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Taxco, Guerrero
Don Pas tiene todos sus cinceles listos: están bien afilados, ordenados junto a sus martillos y la brea para hacer una pieza de plata con la técnica del repujado, pero desde hace mucho los ocupa poco. En Taxco la auténtica joyería quedó en la historia, desaparecieron los grandes talleres, los maestros artesanos se dispersaron, se terminaron las piezas artesanales únicas y la maquila propagó la bisutería.
De todo este proceso, Pascasio González Rodríguez, don Pas, es testigo: vivió la gloria de los grandes talleres, pero también vio su declive y ahora se enfrenta al reinado de la maquila. Él es de los últimos maestros artesanos de Taxco que vivieron esa etapa. La tiene bien presente. Comenzó a los 14 años como zorrita —ayudante del maestro artesano—, hasta convertirse en el encargado del taller de Janna Thomas, una estadounidense que llegó a Taxco a finales de los años 50 como turista.
Oficio ancestral
La platería en Taxco está en sus entrañas, en su profundidad, es parte de su historia, de su economía, de su cotidianidad. Desde los pobladores originarios, como los chontales, utilizaron la plata para sobrevivir: la que sacaban de una mina la cambiaban por alimentos y animales. En la época colonial la orfebrería ya estaba presente, sobre todo en artículos religiosos y de servicio, como cubiertos y platos.
Sin embargo, en 1926, la platería de Taxco dio un vuelco con el estadounidense William Spratling: “No era maestro platero, no sabía de la platería, pero su gran aporte es que organizó el talento de los verdaderos maestros plateros y, sobre todo, se convirtió en el mejor promotor de la platería de Taxco en el mundo”, explica Ruiz Ocampo.
Spratling le dio el sentido a la platería de Taxco: fundó el primer taller: Las Delicias. En ese taller, de acuerdo con registro, llegaron a estar hasta 300 artesanos trabajando piezas únicas.
Las Delicias se convirtió en el centro artístico de Taxco. Ahí se formaron decenas de maestros plateros que después consolidaron esa etapa con sus nuevos talleres. De ahí salió Antonio Pineda, los hermanos Castillo.
La presencia de Spratling ayudó a que los ojos de la comunidad artística y cultural del país se pusieran sobre Taxco. En esos años era recurrente que los visitara Diego Rivera, Frida Kahlo, Mario Moreno Cantinflas, David Alfaro Siqueiros, pero también parte de la clase política de México y Estados Unidos.
Gloria y declive
Los años maravillosos de la platería en Taxco duraron de los 30 hasta finales de los 70. En esos 40 años surgieron talleres y maestros de plateros que diversificaron la oferta. Se constituyeron los talleres de Los Castillo, de Antonio Pineda, Héctor Aguilar, Janna Thomas, Margot de Taxco, Sigi Pineda junto con el de Las Delicias, de Spratling.
En esas cuatro décadas, los plateros de Taxco se posicionaron a nivel mundial, las piezas eran compradas en Estados Unidos, en Europa por marcas internacionales como Tifani.
De eso han pasado muchos años. Lo recuerda muy bien Lili Castillo Silfversparre, una de las herederas del legado de los hermanos Castillo. Lili añora su paso por el taller que construyó su padre y sus tíos.
Recuerda cómo era recorrer los pasillos entre una estación de trabajo de los maestro plateros, verlos a todos juntos, 80, 100 artesanos trabajando al mismo tiempo.
El legado de su padre y de sus tíos es de los más importantes para la platería en Taxco. Los hermanos Castillo impusieron técnicas como el mosaico azteca, metales casados, metales divorciados, acero plata, pluma azteca, plata pizarra.
Lili Castillo también recuerda el declive. Cómo en los años 60 comenzaron a intervenir los sindicatos que exigían prestaciones para los trabajadores; lo que no soportaron los dueños de los talleres. Las cargas fiscales se volvieron insoportables y muchos comenzaron a cerrar y a reducir el número de trabajadores.
El cierre de los grandes talleres dejó en el desamparo a muchos maestros plateros. Casi todos comenzaron a trabajar de manera individual desde sus casas. Ya no eran piezas que salieran de un taller o de muchos, sino de decenas y cientos de talleres.
Entonces los mayoristas aprovecharon, comenzaron a fijar los precios según sus intereses. Hasta que llegaron a una práctica no aceptada por los dueños de los antiguos talleres: comenzaron a comprar las piezas por gramo y no por el valor, el tiempo ni la técnica que el maestro platero les imprimía.
“Nosotros siempre lo rechazamos y hasta este momento nunca hemos comprado alguna pieza por gramo, ni que fuera carne; es arte, es artesanía, y luego el abuso de todos, el artesano no tenía para la plata y entonces vendía cosas que no eran plata, ¿y la gente volvió a Taxco? No”, dice Lili Castillo.
Los artesanos lo entendieron: si querían comer tenían que abaratar sus piezas y, por supuesto, bajarle la calidad.
Los talleres eran fuentes de empleo para los artesanos, pero también para los vendedores, para los que provenían los insumos, era una industria que ahora ya no existe.
En esos tiempos, no sólo la platería tradicional daba prestigio a Taxco, también dinero: más de 90% de la población tenía que ver con el proceso de la artesanía. Después llegó la maquila, y de artesanía pasó a bisutería.
“... lo que no hay son ventas”
Todos los días a las 8:00 de la mañana, don Pas está listo en su taller. Un espacio que montó a mediados de la década de los 80 después de su salida del taller de Janna Thomas.
Con toda la experiencia que logró con Thomas, haber estado en París, en Londres, en Alemania, don Pas tenía una perspectiva muy amplia de la platería, de la joyería. Manejaba a la perfección las técnicas tradicionales, pero cuando él inició su propio camino, se le cruzó la maquila. Ahora hace maquila para plateros que hacen alhajas, pero no pierde la práctica de la elaboración artesanal.
“Tengo la herramienta, la infraestructura para hacer artesanía de plata, pero lo que no hay es venta, ése es el problema”, dice.
Muchas veces toma su cincel, sus martillos, su rasqueta, el suaje de madera, los embutidores, organetes, buril y su brea y comienza a hacer esas piezas: funde las chapas de plata en su horno de tabique; después los adelgaza hasta convertirlos en láminas o estirarlos hasta que se hagan hilos.
Regresar al esplendor, la meta
En Taxco muchos tratan de volver la platería a los niveles que se lograron hace décadas. Entre ellos, están tres mujeres. Lili Castillo, Antonieta Pineda y Violante Urlich.
Cada una está haciendo intentos por regresar las técnicas con las que trabajaron sus padres.
Lili Castillo en su taller, que fue de su padre y de sus tíos, da cursos de repujado para combatir el torquelado, una técnica mediante la que se pone una lámina y una máquina lo hace todo. A los cursos llegaron más mujeres. La intención es que quien lo tome lo reproduzca para que el repujado se vuelva otra vez una técnica cotidiana en Taxco.
Antonieta Pineda, la hija del afamado maestro platero Antonio Pineda, hace cuatro años retomó la carrera de su padre: comenzó a diseñar y planea montar un taller que le devuelva el brillo a la obra de su padre.
Violante Urlich ahora es la propietaria de la casa y del taller de William Spratling. Está buscando resurgir lo que en un momento se convirtió en el centro artístico de Taxco.