Cancún.— La reconstrucción de Acapulco, luego del impacto del huracán Otis, requerirá del rediseño urbano de la ciudad, mediante un proceso de planificación que conjunte a especialistas en urbanismo, ingeniería y arquitectura, lo mismo que a cuerpos colegiados y sectores de la sociedad civil.

El rediseño del puerto turístico tendrá que sujetarse a la nueva realidad que abraza al mundo: La crisis climática y los eventos catastróficos que se presentarán con mayor fuerza y frecuencia, siendo las zonas costeras los puntos más vulnerables, conforme al Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC).

En entrevista con, consultores, ambientalistas y autoridades de Protección Civil coinciden en que deberán actualizarse o crearse nuevas normatividades en materia constructiva, revisar los usos de suelo, asignar límites de densidad en viviendas y cuartos de hotel, así como un tope máximo a la altura de las edificaciones.

“En el tema de Acapulco, lo primero que hay que hacer es llevar a cabo un proceso de planeación con etapas. La primera es descriptiva y tiene que responder tres preguntas: ¿Qué hay? ¿Cuánto hay? y ¿Dónde está? La segunda consiste en la elaboración de un diagnóstico que nos diga ¿cómo está?, ¿cuántos hoteles quedaron en pie?, ¿cómo quedó el sistema de drenaje?

“Luego viene la etapa de prospección, se definen posibles escenarios para definir qué se hará en la zona costera, habitacional, comercial y ya con ese cúmulo de información, los sectores privado, social, público y académico consensuarán el modelo de reconstrucción”, indica el consultor en materia urbano-ambiental, Alfonso Ocampo.

El especialista, quien ha participado y asesorado en la elaboración de planes de desarrollo urbano (PDU), ordenamientos ecológicos, reglamentos y normatividad en materia ambiental y urbana, asegura que, sin la planificación, se corre el riesgo de “reconstruir a lo loco, sin estudios previos”.

“Sería como ponerle un curita, sin atacar el problema de fondo, como debe suceder. Se tiene que jerarquizar qué es lo inmediato, pero para eso se tiene que planificar y hacer un diagnóstico que defina lo prioritario”, expresa.

Cuestionado sobre el planteamiento del presidente en el sentido de que se deberá recurrir a la “autoconstrucción, que no es cosa del otro mundo” para volver a levantar o rehabilitar las 250 viviendas dañadas por el huracán, el experto invoca el artículo 4 de la Constitución mexicana, el cual establece como un derecho humano el acceso a una vivienda digna y decorosa.

“El Estado está obligado a garantizarlo”, indica.

Recordó que no es la primera vez que López Obrador desestima la intervención de especialistas, pues ya en el pasado había manifestado que recurrir a arquitectos e ingenieros para construir casas y caminos “no era necesario”.

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La importancia de un Atlas de Riesgo

Con más de 30 años de radicar en Cancún y habiendo atestiguado todo tipo de huracanes, la presidenta del Grupo Ecologista del Mayab (Gema), Araceli Domínguez, subraya que se deben ubicar las zonas más vulnerables de la ciudad, a partir de un Atlas de Riesgo; elaborar un plan de desarrollo urbano que reoriente el crecimiento del lugar y un reglamento de construcción que obligue a constructoras a usar materiales sólidos y resistentes para el levantamiento de las edificaciones.

La ambientalista considera fundamental que en Acapulco la elaboración o actualización del Atlas de Riesgo y del PDU incorpore nuevas directrices en materia de cambio climático.

“Es ya una cuestión de sobrevivencia, en cualquier zona costera, tener actualizado el Atlas de Riesgo y, con base en él, diseñar el PDU con medidas, ya no de prevención, verdad, pero sí de mitigación ante el cambio climático”, dice.

Domínguez Rodríguez señala que, a diferencia de Cancún, Acapulco creció sin planificación alguna y “tumbaron todo lo que había que tumbar de vegetación”, por lo que es necesario aplicar un plan de rehabilitación con vegetación nativa.

“Después del impacto del huracán Wilma, el que era secretario de la Semarnat de [Vicente] Fox, sobrevoló Cancún y se dio cuenta de que los lugares en donde hubo menos destrucción fue en aquellos en donde había todavía cortinas de manglar. Y donde tumbaron el manglar, el huracán se llevó todo.

“También es importante fomentar otro tipo de construcciones. Es increíble la altura de las torres en la zona costera de Acapulco, sabiendo que es zona de huracanes y también de temblores o terremotos”, dice.

Menciona la necesaria introducción de cableado subterráneo para evitar los cortes de luz, y resaltó que los hoteles deben invertir en materiales que protejan su infraestructura.

La cultura de la prevención

Bajo otra perspectiva, el director de Protección Civil del ayuntamiento de Benito Juárez, en Quintana Roo, Antonio Riverol, remarca que comercios e industria turística tienen que diseñar y aplicar protocolos de actuación interna en caso de huracán.

La hotelería en Acapulco —afirma— debe contar con refugios anticiclónicos y, prioritariamente, todos los sectores deben trabajar en la construcción de una cultura de prevención ante tormentas y huracanes.

“Se tiene que prevenir, antes que reaccionar”, insiste, al describir cómo opera la suma de protocolos del Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc) y la propia mecánica aplicada por el gobierno, la industria turística y otros sectores en Cancún, un destino turístico que se ha esmerado por aprender de las lecciones que dejó el paso del huracán Gilberto, en 1988, y Wilma, en octubre de 2005.

Por ejemplo, explica que, ante el surgimiento de una depresión tropical, tormenta o huracán, los hoteles y el Aeropuerto Internacional de Cancún cuentan con sus propios planes de acción, evacuación y transporte, que tienen que ser avalados por la dependencia.

Los avisos a la comunidad sobre la evolución del fenómeno meteorológico son asunto que la autoridad se toma en serio, subraya.

A partir de junio de cada año se instala el comité que, oficialmente, da seguimiento al tema y se declara en sesión permanente.

Las autoridades de Protección Civil, los ayuntamientos y el o la gobernadora en turno difunden las alertas azul, verde, amarilla, naranja y roja, e informan constantemente sobre su desarrollo a la comunidad y a la industria turística por radio, televisión y redes sociales, para tomar las medidas en cada fase.

Cada hotel debe contar con un refugio en la ciudad —suman más de 100— y 20 están certificados como autorrefugios.

Sin embargo, una de las recomendaciones principales es evacuar los hoteles a partir de la alerta amarilla y, “por protocolo, la gente no se queda en los hoteles”.

Con alerta naranja se suspende toda actividad y nadie debe estar ya en la calle. “Nosotros siempre pedimos no confiarse, aunque no esté lloviendo, porque el viento es el factor destructivo y ese ‘pega’, porque pega”, expresa.

El funcionario asegura que para el diseño de las nuevas viviendas, instalaciones públicas, escuelas, hospitales, comercios, hoteles y restaurantes, se debe buscar a expertos en construcción.

“Muchos empresarios lo ven como un trámite qué cumplir, pero la realidad es que son medidas de autoprotección de su propia infraestructura, de su propia inversión; aunque lo primordial es entender que las pérdidas económicas se recuperan, pero la vida, no”, manifiesta.

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