Desde hace más de dos años la maestra rural Saby Francisco David ha tenido que luchar a contracorriente para sacar adelante a sus alumnos de la escuela Lucio Cabañas Barrientos en la comunidad indígena Yuu Timi, en la región de La Montaña, en Guerrero, una de las zonas con mayor marginación del país.

La colectividad con los padres de familia ha logrado construir dos aulas de madera y butacas con palos y troncos reciclados. Jamás han recibido algún apoyo por parte de la Secretaría de Educación Pública (SEP) o de las autoridades municipales o estatales.

La maestra Saby tiene 42 años y hace tres pidió un cambio de su anterior centro de trabajo porque en la comunidad había muchos conflictos. Su cambio fue aceptado y la reubicaron a la comunidad de Yuu Timi, a una hora del municipio de Metlatónoc. Pensando en mejorar sus condiciones laborales se encontró que la comunidad no contaba con aulas.

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Al presentarse, la sociedad de padres de familia y el comisario le propusieron dar clases en la comisaría; ahí estuvo trabajando con 26 niños de segundo a sexto grado, dos semanas después convocó a una reunión de padres para solicitarles que hicieran el esfuerzo de elegir un espacio y la construcción de una enramada para que los alumnos pudieran concentrarse en sus estudios.

“Jamás me imaginé que los padres se organizaran de inmediato, comenzaron a cooperar y juntaron 27 mil 900 pesos, en dos días compraron tablas, troncos y láminas. Sus parientes en Estados Unidos enviaron dinero para la renta de una máquina. En un día se organizó la construcción de nuestra primera aula de madera. Fue en septiembre, al tercer día la inauguraron, las madres cosieron una bandera y yo dibujé el escudo, fue nuestro primer logro”.

El siguiente paso de la maestra fue organizar a madres y padres para que se tuvieran sillas y mesas a falta de butacas. Al siguiente día llegaron con pedazos de madera y cada uno comenzó a construir y adaptar una butaca artesanal.

Uno de los principales problemas de un aula de madera son los alacranes. La maestra Saby siempre les dice a sus alumnos “un ojo al pizarrón y otro al techo”. Algunos días han matado hasta tres alacranes, más en tiempo de calor, por lo que la maestra busca algunos talleres de primeros auxilios en caso de que se presentara alguna picadura de alacrán.

“Hemos gestionado con el gobierno municipal de Metlatonóc la construcción de dos aulas, pero no nos han hecho caso. Solicitamos butacas y material didáctico, pero no hemos recibido nada, todo lo que tenemos ha sido por las madres y padres o donado de otras escuelas, los supervisores nos donaron material y mapas, todo lo demás lo han comprado los padres y yo he puesto de mi quincena para comprar material. Esta es la realidad de dar clases en las escuelas indígenas de Guerrero”.

El esfuerzo que ha emprendido la maestra Saby ha logrado que más niños y niñas puedan inscribirse al ciclo escolar actual. La matrícula aumentó a 48 alumnos y esto obligó nuevamente a que los padres se organizaran y juntaran 30 mil pesos para un nuevo salón y nuevas butacas de madera. Semanas después se logró incorporar a la maestra Estela Santiago.

“A pesar de todas las carencias que tenemos estamos contentas, vemos el esfuerzo que ponen los niños de caminar una hora para llegar, tenemos a niños con muchas ganas de aprender, son muy listos. Las madres y padres han dado todo lo que tienen para la educación de sus hijos. Todo esto nos motiva, queremos brindarles el mayor conocimiento a nuestros alumnos, que continúen sus estudios y un día verlos como profesionistas para que ayuden a su comunidad, esta región que ha sido abandonada por las autoridades educativas del estado y del gobierno federal”.

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