Santa María Colotepec.— Cuando el sol comienza a ocultarse, el ajetreo de los niños y adultos se intensifica en la franja de playa donde está el campamento tortuguero Boca Barra, de Santa María Colotepec, región Costa, y no es para menos, es el momento preciso para la liberación de las crías de tortugas golfinas, prietas y laúd.

Ignacio Santos Gopar, encargado del campamento con permiso de la Dirección General de Vida Silvestre, junto con 25 comuneros de La Barra de Colotepec, se organizan para explicarle a los visitantes las características de las tres especies de tortugas que anidan y desovan en los siete kilómetros de playa que vigilan del ser humano.

Los huevos de tortuga son un redituable negocio en mercados del Istmo de Tehuantepec y de la Ciudad de México, donde su consumo es alto.

Los niños y jóvenes se emocionan al recibir dentro de una jícara de morro una de las cientos de crías de tortuga, cuyos huevos eclosionan en nidos establecidos debajo del campamento.

Son guiados hacia el mar y realizan la liberación bajo supervisión de los voluntarios, que tienen hasta las 20:00 horas, antes de que comience la vigilancia de las arribazones.

Ignacio es uno de los socios fundadores del campamento creado en 2013, cuando la Asamblea de Comuneros de La Barra le dio a 199 habitantes el permiso de proteger la playa de la matanza de tortugas y el saqueo de los huevos, objetivo que han logrado en nueve años, aunque el número de socios se redujo a 26, quienes laboran sin apoyo institucional.

“El grupo disminuyó porque no recibimos dinero alguno y esto requiere de tiempo. Los que estamos de voluntarios en el día somos pescadores y campesinos, otros, al ser obreros, por la tarde y noche vigilamos.

“En esta temporada de vacaciones tenemos más visitas y ofrecemos el servicio de la palapa, lo que obtenemos de allí es para comprar aditamentos y las mallas del refugio, realmente es un trabajo comunitario y sin remuneración económica”, explica.

Aun cuando ya se superó la matanza de tortugas, el robo de los huevos se mantiene en un porcentaje bajo, por eso vigilan por las noches. En promedio logran ubicar por día entre 12 y 13 tortugas desovando; en temporadas más altas, de diciembre a marzo, arriban hasta 80. Al año salvan cerca de mil 500 nidos, 45 mil huevos por temporada.

Para tener éxito en las eclosiones, los comuneros identifican los nidos en toda la playa y de manera sigilosa, sin asustar a las hembras, sacan los huevos y los trasladan, en un lapso máximo de 20 minutos, al campamento, en donde los vuelven a sepultar con un letrero en donde anotan el número de nido, la fecha, la hora del hallazgo y el nombre del voluntario que los encontró.

En nueve años, todos tienen identificados los tres tipos de especies y el tiempo que tienen para eclosionar los huevos: la golfina en 45 días, la prieta en 55 días y la laúd en 60.

Los socios del campamento reconocen la supervisión esporádica que realiza la Marina, aunque lo ideal sería que fuera permanente, sobre todo cuando la efectúan mujeres que evitan confrontarse con los saqueadores.

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