la falta de pago para los trabajadores de distintas dependencias del Gobierno Estatal , pero que en el caso del Poder Judicial significó un mes de trabajo sin sueldo y sin aguinaldo durante diciembre de 2018, hasta esta semana, después de que los trabajadores realizaron un paro de labores parcial en diciembre y principio de enero para exigir su dinero.
Olor a putrefacción
En diciembre de 2017 la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente ( Profepa ) lanzó una advertencia de clausurar el sitio al detectar durante una inspección irregularidades en la operación y manejo de los cuerpos.
En un comunicado de prensa, reveló que no tenían generador de residuos peligrosos biológicos infecciosos (RPBI), ni un almacén temporal para su resguardo. Además acumulaban los citados residuos a la intemperie, en su estacionamiento; que no almacenan en refrigeración la sangre, y que el líquido hemático y fluidos corporales son contenidos en un almacenador de agua de 5 mil litros.
Pasan las 8 de la noche, afuera de SEMEFO solo hay un trabajador y dos hombres que dicen ser empleados de una funeraria. Uno de ellos vigila el edificio, los otros dos ya no responden al olor a descomposición que logra escapar de las paredes y cristales que esconden los cuerpos.
Cada ventisca es como un disparo de putrefacción directo a la nariz que casi llega al cerebro.
“Aquí todo está bien, si huele mal pero es normal, es como un taller mecánico, a qué huele pues a aceite ¿no?, si aquí hay muertos a qué cree que va a oler”, su compañero enmudecido les responde solamente con la mirada, prefiere no opinar en su presencia, pero una vez que se retira, habla, “no, nadie nunca se acostumbra”.
El otro empleado, el que vigila, se acerca, se queja de las condiciones, dice que cuando a uno le gusta lo que hace se mantiene ante las circunstancias esperanzado en que todo algún día va a mejorar.
“Que esto se sepa hasta puede ayudar, para que allá, en las oficinas, vean cuál es la realidad, hace unos días vinieron de Méxicali y anduvieron caminando por los charcos de sangre, se ensuciaron los zapatos, y sabe… nadie merece morir y terminar así”.
El Poder Judicial de Baja California no respondió a la petición de entrevista.