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Don Quijote de la Mancha
vive en Guanajuato , hace chocolates, y reúne la mayor de las imposibilidades: es mudo. Un día despertó sin voz.
Él, el ejecutivo, el licenciado en administración inexpresivo, jamás pensó en portar una armadura y recitar con los dedos –con la mano completa, con ambas–, las aventuras del mayor héroe literario de todos los tiempos: Alonso Quijano, Don Quijote de la Mancha. Mejor aún, de ningún modo imaginó que el destino terminaría uniéndolo al personaje “seco de carnes y enjuto de roto”.
Pero la historia de este hombre no inicia de la nada, no al menos de una manera simple. Don Carlos, maestro chocolatero desde hace diez años camina por las calles de Guanajuato como un transeúnte más, pero al usar su armadura de cobre hecha a la medida –guardabrazos, la greba y otros aditamentos–, los rostros de los turistas que cruzan por la Casa de las artesanías en el centro histórico de Guanajuato, se iluminan, desde orientales hasta mexicanos: todos con tal de pedirle una selfie, o una foto posada, sin imaginar, que el Quijote llegaría a la vida de don Carlos no por una afición o si por si éste fuera un artista del performance, sino por el cáncer de garganta que padeció dos años atrás que terminó dejándole como consecuencia un tubo traqueal para respirar, comer y a su vez éste terminaría llevándose cuerdas vocales, lengua y voz.
Con una pausa, meditando, y acariciando su barba llena de remolinos –y la cual creció para ocultar las cicatrices que tiene en todo el cuello a causa de los injertos de piel tomados de su pierna izquierda–, el Quijote chocolatero escribe en su tableta lo que quiere decir, con la velocidad del sonido traducido a sus dedos se comunica por medio de una aplicación que traduce texto en voz. La voz robótica le dice te amo, tengo sed, vámonos, ya es hora de comer o te extraño a Connie, su mujer, su Dulcinea del Toboso, quien lo convencería en transformarse en el Quijote por su gran parecido físico y así atraer a clientes a su puesto de venta de chocolates artesanales.
“Se mete en su personaje, es todo un actor, la gente que se retrata con él le hace caras muy galán, así con la lanza si son hombres y le gusta mucho leer y oír el Quijote mientras hace sus actividades”.
Según su esposa, don Carlos antes de perder la voz, no cantaba bien o recitaba poemas. La personalidad del Quijote guanajuatense era la de una persona estoica, fría, incluso neurótica: una contradicción, porque a don Carlos el Quijote terminó por regalarle todo aquello que hay en la literatura: fantasía, la posibilidad de ver nuevos mundos, o todos aquello que dejó de ver por hablar.