Santa María del Oro.— Las casi 200 familias de la comunidad de Zipoco y otras rancherías regresaron a sus casas luego de 15 días de haber sido desplazadas por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) de esa zona del municipio de Santa María del Oro, Jalisco.
El Ejército Mexicano retomó el control de la zona y combatió a la organización criminal, que hace casi dos semanas irrumpió en Zipoco, tras un mes de ataques continuos en contra de la población.
EL UNIVERSAL dio a conocer el éxodo de las familias de esa tenencia y de otras rancherías de los alrededores. Ahora registra su regreso y lo que encontraron.
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Un golpe de realidad
Pobladores dijeron que la primera impresión fue de decepción al ver su pueblo hecho un cúmulo de basura, ropa ensangrentada, centenares de cartuchos percutidos y sus casas, ranchos y comercios vacíos. El CJNG los saqueó.
“Checa cómo quedó la tienda, igual que las casas de nuestro alrededor, también fue saqueada. Nos tuvimos que ir, pero esto ya está destruido y no se puede vivir más”, lamentó uno de los lugareños.
Sacramento, un joven del pueblo, recuerda que hasta hace no más de un mes la tienda de abarrotes era la que abastecía a todo el pueblo y localidades cercanas, pero ahora se convirtió en un galerón vacío.
Por fuera de la tienda sólo hay desechos y cientos de casquillos de balas de grueso calibre.
“Tuvimos que irnos. Ya no se puede vivir así. Tiro por aquí, tiro por allá y no se puede ya. Se llevaron todo, pero a cambio nos dejaron los rastros de la violencia”, contó Sacramento.
Varias familias entraron al pueblo, pero sólo a tratar de rescatar los animales o a empezar a limpiar sus hogares, donde quieren estar.
Cuentan que la presencia y operativos de las Fuerzas Armadas les dan mucha seguridad y piden que no se vayan: “que no nos dejen solos, porque, mire, esta es nuestra realidad”.
Esas fueron las palabras de la señora Vanesa, quien encontró en su casa rastros de sangre en los pisos y ropa abandonada.
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“Pues ahorita que ya mandaron al Ejército, vinimos a limpiar la casa y a acarrear cosas para venirnos otra vez, porque la verdad sí estamos muy contentos de que dejen al Ejército aquí y si lo dejan aquí, todos nos vamos a poder regresar a nuestras casas”, dijo.
Vanesa insistió en que es necesaria la permanencia del Ejército Mexicano en la zona para garantizar la seguridad.
Una situación frágil
Pero aquí la paz no está asegurada. Un día antes se alertó de una posible amenaza y el Ejército pidió a la gente no salir del pueblo.
“Ahí andan Los Jaliscos, oiga, ya están aquí a unos pasos otra vez. Andan por las brechas y por eso nos dijeron los militares que no saliéramos, que ellos se encargaban”, platicó Humberto, quien junto a su familia busca a su ganado.
“Pues ya recorrimos todo y no encontramos a nuestros animales por ningún lado. Seguramente esas gentes [criminales] los vendieron o los mataron”, lamentó Humberto.
Este ganadero reconoció que tiene frustración, coraje, pero sobre todo “una pinche tristeza, oiga”.
En el pueblo, también hubo quien decidió abandonar lo poco que les dejaron los delincuentes y huir en definitiva.
El lugar está herido por los ataques de los criminales que robaron a los habitantes los frutos de una vida de trabajo y su tranquilidad.
Por eso, los pobladores presentaron una solicitud ante la Secretaría de la Defensa Nacional para que se instale un destacamento o base de operaciones de manera permanente, porque, dicen, “si nos regresamos, en cuantito se salga el Ejército, ese cártel nos mata a todos”.
Así que mientras unas familias preparan su regreso, otras más deciden no volver, pero nadie sabe qué va a suceder.
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Zona minada
El 18 de enero inició la barrida estratégica con elementos del 79 Batallón de Infantería de la 15a Zona militar, con sede en Tecalitlán.
Los militares desmantelaron y aseguraron puntos de control, así como de abastecimiento de gasolina y víveres del CJNG desde Jilotlán, Jalisco, hasta Los Reyes, Michoacán.
Un convoy de militares bajaba de Los Reyes hacia Zipoco y un kilómetro antes de La Parota se toparon con minas. Un artefacto estalló al paso de un camión del Ejército, lo que dejó tres militares heridos.
Ante la explosión, tripulantes de una patrulla militar detuvieron la marcha. Un oficial descendió de la batea de la unidad y cuando daba unos pasos para apoyar a sus compañeros, pisó y activó otra mina, lo que le costó la vida. Antes de su retirada, el CJNG sembró explosivos en los caminos de terracería que unen a Zipoco con Los Reyes para evitar el avance de militares, y también en las calles de las poblaciones, que fueron detonados de forma controlada por el Ejército, antes del regreso de la gente.