Querétaro.— La mixteca baja de Oaxaca entraña sus orígenes. En Santiago de Querétaro, hablar de San Juan Copala, Oaxaca, es un referente para el pueblo indígena triqui que —aun a la distancia— lucha por preservar su identidad y por resistir a la ciudad.
Tres décadas atrás, a Querétaro arribó un grupo de triquis, originarios de San Juan Copala; a sus pasos antecedió un largo itinerario, desde la capital del país hasta Nayarit, Tijuana, Ensenada, hasta que llegaron a Querétaro, así lo recuerda Prudencio Merino, indígena triqui y quien migró junto con su madre y su hermana, seguidos por un grupo mayor de sus paisanos.
Al llegar a la urbe fue inminente organizarse, constituirse no sólo como un grupo étnico, sino formalizar su comunidad a través de una sociedad civil.
Organizarse y resistir
Los triquis son una comunidad en constante lucha, así lo relata Prudencio, mientras recuerda cómo fueron los inicios de su instalación en el estado, los inicios para tramitar licencias de funcionamiento que les permitieran vender sus artesanías, logrando los tradicionales carritos que se aprecian en las calles del Centro Histórico, así como gestionar espacios habitacionales.
Inicialmente, narra, se situaron en la colonia Unión Nacional, en el municipio de Querétaro, pero al incrementarse el número de integrantes de la comunidad se han dispersado hacia diversos puntos del estado.
La Asociación de Artesanos Indígenas Triquis Tinujei está conformada por 40 familias, más de 100 personas que se dedican principalmente al comercio de artesanías, pero también a otros oficios y actividades.
Indispensable conocer de leyes
Saber de leyes, contar con asesoría legal y analizar el sistema político ha sido indispensable en la supervivencia del pueblo triqui; de lo contrario, refiere Prudencio, serían vulnerables ante la acción del Estado.
“Así fue creciendo la comunidad, ahora muchos compañeros tienen mejor vida, pero seguimos luchando, trabajando y organizando, porque no hay de otra, si no hay una organización no hay una unión, no hay una disciplina y no se puede hacer nada.
“Antes no entendíamos qué era la política, pero la política es pura mentira y demagogia. Ellos [los políticos] tienen un sistema de gobierno, pero nunca aplican la ley, son los primeros en violarla”, expone.
La política en las urbes, plantea Prudencio, se asemeja a un juego de ajedrez, donde los políticos analizan a las organizaciones civiles y buscan puntos vulnerables, por ello, una de las premisas de los indígenas triquis es blindarse ante la inmersión de cualquier externo para conservar su autonomía.
Según cuenta, los partidos políticos los han buscado para que participen en procesos electorales, pero apoyar proyectos personales difiere de los preceptos que rigen a su comunidad.
“No queremos porque volvemos a lo mismo: los políticos te dan atole con el dedo, entendí que ellos hacen lucha personal. Muchas veces, cuando el gobierno ve que uno se organiza busca como desintegrar, es como un juego de ajedrez: te ven, te estudian, te escuchan y ven qué capacidad tienen para destruir. Nada más te dan refrescos y te dicen que están preocupados por uno, pero nunca dan una solución”, comenta.
Por ello, su organización cuenta con una estructura que se renueva cada tres años, una mesa directiva conformada por diversos pilares, entre ellos, un presidente y un tesorero.
La preparación que tienen en leyes y en derechos humanos les ha dado herramientas para reconocer sus derechos, para identificar las instancias federales e internacionales a las cuales recurrir en caso necesario.
Al hablar de las demandas de su colectividad, Prudencio refiere que aunque pasan los años muchas de ellas no han cambiado, pues se trata de una lucha continua de un pueblo indígena que resiste a la ciudad.
De acuerdo con el Atlas de los pueblos indígenas de México —del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI)—, en 2015 se contabilizó a 37 mil 28 personas que conformaban la población triqui en el país.
La zona donde históricamente se ha asentado la comunidad triqui es el noroeste de Oaxaca, pero hoy han echado raíces a distancia.
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