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Torreón.— El regreso a clases en el Colegio Cervantes de Torreón fue diferente una semana después de que uno de sus alumnos ingresó con dos armas y mató a su maestra antes de quitarse la vida. A la entrada del plantel, dos arcos de metal y una mesa desplegable daban la bienvenida a los estudiantes, todavía protegidos con algún suéter o chamarra del último respiro del frío en la ciudad.
Los niños se formaban para ser revisados, como si fuera un filtro de aeropuerto. Personal —maestras con casacas naranjas— hurgaban en sus mochilas. Después se introducían bajo el arco detector e ingresaban al patio escolar, donde el 10 de enero, uno de sus compañeros, José Ángel, de sexto de primaria, disparó nueve veces.
Afuera de la escuela, padres y madres miraban cómo sus pequeños regresaban a clases después de unos días en los que fueron atendidos y aconsejados por especialistas de la Asociación Mexicana de Suicidología apoyados por la Universidad Iberoamericana de Torreón. Encima de sus hijos, una enorme “C” del Colegio Cervantes con un moño negro en señal de luto, les daba también la bienvenida.
Algunos padres atendieron la recomendación de comprar mochilas transparentes, pero fueron los menos. Los arcos detectores chirriaban a cada rato, generalmente a causa de un celular.
“Hay que regresar con una actitud positiva, hacérselo ver a ellos [hijos] que hay que estar positivos para que puedan estar tranquilos; que su regreso sea placentero, ellos son los que están adentro”, platicó Alejandra, madre de un niño que está en kínder y de una hija que estudia quinto de primaria.
Comentó: “Regreso a casa tranquila por las medidas de seguridad que se implementaron. Sé que nadie va a ingresar nada que no sea parte de la escuela”, dijo afuera del colegio, mientras cúmulos de niños y niñas se fundían en una fila para retomar a sus clases.
Algunos padres de familia inclusive optaron por entrar hasta los salones para acompañar a sus hijos. Aunque también hubo casos como el de una niña que entre lágrimas no quería entrar a la escuela. “No se quiere bajar”, dijo la madre desde el vehículo a los guardias que esperaban por los últimos ingresos.
Alejandra comentó que desde lo ocurrido el 10 de enero, enfatizó en la comunicación con sus hijos. También les insistió en que cualquier cosa extraña que sintieran o vieran en el salón o fuera de él, acudieran con sus maestros.
Delia Chaparro, madre de una estudiante del Cervantes, reconoció que lo sucedido cimbró a toda la comunidad, por lo que ahora, cree que la tragedia servirá para que los padres estén más atentos con los hijos, “y definitivamente escucharlos y no dar nada por hecho”.
Para Delia, quien entró hasta el salón a dejar a su hija de sexto de primaria, el regreso a clases no significa un borrón y cuenta nueva, más bien consideró que es importante que su hija aprenda que se vive una situación difícil, pero que se debe salir adelante.
“Todos tenemos sentimientos encontrados, temor, impotencia, en eso estamos trabajando. Estamos fortaleciéndonos con las armas necesarias para salir adelante con nuestros hijos”, comentó.
Flor Rentería Medina, subsecretaría de Educación en La Laguna, aseguró que se reanudaron las clases de forma tranquila, por lo que la idea será seguir trabajando con la mayor normalidad que se pueda.