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SAN LUIS POTOSÍ.- Cada año, en la noche de Viernes Santo, en las principales calles del Centro Histórico del estado de San Luis Potosí se realiza una marcha religiosa que se ilumina con la luz de veladoras encendidas, en un ambiente solemne y silencioso que solo se interrumpe por un intermitentemente resonar de tambores y trompetas.
Se trata de la Procesión del Silencio, un evento que congrega a una ciudad y visitantes lejanos, para ser testigos de un momento sacralizado, de reflexión interior y devoción religiosa por la conmemoración a la Pasión y Muerte de Cristo y Nuestra Señora de la Soledad.
Esta marcha potosina es un recorrido de fe que se convirtió en Patrimonio Cultural Inmaterial del estado desde el 2013. En su edición 2023 cumple 70 años y solo ha sido interrumpida dos años consecutivos, en 2020 y 2021 por la pandemia de Covid-19.
Esta marcha silente ha logrado trascender y obtener reconocimiento nacional e internacional gracias al entusiasmo y participación de 2 mil potosinos que se organizan para recorrer un circuito de seis mil metros, sobre las principales calles adoquinadas del Centro Histórico potosino.
Este año por primera vez en su historia, no será organizado por Tradiciones Potosinas A.C, asociación civil que desde 1954, se desempeñó como administrador del evento.
Sin embrago, para este año se contará con la participarán 32 cofradías, una más que el año anterior y está garantizado que sus penitentes o costaleros lleven sobre sus hombros todas las imágenes religiosas que representan el viacrucis y los Misterios Dolorosos del Rosario.
Un recorrido de fe
El origen más profundo de esta usanza potosina viene de Sevilla, España, llegó a través de los padres Carmelitas en el año 1954. Los evangelizadores transmitieron a los toreros la devoción a la Virgen de la Soledad.
Inicialmente el fervor hacia el evento, no era por sus tintes religiosos, sino que se aprovechó la admiración que los habitantes tenían hacia las personalidades taurinas para motivarlos a congregarse e impulsar la devoción hacia la Virgen de la Soledad del Templo del Carmen.
La afición se trasformó al paso de los años y sumó a más adeptos y creyentes, desde entonces la tradición silente ha logrado sortear el tiempo y preservarse.
Testimonios de la Procesión del Silencio
Durante el Viernes Santo, más de 2 mil personas, entre ellos niños y niñas, mujeres y hombres, participan como cofrades, voluntarios y organizadores.
“Se respira un ambiente de cordialidad, camadería, y cuando uno está previo a salir es una sensación de todo tipo de emoción, concentración y espiritual, Muchos lo vemos con mucho respeto y cariño todo lo que se hace en la marcha, es una marcha silenciosa y consiste en poner todo tu cuerpo y espíritu en ese momento” cuenta Carlos Rebolledo Sánchez, miembro de la Guardia Pretoriana por seis años.
Desde los costados del Carmen se afinan detalles y arreglos de última hora, en plena calle, mientras comienza una larga espera de tres horas.
“Siempre llega alguien que no se peino, se le olvido algo, no plancho alguna prenda y nos ayudamos. No se recomienda tomar agua, porque no habrá manera de ir al baño” narra Fabiola Mireya Hernández, participante desde el 2014 como Cofrade un año y como Dama de Rebozo en los años subsecuentes.
Al caer la noche el bullicio desciende y a partir de las 20:00 horas el silencio se apodera de la explanada y Templo del Carmen, sitio que abre sus puertas y anuncia el comienzo del cortejo procesal.
Los nervios se apoderan de los participantes más jóvenes o primerizos, “siempre hay nervios, pánico escénico cuando sales y ves tanta gente y sientes un impulso de risa nerviosa, pero te concentras en el camino y durante ese tiempo yo lo dedico a reflexionar” cuenta Hernández, quien refiere que su primera participación fue como Cofrade encapuchado de Jesús Eucaristía que pertenece a Catedral, grupo que suele ser “exclusivo para hombres”, idea contra la que se reveló y logro participar de esa manera cuando estuvo embarazada de su primer hija.
Tras abrir las puertas de la Iglesia del Carmen un pregonero declama las imágenes mientras los participantes avanzan en orden, a paso lento y en silencio. Durante algunas partes del trayecto se lanzan saetas, que son un canto compungido para conmover al público.
Todo tiene significado. Las cofradías suelen estar compuestas por 80 participantes que representan cofrades, esclavinas, monaguillos, pretorianos, damas o costaleros. Pero cada grupo se distingue vistiendo los colores de su Parroquia. Su vestuario es simbólico siempre.
Los motivos de quienes participarán son diversos, algunos buscan cumplir mandas o penitencias, otros lo realizan para seguir un legado y tradición familiar, también lo motiva la curiosidad o la fe religiosa, y juntos como “cofradía pedimos por esas causas”
Así transcurre la Procesión del Silencio durante dos horas, la última cofradía termina su recorrido antes de la media noche, congregando a turistas y familias completas, fieles y no creyentes que poco a poco desalojan las calles y las plazas con el sentimiento a flor de piel provocado por los rezos, las saetas y las imágenes del dolor de Jesús.