Reynosa.— Para cientos de niños migrantes, el mejor regalo que les dejará Santa Claus esta Navidad es un lugar seguro y alimento para compartir.
Los menores que se encuentran en el albergue Senda de Vida, en Reynosa, Tamaulipas, no enviaron carta al Polo Norte, pues saben que el hombre de traje rojo y barba blanca estará muy ocupado.
“Mi mamá dice que, como no tenemos casa, Santa no puede saber dónde estamos. Me dijo que tal vez nos traiga algo, aunque ayer vinieron unos gringos (sic.) y nos trajeron dulces y juguetes”, comenta Joselyn Arzua, de 12 años, originaria de Venezuela.
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Esta jovencita es la mayor de cuatro hermanos; ella y sus padres, Marcos y Amalia, están decididos a llegar a Estados Unidos.
“En Venezuela, Santa nos traía muñecas o carros para mis hermanos. No teníamos pino, pero mi mamá tenía un nacimiento y dejaba los regalos donde estaba el Niño Dios”, recuerda Joselyn. “Ya no creo en Santa, ya estoy mayor, pero mis hermanos sí, por eso te cuento las historias, aunque ahora saben que no vendrá a Reynosa a dejarnos juguetes porque estamos lejos de casa”, confiesa en secreto, cuando sus hermanos se alejan a jugar.
Sus hermanos, Marco, Alisson y Andrew, aseguran que Santa puede ir a cualquier lugar, siempre y cuando tengas una ventana o una chimenea por donde pueda entrar. “Aquí ya nos dejaron pelotas, carros y muñecas, vinieron los señores de Estados Unidos y trajeron también dulces. Yo creo que Santa los mandó porque sabía que no estaríamos en Venezuela” , dice uno de ellos.
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La familia de Joselyn tiene siete meses viviendo en el albergue Senda de Vida y desconoce en cuánto tiempo más podrá llegar a Estados Unidos, pero ahora lo importante es que pasarán las fiestas juntos.
“Es la primera Navidad que estamos fuera, en Venezuela se quedó mi abuelita, ella dice que está triste, pero a la vez contenta porque estamos en Reynosa, y le dijo a mi mamá que espera que podamos llegar pronto a Estados Unidos. Mi mamá dice que allá podemos tener una casa y que vamos a ir a la escuela”, relata Joselyn entusiasmada.
El mejor regalo
Sofía tiene ocho años y Julieta, siete; son hermanas y nacieron en Guatemala. Ellas dicen que para Navidad sólo quieren comida y refresco de manzana.
“Nos dieron unos regalos, vinieron unas personas y yo tengo un oso de peluche y trastes, mi hermana alcanzó una pelota y más juguetes. Los mandó Santa, nos dieron a todos, aunque yo no alcancé muñeca”, cuenta Sofía
Con estos regalos, asegura la pequeña, tiene ya una feliz Navidad. Pero, si hay algo que realmente le gustaría, es tener mucha comida para todos los migrantes.
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“Yo quiero pavo, dice una señora que eso dan de cenar aquí, nunca he comido, dice que es como pollo, pero grande. Mi mamá dice que tal vez nos den pastel, ese sería un buen regalo para todos”, dice sonriendo.
Dios no abandona
Héctor Silva, director del albergue Senda de Vida, dice que esta Nochebuena podrán contar con alimentos que les hacen llegar.
“Dios no nos abandona, nos regalan pavos, pollo y pan. Entre todos compartimos los alimentos porque es una noche especial.
“Hacemos oración para que todos los que están aquí puedan llegar a Estados Unidos, que lleguen con bien, que nunca les falte el alimento y la salud. No tenemos riquezas, pero sí lo necesario para tener una buena Navidad”, asegura.
Dice que quienes se encuentran en el albergue agradecen por lo que tienen, pues saben que miles de migrantes pasarán frío, peligro o incluso hay quienes mueren en su intento por llegar a Estados Unidos.
“Tenemos alrededor de 150 niños venezolanos, guatemaltecos, mexicanos y algunos africanos, para todos será una linda Navidad porque estarán en familia y con nosotros, que a lo largo de su travesía nos convertimos en parte de su núcleo familiar”, asegura Héctor, quien se dedica a preparar la noche especial para este fin de año.