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Salvatierra.— Ayer por la mañana todo era silencio en la cabecera municipal de Salvatierra, Guanajuato.
En voz baja, pero constante, y en cada negocio, esquina o vehículo se hablaba de los jóvenes asesinados en la exhacienda San José del Carmen, en este municipio.
Después de las 11:00 horas, al salir de las misas, este tranquilo Pueblo Mágico se convirtió en caja de resonancia ante el dolor de los familiares y amigos de las víctimas, y la exigencia de justicia.
“¡Te quitaron la alegría, pero no la vida, Salvatierra!”, gritó la mamá de Galileo Almanzo durante el cortejo fúnebre de su hijo y de David Hernández, su mejor amigo.
Quienes los conocieron aseguran que Galileo y David eran amigos inseparables, dos de las 11 víctimas de la masacre ocurrida la madrugada del 17 de diciembre.
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Sus cuerpos fueron encontrados juntos en la escena del crimen y, además, fueron sepultados en la misma tumba, “porque ni la muerte los va a separar”, dice un familiar.
“Y aquí estoy. Ningún culero nos va a doblar. Estamos de pie, ojetes. Aunque nos duela el alma, estamos de pie”, enfatizó el papá de Galileo ante el cuerpo de su hijo.
“Lo primero que gritamos entre el duelo es ¡justicia! El pueblo está consternado. Estamos muy tristes y ahorita se respira un ambiente desolador, y más cuando está tan cerca la Navidad, que es la principal fiesta de reunión familiar”, señala una amiga de las víctimas.
Brenda, vecina de Salvatierra, reitera que el clamor es de justicia, sin duda, y que se detenga a los responsables de este hecho criminal.
“Eso de los muchachos es imperdonable. Lo que hicieron estos sujetos fue un acto terrorífico y de terrorismo. Ya no hablamos de que fueron uno o dos muertos, ya lo hicieron con saña y con el afán de hacerse manifestar estos grupos delictivos”, expresa.
Brenda se cuestiona cuál fue el trasfondo que llevó a los delincuentes a asesinar a tantas personas, dice, “a sangre fría, y después irse como si nada y sin ser detenidos”.
“Y después de esa tragedia, para donde voltee el pueblo respira un índice alto de dolor, de tristeza, de consternación, de coraje y de frustración al no haber respuestas para tantas preguntas que nos hacemos ante esto que ocurrió”, expresa.
La también ama de casa platica que conocía a todas las víctimas; reitera que eran jóvenes con valores, con principios, que lo único que hacían ese día era divertirse.
Brenda recuerda con cariño a otra de las víctimas: Marco, de 22 años, quien era el sostén de su madre y sus dos hermanas luego de la muerte de su padre por cáncer en marzo del año pasado.
Enfatiza que, a pesar de las adversidades, Marco logró sacar adelante a su familia, “y mire, al poco tiempo lo matan cruelmente junto con los demás muchachos”.
La madre de familia se dice consternada, ya que una de las hermanas de Marco era la novia de Antonio Sánchez, otro de los jóvenes asesinado el pasado domingo.
“O sea que la pobre niña perdió a su hermano y a su novio. Por eso nos da mucha tristeza e impotencia saber que las tragedias en las familias de este pueblo cada vez son mayores”, lamenta la mujer.
La plática con Brenda es interrumpida por la pirotecnia que cimbraba las empedradas calles y construcciones de la cabecera municipal. Ayer, Salvatierra veía el vaivén de los cortejos fúnebres, que llegaban uno a uno a las iglesias, donde se realizaron las misas de cuerpo presente para las víctimas.
Algunas fueron también despedidas con música de banda; otras con pirotecnia y otras más, con globos blancos lanzados al cielo por sus seres queridos.
El llanto, los lamentos y el dolor acompañaron a familiares y amigos de los jóvenes asesinados en el camino de la puerta de la iglesia hasta el panteón municipal.
El cementerio local fue sitio de la despedida de las víctimas, asesinadas a tiros por un grupo de sujetos fuertemente armados.
El cortejo de Galileo y David fue acompañado por los reclamos dolientes de padres y madres.
“Porque ellos van a seguir felices, aunque te cueste, cabrón, aunque te cueste”, fue el reclamo de una madre de familia a los responsables de este hecho criminal.
“¡Malditos!, ¡malditos!”, clamó una vez más la mamá de uno de los dos los jóvenes que fueron “amigos hasta la muerte”.