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Cuernavaca.
El terremoto de 8.1 grados de intensidad vulneró los edificios de Caminos y Puentes Federales (Capufe) en la Ciudad de México. Era el 19 de septiembre de 1985; el sismo convertiría a esa dependencia en el primer organismo federal en aplicar efectivamente la descentralización gubernamental.
Era un problema serio, recuerda Curiel, porque se trataba de mil 200 trabajadores sindicalizados y otros 200 de confianza que se debían sacar de la Ciudad de México y plantear opciones para quienes aceptaron venir y para quienes rechazaron el traslado. “La descentralización tiene sus bemoles”, afirma.
De septiembre a octubre de ese año, Gutiérrez Barrios y el líder sindical revisaron propuestas en Cuernavaca y Puebla. “Después hicimos un consenso con el personal y la mayoría se inclinó por Cuernavaca, pero teníamos que ver si la ciudad tenía las suficientes casas para albergar a este número de trabajadores que aceptaban venirse con la dependencia. Más o menos un 60% del personal sindicalizado y de confianza aceptó trasladarse”, recuerda el líder de los trabajadores.
En Cuernavaca estaba terminada la unidad habitacional Flores Magón, ubicada cerca del libramiento de la autopista Cuernavaca-Acapulco. No eran departamentos de lujo, pero ahí habitaron, y siguen, algunos trabajadores de Capufe desde aquella fecha.
Para apoyar a los trabajadores la dirección de Capufe aceptó la formación de un fideicomiso y con ese dinero se buscaron créditos totalmente blandos para la adquisición de viviendas. El fideicomiso ayudó mucho a los obreros porque si la casa costaba 80 mil pesos en aquellos tiempos, se les vendió a la mitad.
Curiel recuerda que durante los primeros meses de reacomodo el organismo dispuso 20 autobuses para llevar y traer al personal desde las antiguas oficinas de Capufe hasta Cuernavaca y regresarlos. Llegaban a las 09:00 y los regresaban a las 14:30 o 15:00 horas para llegar a las 17:00 horas a la Ciudad de México.
“Al principio se notaba el sacrificio de la familia, aunque hubo matrimonios que se ‘quebraron’, porque se quedó la mujer en México y el hombre se vino para acá, o viceversa, y después consiguieron otra pareja, pero otras continúan”, relata el líder sindical.
En la opinión de Martin Curiel, los trabajadores que enfrenten el proceso de descentralización deben pedir consensuar las decisiones de traslado con el secretario de Estado y viajar para ver las opciones de alojamiento. “Yo puedo opinar que 98% o 99% de la gente que se quedó aquí finalmente le fue muy bien. Vivían en peores condiciones en la Ciudad de México, había muchos que vivían a dos horas y media del trabajo, aquí están a 10 o 15 minutos. Yo no veo con malos ojos esto [la descentralización], pero sí hay que considerar todas las afectaciones que le causemos al trabajador, que no se limiten en el sentido económico”, plantea.
—¿Cuál fue el costo de la descentralización en Capufe?
—En aquellos tiempos eran millones y si lo comparamos con los pesos actuales podemos estimar el gasto en unos 5 mil millones de pesos, aproximadamente, sólo en relación a los costos de carácter extraordinario que el gobierno dio. Como ejemplo cito el pago por el alquiler de 20 autobuses a la línea Pullman de Morelos por los meses de septiembre a noviembre de 1985 y luego de febrero a marzo de 1986 para el traslado de los trabajadores.
—¿Qué tan difícil fue la adaptación?
—Fácil; nos llevamos unos cinco años en el proceso de asentamiento, pero afortunadamente hubo visión, se compraron terrenos, se construyeron las propias oficinas del organismo de tal manera que llegó el momento en que Caminos sentó correctamente sus bases.
—¿Qué se necesita para trasladar una dependencia de México a otra entidad?
—Yo quisiera que no dejaran de lado las costumbres, los hábitos, las familias. Los que van a estar a 100 o 200 kilómetros, que prácticamente no va a ser nadie por lo que estoy oyendo, sino a 400, 600, mil o 2 mil kilómetros, pues no van a poder ir y venir por lo menos cada fin de semana a ver a las familias. Esto quiebra a las familias, no todos nos adaptamos con tanta facilidad. Tengo compañeros que tienen 30 años de trabajo, se jubilaron y regresaron a la Ciudad de México; todavía algunos añoran irse para allá después de 33 años del sismo de 1985.
—¿Que hicieron con los obreros que no aceptaron venir?— se le pregunta al dirigente sindical.
Algunos que no quisieron venir a Cuernavaca dijeron que lo hacían por su familia y fueron liquidados con un extra, dependiendo de su antigüedad; recibieron cinco meses de salarios extraordinario. Si fuera un equivalente a la actualidad serían como medio millón de pesos, otros recibieron 800 mil. El costo para Capufe por la descentralización fue sustantivo.