.- Después de 2 años de que la pandemia por Covid-19 impidiera los actos masivos , este 2022 regresan a Michoacán las tradiciones de Semana Santa en distintos puntos de la entidad.
Una manera peculiar de celebrar los días santos se vive en el municipio de Huetamo, donde el Viernes Santo, el pueblo libera a Barrabás.
En este municipio de la Tierra Caliente, el personaje de Barrabás, luego de ser liberado por el pueblo, sale en carrera por las calles y arma alboroto entre los asistentes.
A su paso, el hombre roba, tira cosas que estén a su paso y lanza otras al aire; también baila y vacila contra los habitantes.
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Es fácil detectar por dónde va Barrabás porque se escuchan los gritos de niños, jóvenes y adultos, que lo sigue para hacerse de las cosas que el ladrón lanza al aire.
Los habitantes de la localidad de San Juan, en la Meseta Purhépecha, realizan un viacrucis por las faldas del volcán Paricutín.
Los peregrinos y visitantes, cruzan algunas zonas que antes fueron lava , por lo que casi todo el trayecto es sobre ceniza volcánica.
“No hay árboles en ese camino y el calor es abrasador. Así que de veras es un viacrucis esa tradición”, asegura uno de los habitantes de esa región.
En Pátzcuaro es tradicional la procesión del Cristo, organizada por los devotos del Señor de la Tercera Orden, la cual es consideradaun atractivo cultural.
La imagen que encabeza la procesión es un Jesús crucificado, hecho de pasta de caña, que como dato particular, muestra una flexión que realmente capta la postura de un cuerpo muerto en crucifixión.
Además que tiene un “certificado de milagro” que durante mucho tiempo estuvo expuesto en el templo de ese pueblo mágico.
De acuerdo con dicho certificado, varios testigos aseguraron haber visto cuando la imagen crucificada cambió de una posición rígida a la que tiene ahora.
La mañana del Viernes Santo en Tzintzuntzan se dejan ver los personajes de Barrabás y Judas, que hacen travesuras a los visitantes, así como los soldados romanos, que salen a caballo en busca de Jesús.
Al mismo tiempo los “penitentes” recorren las calles para pagar sus promesas al venerado Señor del Santo Entierro, le solicitan favores o expían sus culpas en el atrio de los olivos.
Por la mañana hay quienes cargan cruces o recorren el atrio de los Olivos para pedir limosna, mientras castigan sus tobillos con el peso de grilletes y la cara interna de sus piernas con un lazo que llevan entre las manos con el otro extremo atado a los grilletes.
Otro castigo, el más severo, tiene lugar por la noche, cuando los penitentes recorren el pueblo mientras se infligen diversos castigos físicos.
Los “penitentes”, como se les conoce, acuden al templo y cubren su desnudez tan solo con cendal; ocultan el rostro con una capucha, para preservar su identidad y dar garantía de humildad en sus actos de arrepentimiento devoción y sacrificio.
Cubrir el rostro significa en este rito una prueba de modestia, pues un devoto no presume sus sacrificios.
Como parte de la tradición, cuando dos penitentes se encuentran de frente en el camino, deben detenerse y saludarse mediante la inclinación de sus cabezas.
Este pueblo mágico tiene su propia representación de la Pasión de Cristo, que inicia el Jueves Santo, con una “Marcha Pretoriana” que recorre las calles de Tlalpujahua.
Los habitantes también escenifican la búsqueda de Jesús, a cargo de romanos y fariseos, que recorren las empedradas calles hasta uno de los monumentos históricos.
El Viernes Santo, realizan “El Juicio de Jesús” y el recorrido hacia la crucifixión. Más tarde, llevan a cabo la Procesión del Silencio.
Mientras que, el Sábado Santo se representan la “Búsqueda de Judas” a cargo de personajes “fariseos” que se harán presentes por las diversas calles del pueblo.
Judas se reconoce por su ropa y máscara de color amarillo intenso, largo cabello negro; los fariseos son hombres con máscaras blancas y ropaje de colores vivos.
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