Reynosa.— A sus ocho años, Andrea Carolina recorrió más de 2 mil 800 kilómetros desde su natal Honduras hasta San Antonio, Texas, donde el martes fue detenida junto a su papá y un grupo de migrantes; luego, fue regresada a México.
La pequeña no ha dejado de llorar. Dice que lo que más le duele son los pies porque no ha parado de caminar en los últimos tres días.
Su deseo, como el de su papá y decenas de migrantes, era llegar a Estados Unidos para empezar una nueva vida, pero cuando ya estaban en territorio estadounidense fueron detenidos por la migra y regresados a México por Reynosa.
Andrea arribó al Instituto Tamaulipeco para el Migrante casi desfallecida y en brazos de su padre. El hombre, quien luce demacrado, pide que algún médico atienda a la menor. Al bajarla, la pequeña no puede evitar llorar. Sus piernitas se doblan apenas toca el piso y le es imposible mantenerse de pie.
Una doctora del instituto la lleva a una camilla que se encuentra en un consultorio contiguo. Al preguntarle qué le duele, Andrea se señala desde los pies hasta los hombros.
Al retirarle los tenis, que no son de su talla y le quedan grandes, Andrea gime de dolor. Sus pies lucen moretones, están agrietados e hinchados.
La niña cuenta cómo vivió la odisea de miles de migrantes que buscan el sueño americano: “Sí quería llegar [a EU] para [tener] una nueva vida, pero no pude”, dice entre lágrimas y cuenta todas las partes del cuerpo que le duelen: los pies, piernas, espalda y el brazo derecho.
Su mensaje para las autoridades estadounidenses es que la lleven con su mamá, quien está en Honduras, embarazada.
A los migrantes que buscan cruzar a Estados Unidos les dice: “Ya no se vayan, porque no los están dejando pasar”.
Al ser revisada, Andrea pide agua y comida, por lo que —de inmediato— personal del Instituto Tamaulipeco sale a comprar alimento y un ungüento para los pies de la menor mientras le buscan un calzado adecuado a su tamaño.
Su papá, Denis, relata que venían en un grupo que el martes cruzó a Estados Unidos, pero fue detenido llegando a San Antonio. Sobre su recorrido desde Honduras, dice que ha gastado entre 14 mil y 15 mil dólares, pero ya no va a intentar cruzar de nuevo: “Por mi hija, ya no puede. Quiero volver a mi país”.
Cuenta que quería iniciar de nuevo en Estados Unidos porque su familia perdió todo en el huracán, incluso su casa.
Reconoce que trajo a la niña porque “supuestamente el paso era más fácil con ella, pero todo me salió mal.
“Yo quería un futuro mejor, pero no se pudo”, cuenta; son las mismas palabras que repite su hija Andrea Carolina.
Ante la difícil situación que están pasando más de 200 migrantes centroamericanos asentados en una plaza pública en Reynosa, donde montaron un campamento, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el gobierno de Tamaulipas trabajan para aterrizar recursos y costear los gastos para que estas personas puedan regresar a sus países de origen.
Ricardo Calderón, titular del Instituto Tamaulipeco para Migrantes, asegura que muchos de estos extranjeros ya no desean cruzar a la Unión Americana, desde donde son deportados, pese a que pasaron años realizando trámites legales.
Indica que hay muchos niños que, de acuerdo con las nuevas reformas de ley, tienen que ser atendidos por el DIF para salvaguardar su integridad.
En estos casos, explica, se busca el beneficio para el menor, ya sea con una visa humanitaria en México o facilitando el regreso a su país.