Tijuana.— Arleen se pone de cuclillas sobre la banqueta donde duerme, cada mañana repite el mismo ritual. Despierta y toma un par de botellas que rellena con agua de la llave que le regalan en la iglesia, luego regresa a la calle, donde duerme desde hace unos 15 días. Ella y decenas de migrantes haitianos pernoctan afuera de los refugios en medio de una crisis que desborda a los albergues.
En las últimas dos semanas alrededor de 300 migrantes de Haití llegaron a Tijuana desde diferentes puntos del país, la mayoría son familias que se mantenían en Mexicali, en el poblado de Los Algodones, una de las principales rutas de cruce hacia Estados Unidos, en donde recientemente el gobierno federal colocó filtros de revisión. Se acabó la ruta y se terminó la migración.
Pese a todo, hoy, ella y decenas de sus connacionales duermen en las calles, con una esperanza: el gobierno del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, lanzó un programa de excepción del título 42, cuyo objetivo es recibir migrantes dentro de territorio estadounidense para que inicien su proceso de asilo sin ser retornados a México. Para este plan fueron elegidos algunos albergues y organizaciones civiles que, bajo criterio, pueden enviar familias del otro lado de la frontera.
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No obstante, al tiempo de que esto parece una esperanza para quienes buscan migrar, para los haitianos las condiciones son complejas.
La activista y directora del albergue para extranjeros, Espacio Migrante, Paulina Olvera, explicó que la selección de refugios sin considerar un protocolo para todos ha generado una condición de desigualdad para los viajeros, pues su mayor interés es refugiarse en estos sitios para tener una oportunidad de ingresar a Estados Unidos.
En el caso de los haitianos, la mayoría han quedado fuera de los albergues y también de los beneficios del programa, pues de acuerdo con los requisitos estipulados por Estados Unidos, ellos no pueden ser candidatos, pues por ejemplo, no huyen de sus territorios a causa de la violencia.
“No hay cupo”
Arleen es una de las migrantes que recién llegó a Tijuana. Su rutina inicia al levantarse, luego toma un pequeño jabón que guarda en su mochila y se baña frente a la Casa del Migrante, un albergue que le negó el ingreso y que mantiene un letrero de advertencia:
“No hay cupo ni albergue por el momento. No se permite acampar en el exterior de este albergue”, se lee en la lona que, en la parte superior, tiene un logotipo del gobierno de Baja California. Debajo del primer mensaje se repite la advertencia, pero en su propio idioma, creole.
Semone, otra mujer haitiana que duerme en el mismo sitio, explica que desde hace una semana duerme, junto a su esposo, en la calle. Un par de bolsas de plástico con hoyos guardan su vida: ropa, papeles, toallas y lo que necesitan para sobrevivir.
“Antes éramos más, pero unos se fueron a otro lugar”, dice mientras se alista para llegar a tiempo a la misa de ocho.
Al tiempo, Semone explica que ha notado que a familias de otras nacionalidades se les permite el ingreso a los albergues.
En este sentido, el presidente de la Coalición Pro Defensa del Migrante en Baja California, José Mena, explicó que no se rehúsan a dar albergue a estas familias; no obstante, una versión falsa que se difundió entre la comunidad haitiana, sobre que algunos albergues les “facilitarían acceder a un proceso de asilo en Estados Unidos”, ha generado algunos conflictos y descontentos.
“Como hemos podido les hemos explicado que nosotros no tenemos ninguna voz ni autoridad para darles asilo [en Estados Unidos], pero no nos creen y ya hubo incidentes violentos en los que exigían a los encargados de algunos albergues anotarlos en ‘una lista’ que ni siquiera existe”, dijo.
Mientras el número de migrantes con necesidad de un techo crece, la generosidad de los vecinos los ha alcanzado, algunos les ofrecen comida o cobijas, pero otros han sido agresivos. Hace un par de días, narra una mujer que prefiere no dar su nombre, algunos residentes soltaron a sus perros para asustarlos.
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