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Palenque.— El cerco policiaco-militar que instaló el gobierno de Andrés Manuel López Obrador en la frontera sur de México no detiene el ingreso de decenas de migrantes centroamericanos, pero los orilla a caminar por rutas como la de Tenosique, Tabasco, y Palenque, Chiapas, donde son víctimas de secuestro, asaltos y extorsiones.
Desde Ciudad Hidalgo —en la frontera con Guatemala— hasta el Istmo de Tehuantepec, se han desplegado 6 mil elementos de la Marina y militares que conforman la Guardia Nacional (GN), Policía Federal (PF) y del Instituto Nacional de Migración (INM).
En la ruta de Tenosique y Palenque, a pesar de la vigilancia, el flujo de migrantes continúa y se incrementaron los casos de secuestro, según ha informado la Casa del Migrante La 72, en Tenosique.
De acuerdo con la organización, de julio a septiembre de este año ha presentado 36 denuncias por secuestros ante la Fiscalía General del Estado (FGE). En algunos casos se han pagado hasta 6 mil dólares de rescate.
Una de las rutas
Bajo la lluvia o el sol, con mochilas al hombro, cargando botellas de agua, cartones para dormir y un poco de comida, decenas de migrantes caminan unos 80 kilómetros de la frontera El Ceibo, Guatemala, a Tenosique.
Se adentran entre la maleza, por potreros y pantanos, para no ser detenidos por efectivos de la Guardia Nacional y el INM, pero se exponen a otros riesgos que los acechan, como el crimen organizado.
Geovany, un migrante hondureño de 21 años, dice que prefiere arriesgarse a andar por esos caminos a esperar a que lo maten los pandilleros, pues asegura que querían obligarlo a trabajar para ellos en el narcotráfico.
El joven viaja con un grupo de personas en el que están una mujer y su hija adolescente, a quienes conoció en el camino.
Para prevenir, van armados con palos y piedras para defenderse en caso de que delincuentes los encuentren en el camino.
Si tienen suerte, abordarán el ferrocarril que los lleve a Palenque —a unos 60 kilómetros—, pero también podrían ser detenidos por las autoridades que realizan operativos en los vagones de carga.
Viven con el riesgo al acecho cada día.