Monterrey, NL, 1 de junio-

Deseosos de salir a la nueva normalidad, cientos de residentes de San Pedro Garza García, el municipio más rico del país, tomaron sus coches y enfilaron hacia el Parque Ecológico Chipinque, el área boscosa más próxima que tiene la zona metropolitana, para disfrutar del aire puro, ejercitarse con el trote veloz o simplemente caminar, después de dos meses y medio de obligado encierro por la cuarentena sanitaria.

Fueron casualmente habitantes de San Pedro, que habían estado en Europa, Estados Unidos y Asia, los primeros que fueron diagnosticados con el virus SARS-CoV-2 en Nuevo León.

Ayer, las autoridades del Parque Ecológico Chipinque, con el beneplácito del gobierno municipal independiente encabezado por Miguel Treviño de Hoyos, se alistaron para la reapertura a partir de las siete de la mañana, y a fin de que no hubiera aglomeraciones pese a lo vasto del bosque, decidieron que la entrada sólo fuera posible con reservación previa, que no pudieran ir más de tres personas por vehículo, mientras en el interior no podían ir juntos más de tres por vereda, teniendo que esperar tres minutos para que otros siguieran la misma ruta.

Pero a las diez de la mañana, cuando habían ingresado entre 125 y 150 paseantes, el personal del parque recibió instrucciones de cerrar los accesos a nuevos visitantes, pues el gobierno estatal decidió que no se trataba de una actividad esencial. Los sampetrinos recibieron otra mala noticia, también fueron suspendidos sus exclusivos sitios de esparcimiento y convivencia, el Club de Golf Campestre y el Deportivo Alpino Chipinque.

A diferencia de las vialidades de Monterrey, que con el pase a la fase de la “nueva normalidad”, se observaron con una circulación de vehículos estimada entre el 60 y el 70 por ciento de la que había antes de la pandemia, las amplias y arboladas avenidas San pedro estuvieron aproximadamente al 40 por ciento.

La razón es que a la capital nuevoleonesa, en automóvil o en camión del transporte urbano, concurren habitantes de otros municipios, trabajadores de comercios, oficinas públicas y privadas, así como compradores que al igual que todos los días del año, incluyendo los de esta pandemia, acuden a los tradicionales Mesón Estrella o al Mercado Juárez, a surtirse de frutas, verduras, quesos, embutidos, cárnicos, productos de limpieza, hierbas que se suponen para los más diversos males, y otros bienes que necesita para subsistir cualquier familia de clase popular.

Y el incremento de personas por la reactivación de las nuevas actividades esenciales y otros negocios que decidieron abrir presionados por la falta de ingresos, sacó también a la calle en los sitios de mayor tránsito peatonal y vehicular como las avenidas Colón, Madero, Juárez, y Félix U. Gómez, a numerosos taqueros, vendedores de hamburguesas, lonches de jamón con aguacate, y oferentes de cubrebocas, fundas o protectores para celular, entre otros, que lanzaban su rutinario pregón para tratar de ganarse el sustento diario.

En frente de la puerta principal de la Estación Cuauhtémoc del Metro, mujeres con niños de brazos o que no llegan a los cinco años de edad, sentadas en pequeños banquitos casi a ras del suelo, se pusieron también a ofrecer sobre improvisadas mesas de madera, bolsitas con frituras de harina con chile seco espolvoreado, bombones, chicles, cacahuates, dulces y otras golosinas no esenciales; pero que para ellas y sus dependientes representan la única forma para subsistir.

Por avenida Madero, a la altura de Martín de Zavala, más de 20 trabajadores de la construcción, entre albañiles, electricistas, yeseros y otros, madrugaron para tratar de encontrar un lugar para la reanudación de un edificio que estuvo suspendido por la pandemia por más de dos meses.

“Vengo a buscar jale, desde San Rafael, en Guadalupe; no he trabajado en nada, vine hace como un mes y me dijeron que no se podía, que viniera hasta hoy a ver si ya reabrían; andaba en Cadereyta, pero se terminó el trabajo”, dice el electricista Anselmo, un hombre robusto de unos 50 años, que se protege con un cubrebocas que lleva estampados los colores del equipo Monterrey.

Manuel Moreno, un albañil treintañero, tostado por el Sol y de baja estatura, llegó de la colonia Independencia al sur de Monterrey, pues por la suspensión de obras, dice, ha tenido semanas muy complicadas. Ha podido sostener a su familia por la generosidad de los vecinos que le dieron trabajos haciendo limpieza de jardines o haciendo alguna rehabilitación en sus casas.

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