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Matías Romero, Oaxaca.- Misael y Alexandra cargan todo lo que poseen en la vida dentro de un par de mochilas. No se conocen, en su vida se habían visto, a lo mucho quizás se cruzaron en distintos puntos de los albergues donde descansaron durante dos semanas, pero tienen rasgos en común: son hondureños y huyen de la violencia y de los Maras.
Alexandra López Murillo es una de las 10 transexuales que integran la caravana y que engrosa el 80% de hondureños. Su historia no es tan distinta de muchos otros. Un día fue amenazada de muerte por los integrantes de la Mara 18 , la querían prostituir y que vendiera droga en la colonia Ciudad Planeta, la zona más peligrosa del Valle de Sula.
Su negación la orilló a migrar hacia México. Un mes radicó en Tapachula hasta que la suerte le sonrío con la caravana y hoy posee un permiso de 30 días y puede regular su situación. Su destino es Estados Unidos y no confía quedarse en México, pues asegura que el grupo criminal envía a sus emisarios a buscar a los que huyen para matarlos.
Misael Bonilla era vendedor de pizza en su país. Vivía tranquilo hasta que los Maras mataron a su cuñado en 2016 y la amenaza cayó sobre él y su familia, pues lo ligaron con las actividades delictivas del hermano de su esposa, por lo que no tuvieron más opción que huir. Él y su familia cambió tres veces de residencia para borrar rastros, pero no lo lograron.
Por varios meses intentaron sacar sus pasaportes para emigrar de manera legal y no pudieron. Así, la caravana fue la mejor oportunidad para salir de su país dejando todo, menos a su esposa y sus tres hijos que lo acompañan. No tienen dinero para los boletos, así que caminarán por las vías y tomarán el tren como los demás hasta llegar a la Ciudad de México.