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La Trintaria.- El pasado jueves 23 de septiembre falleció en Guadalajara, Jalisco, el sacerdote Roberto Javier Ruiz Velasco Mejía , (Guadalajara, Jalisco 25 de abril de 1939) quien trabajó en varias parroquias de la diócesis de San Cristóbal, entre estas las comunidades de refugiados guatemaltecos que llegaron a Chiapas a principios de los años 80 del siglo pasado.
Después de realizar sus primeros estudios en Jalisco, el sacerdote Javier Ruiz Velasco, como era conocido en Chiapas, se trasladó a Europa, para estudiar en Lynbrook, Alemania, donde también trabajó para sostener sus estudios, informaron familiares del párroco, que pasó los últimos años de su labor pastoral en la iglesia de Soyatitán, municipio de Venustiano Carranza, donde talló en madera el báculo que usó el Papa Francisco durante su visita a Chiapas, en el 2016.
En Alemania, trabajó en la fábrica de Volkswagen, pero también estudió relojería y homeopatía.
En Austria el joven jalisciense ingresó a uno de los mejores seminarios del mundo, a cargo de los jesuitas donde aprendió alemán.
Al terminar los estudios de teología, se propuso trabajar en una diócesis donde se encontraban creyentes indígenas en México, pero donde vivieran “los más desprotegidos, los más ultrajados y los más necesitados” y eso “lo encontró que era aquí en Chiapas”, cuentan familiares del sacerdote.
A mediados de los años 60, el obispo Samuel Ruiz García viajó a Austria para visitar a algunos seminaristas mexicanos que estudiaban con los jesuitas y ahí es donde conoció al joven Javier Ruiz Velasco, que al conversar con monseñor “le expresó su deseo e inquietud de entregar su vida por quienes más lo necesitaban y no solamente en un asunto puntual, de sacramentos… pero que fuera una pastoral integral, que abarcara la raíz de los pueblos indígenas, la recuperación de su identidad, la conservación de tradiciones y costumbres”, dice una familiar del extinto sacerdote.
El obispo no dudó en aceptar al joven sacerdote que quedó inscrito en la diócesis de San Cristóbal, cuando en Alemania le entregaron los documentos necesarios para su ordenación.
También estudió un doctorado en la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma, Italia.
Una conocida del extinto sacerdote recuerda que Javier Ruiz Velasco siempre estaban en búsqueda de aprender algo nuevo, porque “él tenía mucha inquietud para estar aprendiendo cuando se encontraba en Alemania y en Viena, Austria, aprendió con un sacerdote jesuita radiestesia, método que utiliza un péndulo o varillas para buscar agua subterránea o minerales o identificar patologías en personas, para buscar alternativas para su tratamiento”.
Cuando llegó a Chiapas, sus estudios de homeopatía le permitió apoyar a las personas que necesitaban ayuda de médicos. Desde que llegó, Javier Ruiz Velasco empezó a estudiar tzotzil, tzeltal, tojolabal y chol.
En la década de los años 80, el sacerdote trabajó para llevar el servicio religioso y asistencia a través del Comité Cristiano de Solidaridad con Refugiados, en los 112 o 118 campamentos de refugiados que se encontraba en las regiones Selva, Fronteriza y Sierra y donde vivían entre 45 a 50 mil guatemaltecos.
Para ese tiempo el obispo Samuel Ruiz le dijo a Javier Ruiz Velasco: “Somos los que tenemos que darle voz a los que no tienen voz y nosotros propiciamos a que ellos tengan voz y que sean sujetos de su historia”, dice una conocida del párroco.
Desde el primero momento que ingresaron los guatemaltecos a México, empezó a llevarles asistencia y servicio y pudo atestiguar el ingreso de entre 10 a 15 mil guatemaltecos que ingresaron por la frontera de El Vértice Santiago, municipio de La Trinitaria y meses después esas familias fueron trasladadas hacia Campeche y Quintana Roo.
Fue de los primeros en llegar en la mañana del 30 de abril de 1984 al campamento El Chupadero, donde ingresaron al menos dos columnas de soldados guatemaltecos al mando de kaibiles, a tan solo media legua de la línea fronteriza.
Esa madrugada, los soldados guatemaltecos entraron en dos frentes para tratar de rodear todo el campamento, con el fin de que los refugiados huyeran a su país y ahí pudieran realizar el mayor número de bajas.
Entre las víctimas de los kaibiles estaba una mujer embarazada a la que le abrieron el vientre y la degollaron, así como a un niño al que le cortaron los genitales.
La mujer embarazada no podía caminar a prisa, por el estado de embarazo que presentaba, pero atrás de ella iba el niño, pero su esposo ya les llevaba varios metros de ventaja y se salvó.
Un akateco, cuya esposa se llamaba Magdalena, que tiempo después se asentó en el campamento La Gloria, hoy comunidad, intento “levantar algunas cosas, entre estas un molino y fue en ese momento” que lo sorprendieron los soldados.
Cuando el gobierno federal decidió que los guatemaltecos dejaran El Chupadero, para asentarse a un lugar más seguro, el párroco siempre estuvo al lado de los refugiados.
Del otro lado de México seguía la guerra entre la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG) contra el gobierno, pero el flujo de refugiados había mermado.
Cuando los guatemaltecos dejaron El Chupadero, Javier Ruiz Velasco gestionó la compra del terreno donde se fundó la comunidad La Gloria, en un área de 72 hectáreas, trámite que se hizo ante la Reforma Agraria como ampliación del ejido Rodolfo Figueroa.
Por el terreno se pagó una compensación económica y se registró a nombre de los primeros 21 niños de padres guatemaltecos nacidos en México, se explica en la investigación Etnografía de una territorialidad sagrada. La apropiación del espacio por exrefugiados guatemaltecos en Trinitaria, Chiapas, de Enriqueta Lerma Rodríguez.
Agrega que “el área total de La Gloria se parcelaron en terrenos de 20 x 20 m2 y se distribuyeron equitativamente en una dotación de dos lotes por familia. Al paso de los años algunas familias han heredado un lote a algún hijo o lo han vendido”.
Y para honrar el trabajo pastoral del sacerdote, la Telesecundaria número 846 de la comunidad La Gloria lleva su nombre.
Más tarde, el padre Javier Ruiz Velasco acompañó al sacerdote belga Marcelo Rostaert, que trabajaba en la parroquia de Soyatitán, municipio de Venustiano Carranza, que fue el primer religioso de la diócesis que fue expulsado de México.
El párroco había sido arrestado por elementos de la Policía Judicial el 22 de julio de 1990, acusado de promover las invasiones en ese lugar, según el expediente penal 578-B/990.
Una vez detenido, el padre Marcelo fue “invitado” por funcionarios de la Secretaría de Gobernación a que viajará a Ciudad de México para que le entregaran sus documentos, pero cuando llegó a la Segob, le quitaron el estatuto de residente y lo expulsan del país.
Dos décadas después, Javier Ruiz Velasco llegó a la parroquia de Soyotitán, donde talló el báculo que usaría el Papa Franciso en su visita a Chiapas. A partir de ahí empezó enfermar y sus familiaries decidieron estar al tanto de él en Jalisco, donde hace unos días perdió la vida.
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afcl/rmlgv